La fantasía de los senos perfectos y el daño que nos hace el absurdo de los limones y los melones
Que si son demasiado grandes, son demasiado pequeñas, son caídas, disparejas… Sin importar el tamaño, siempre hay un cuestionamiento, porque lo “normal” nunca se parece a cómo somos en realidad.
Una de mis mejores amigas tenía senos inmensos desde quinto grado en la escuela. Aunque las niñas mayores la felicitaban diciéndole que algún día estaría agradecida con la vida, ella no encontraba nada de interesante en ser tan diferente a las demás. Los compañeros de clases se dividían en dos grupos, los que le hacían bullying y los que querían tocarla -así tal cual es la “curiosidad” infantil-, y mientras todas usaban la ropa de moda, mi amiga trataba de esconderse, usar fajas y sostenes que apretaban demasiado. A los 21 años de edad, se operó. Tanto por estética como por la desviación en su columna causada por el peso de su pecho.
Otra amiga, bella y especial, era plana. Así le decían. Nunca pareció importarle mucho. Sin embargo, cuando llegó a la edad de operarse, fue al médico sin dudarlo. Este le indicó que sus músculos no se habían desarrollado adecuadamente y no soportarían unas prótesis. Pasó tres días encerrada en su cuarto sin abrirle a nadie. En ese momento descubrimos que sí le importaba. Al poco tiempo, la medicina estética encontró la fórmula y pudo hacerse su reconstrucción soñada.
Las dos, aunque se sienten mejor, no están del todo a gusto. Y es que está bien recurrir a una solución, si hay algo no te gusta demasiado y puedes cambiarlo. Está bien acudir a un especialista, está bien usar ropa que te haga sentir más cómoda. También está bien aceptarse como individuo y no desde lo bello o lo feo; está bien trabajar para convencerse de que hay belleza en las diferencias, así como también disfrutar de cómo son y mostrarlas si queremos, sin necesidad de ser abordadas.
Lo que no está bien es querer cambiar por otros, pensar que el tamaño o la forma están mal por lo que otros piensan, o por lo que la cultura dicta que es normal o hermoso. Y allí es donde han tomado relevancia el trabajo de movimientos en redes sociales, terapeutas de imagen corporal, y hasta el feminismo, que promueve el derecho de las mujeres a decidir si quieren seguir las estructuras estéticas existentes, o si quieren romperlas. Es decir, a sentirse cómodas sin juicios como quiera que ellas sean.
¿De dónde sale tanta inconformidad?
La psicóloga especialista en imagen corporal y trastornos de conducta alimentaria María Teresa Valero explica que el tema de los pechos tiene que ver mucho que ver con la representación de estos que hemos estado viendo a lo largo del tiempo. “Pareciera que existen solo dos tipos de senos, los pequeñitos que están en su sitio; o los operados redondos voluptuosos y bien levantados. Estos son los que se consumen en medios, los únicos que parecen ser correctos. Luego hay que decir que si no son lindos, son prohibidos, hay que taparlos, sin importar la situación. Entonces, cuando tenemos unos senos que no se ajustan a lo que nos han dicho que es lo correcto, es natural que empieces a sentir que los tuyos están mal”.
“A esto hay que sumar la presión social sobre la mujer, que indica que tiene que ser atractiva para el hombre, con lo cual, si no tienes los senos correctos no te sentirás lo suficientemente atractiva… Todo esto se junta para generar estas sensaciones de inseguridad, de falta de representación, de no sentirnos suficientes”.
Agrega la experta que la publicidad suma lo suyo también. “Los centros de estética, por ejemplo, hacen un marketing que resulta doloroso con analogías absurdas como comparar los senos con frutas, cosas como ‘deja de tener limones cuando puedes tener melones’; aunque parezca que no pasa nada porque es publicidad, claro que tiene un impacto en nosotras”.
Adicionalmente, Valero destaca que culturalmente odiamos nuestros senos porque nuestras madres o tías los odiaban también. “Ha sido por mucho tiempo una conversación común entre mujeres hablar sobre pechos, sobre dietas, sobre perder grasa, sobre cirugías, entonces no es que tengamos esta inseguridad porque tenemos baja autoestima, sino que es un asunto cultural establecido que fomenta que esto sea así”.
“¿Qué nos puede ayudar a lidiar con esto? Tal vez basta con pasarnos hacia la neutralidad corporal. Entender que nuestro cuerpo es el que es y no tiene la función de ser bonito, o apegarse al ideal de belleza; nuestro cuerpo sirve para mantenernos vivas, para permitirnos movernos, muchas cosas que no tienen que ver con el hecho de cómo debería verse”.
La experta nos invita a informarnos sobre los muchos tipos de senos que hay, y a buscar activamente referencias que no necesariamente entran en los patrones de belleza, pues esto nos ayudará a reconocer que no hay nada malo en nosotras y a reeducar nuestro cerebro añadiéndole información que tiene más que ver con autoaceptación, con compasión, y con nuestra propia libertad.
Tus senos están bien
No son pocos los movimientos que estimulan mejorar esta relación con nuestros senos. Partiendo de la realidad, de la normalización de la imagen y de la autopercepción, se generan recursos con los cuales muchas podemos identificarnos.
Tal es el caso de Teta&Teta, comunidad que tras ser censurada en 2020, por “violar las normas de desnudez” en Instagram se creció en la adversidad. Su creadora, María Rufilanchas asegura que su cuenta en Instagram es un espacio donde muchas personas se sienten identificadas y que les permite estar cerca. “Tiene que ver con la expresión libre, de todas las personas, de todos los cuerpos y de todas las tetas”, asegura en una entrevista publicada por El Diario de España.
Para la ilustradora María Hesse, esta iniciativa muestra la diversidad, nos ayuda a saber que la normatividad no es la realidad y que hay belleza en las diferencias, y agrega en uno de sus post que se “reivindica la libertad femenina a través de las tetas, la creatividad y el activismo. Es imprescindible para mí civilizar la realidad de nuestros pechos, que han sido cosificados, explotados y marginados, todo a la vez”.
Por otra parte, Chidera Eggerue es una bloguera británica, autora y activista que también ha sumado mucha realidad a la fantasía de los senos perfectos. Conocida como The Slumflower ha creado un movimiento llamado Saggy Boobs Matter, con la que busca ayudar a otros a reconciliarse con su cuerpo y, por supuesto, con sus senos caídos.
Consciente de que los sostenes nunca le lucirían igual que en las portadas de revistas o empaques, decidió no usarlos más y aportar algo a quienes buscaban la autoaceptación. En una entrevista para Buzzfeed News declaró que a través de la creación de #SaggyBoobsMatter, ha podido ayudar a las mujeres a articular sus propios problemas con la imagen corporal, “especialmente a las mujeres delgadas que realmente no saben cuál es su posición en el movimiento de positividad corporal”.
Alguna vez escuché que el seno perfecto es el que cabe en la palma de la mano de un hombre… Otra vez las bondades del cuerpo femenino determinadas por las medidas del cuerpo masculino. Este es uno de esos mensajes culturales superficiales y distorsionados que han dictado durante años lo que se reconoce como bueno, correcto, deseable o bello.
La verdad es que el pecho perfecto es el que está sano, el que te acompaña desde la pubertad, el que es capaz de alimentar a tus hijos, el que luce radiante en ese vestido, el que se muestra complacido como zona erógena, el que cuelga divertido en la playa, o el que se ha recuperado de una enfermedad… Hacernos cada vez más conscientes de ello contribuirá poderosamente a transitar ese camino constante de la reconciliación con nuestro propio cuerpo.