Alan Arkin, un actor desprejuiciado al que ningún papel le quedaba chico
Fue un maestro de la ironía, capaz de darle a sus personajes de comedia un vuelo extraordinario desde el comentario más banal y seco y de otorgarle a sus papeles más dramáticos una expresividad poderosa. Tras una extraordinaria carrera de siete décadas en toda clase de compromisos artísticos, que incluyó apariciones brillantes en el teatro, varias nominaciones al Oscar y hasta un tramo inicial como cantante, Alan Arkin falleció este jueves a los 89 años en su casa de Carlsbad, California.
“ Nuestro padre era una fuerza de la naturaleza con un talento único, como artista y como persona. Un amoroso esposo, padre, abuelo y bisabuelo, fue adorado por todos y lo extrañaremos profundamente ”, señalaron los tres hijos de Arkin, Adam, Matthew y Anthony, todos ellos herederos de la estirpe artística de su padre (Adam, además, es director televisivo) en una declaración conjunta emitida al conocerse la noticia del fallecimiento.
Arkin obtuvo su único Oscar como mejor actor de reparto en 2007 por su labor en Pequeña Miss Sunshine como un abuelo sensible y a la vez habituado a pronunciar malas palabras y consumir drogas. Las otras tres nominaciones las obtuvo en 1967 (¡Ahí vienen los rusos! ¡Ahí vienen los rusos!), 1969 (El corazón es un cazador solitario), ambas como actor protagónico, y en 2013 como actor de reparto, de nuevo, por Argo, la obra maestra de Ben Affleck.
Arkin nació en Nueva York el 26 de marzo de 1934 y comenzó su carrera como integrante del grupo vocal de música folk The Tarriers, muy popular en los años 50. Llamó por primera vez la atención por sus dotes artísticas como integrante de una compañía de teatro satírico asentada en Chicago y conocida como Second City. Ese fue el trampolín para su debut en los escenarios de Broadway, en 1961. No tardó en consagrarse dos años después con su primer Tony.
Allí, en el mundo teatral, mostró por primera vez su verdadera identidad de comediante, aunque tenía el talento suficiente como para abordar toda clase de personajes y géneros. Pasó del teatro al cine a fines de la década del 60. Su papel consagratorio en ¡Ahí vienen los rusos!, con una primera nominación al Oscar, hizo que todos se fijaran en él como un actor ideal para encarnar personajes satíricos y burlones. Así pasó fugazmente en 1968 como el inspector Clouseau en una versión de La pantera rosa que pasó completamente inadvertida, finalmente eclipsada por la presencia arrolladora de Peter Sellers en el mismo papel.
En 1970 empezó a destacarse como director de cine, llevando a la pantalla Pequeños asesinatos, obra que ya venía dirigiendo con éxito en el off Broadway. Poco antes llevó al cantante sordomudo que interpretó en El corazón es un cazador solitario a las puertas del Oscar. Inteligencia, perspicacia, capacidad de observación en los pequeños detalles y un finísimo talento para el humor más irónico eran los aspectos más destacados de su personalidad artística.
Dejó en ese período otros personajes memorables, como en Trampa-22, de Mike Nichols, y El caso final, de Herbert Ross, donde personificó de manera memorable a un singular Sigmund Freud. A fines de esa década compartió con Peter Falk la excelente comedia de enredos Los locos cuerdos.
El rango interpretativo de Arkin se fue ampliando en las décadas siguientes, aunque siempre fue reconocido por sobre todo a partir de su talento como comediante. Trabajó a las órdenes de grandes directores como Tim Burton (El joven manos de Tijera, donde interpretaba al padre de Winona Ryder, y la reciente Dumbo), James Foley (El precio de la ambición) y Sydney Pollack (Habana).
En el mundo del espectáculo, Arkin no se privó de nada. Llegó inclusive a escribir libros de cuentos para chicos y hasta publicó con su firma un texto en el que relata su compromiso e interés con el mundo del yoga .
Ningún papel le fue pequeño, ni siquiera en películas que no parecían estar a la altura de su talento y a las que se prestaba como actor de reparto. Fue, por ejemplo, el Jefe en la versión cinematográfica del Super Agente 86 protagonizada por Steve Carell, y aportó su talento a films de acción como Firewall y El sospechoso.
Después de regresar a los primeros planos y cosechar, ya como actor veterano, el reconocimiento de sus pares con sus brillantes apariciones en Pequeña Miss Sunshine y Argo, Arkin encontró en el streaming la última gran oportunidad para lucirse a pleno, acompañando a Michael Douglas, como representante, amigo y consejero de aquel profesor y maestro de teatro en El método Kominsky, la notable comedia dramática de Chuck Lorre que estrenó Netflix y le brindó sus últimos reconocimientos a través del Emmy.
Fue justamente en la pantalla chica, a través de la serie médica Chicago Hope, en donde pudo compartir pantalla con su hijo más conocido, Adam Arkin. Activo hasta el final de sus días, fue un actor tan admirado por sus pares como querido por el público, inclusive cuando a conciencia interpretaba con una gracia sin igual personajes de conducta no precisamente aconsejable.