Anya Taylor-Joy: el “recuerdito” de la Argentina, su fanatismo por la acción y el duro rodaje de Furiosa
Hacer una película de la saga de Mad Max no tiene nada de normal, y Anya Taylor-Joy lo sabía perfectamente al filmar el contrato para protagonizar Furiosa: de la saga Mad Max, la última entrega de la larga serie de películas de acción de George Miller que llegará a los cines argentinos el jueves 23. “Quería ser transformada -dice Anya-. Quería verme en una situación in extremis, donde no tuviera más remedio que crecer. Y obtuve lo que quería.”
Pocas guerras arden con tanta virulencia como el conflicto que consumió a Mad Max: Furia en el camino (2015), la anterior entrega de la franquicia y uno de los rodajes más tristemente célebres de la historia de Hollywood. En proceso durante casi dos décadas, el proyecto de la película fue cancelado varias veces por los ejecutivos del estudio, que temían estar produciendo un bodrio megamillonario. Y durante el rodaje en el desierto de Namibia, hasta hubo que solicitar intervención externa por los constantes choques entre Tom Hardy y Charlize Theron, los coprotagonistas.
A pesar de todas esa vicisitudes, Furia en el camino fue celebrada después de su estreno como una de las mejores películas de acción que se hayan hecho, cosechó seis Oscar y se ganó un lugar en la lista de mejores películas de la década de varios críticos. Su éxito allanó el camino para una precuela, Furiosa, que tiene a la actriz Anya Taylor-Joy como la versión más joven de la icónica guerrera que primero encarnó Theron.
Arrancada de su idílico hogar por bandidos, Furiosa crece entre dos captores que se la pasan de mano en mano, el psicópata parlanchín Dementus (Chris Hemsworth) y el señor de la guerra Immortan Joe (Lachy Hulme). Furiosa enfrenta peligros contantes de ambos lados, y logra sobrevivir hasta escapar, dispuesta a cobrarse venganza de aquellos que le arrebataron todo.
Aunque la sombra de Theron sigue sobrevolando, Taylor-Joy hace suyo el papel: debajo de la grasa de auto que le embadurna la cara como pintura de guerra, los enormes ojos que caracterizan a la actriz brillan con la furia de los justos. Y para apropiarse enteramente del papel, la actriz se entregó durante seis meses y medio a una verdadera moledora física y emocional. ¿Qué sintió a fines de 2022, cuando la ardua producción de la película llegó finalmente a su fin? “Me di cuenta de que para recuperarme iba a necesitar los dos años de posproducción hasta que se estrenara la película”, dice Anya.
El lanzamiento de Furiosa será una prueba de fuego para el incipiente estrellato de Taylor-Joy. Aunque la actriz viene trabajando de manera constante desde su debut cinematográfico en La bruja (2016), su perfil creció vertiginosamente hace cuatro años cuando interpretó a un prodigio del ajedrez en Gambito de dama, la exitosa miniserie de Netflix. Este año, su cameo sorpresa en Duna 2 la puso en compañía de Timothée Chalamet, Zendaya y Florence Pugh, tres de los pocos actores menores de 30 años que son considerados estrellas taquilleras, y sirvió como prueba de que Hollywood quiere sumar Taylor-Joy a esa exclusiva lista.
“En el set de filmación, el momento en que me siento más viva es cuando puedo combinar perfectamente una emoción con algo técnico, y convertirme en esa mezcla entre lo orgánico y la máquina”, dice Taylor-Joy, una de cuyas mayores dotes actorales es la precisión: se formó como bailarina de ballet hasta los 15 años y sabe cómo dar en el blanco. Y tiene una consumada consciencia de la cámara que ha sorprendido a quienes trabajaron con ella.
“Siempre tuve la teoría de que hay una diferencia entre un actor y una estrella de cine”, dice el director Edgar Wright, que trabajó con Taylor-Joy en El misterio de Soho (2021) y la recomendó a Miller para el personaje de Furiosa. “Un actor puede desaparecer por completo, pero una estrella de cine puede hacer lo mismo sin perder conciencia de la cámara, como lo harían Marlene Dietrich, Greta Garbo o Cary Grant. Anya tiene mucho de esa potencia de estrella de Hollywood de la vieja escuela”.
Son habilidades que le resultaron muy útiles en Furiosa, donde le exigieron más de lo que jamás había tenido que dar en una interpretación. “Para mí, todos mis personajes son reales”, dice la actriz. “La protección que siento que debo darles nunca cambia: defiendo al extremo sus intereses”. Los personajes de la película fueron llevados constantemente al límite, y el rodaje, en Australia, obligó a Taylor-Joy y sus coprotagonistas a habitar un mundo muy intenso durante largos períodos de tiempo y casi sin respiro.
“Lo que te piden hurgues en tu interior y que muestres emocionalmente es agotador”, dice Hemsworth, y elogia a Taylor-Joy por haber estado a la altura del desafío. “Lo que hizo me pareció inspirador, porque estuvo ahí durante meses, día tras día, protegiendo ferozmente a su personaje.”
De todos modos, Taylor-Joy dice que muchas veces se sintió que era la única. “Nunca me sentí más sola que haciendo esta película”, dice, eligiendo sus palabras con cuidado. “No quiero profundizar mucho en eso, pero todo lo que pensé que iba a ser fácil resultó ser difícil.”
Su reticencia a ahondar en el tema me recordó la primera vez que entrevisté a los actores de Furia en el camino: durante ese rodaje, la desesperación de los personajes se coló en la vida real de los actores, y desentrañar esa experiencia les llevó mucho tiempo. Como me pareció que Taylor-Joy estaba eludiendo un tema delicado, le pregunté qué era exactamente lo que le había resultado más difícil de lo que esperaba. Y se tomó cinco largos segundos para pensar y darme una respuesta. “Siguiente pregunta, lo siento”, dice la actriz con una mirada lejana en sus ojos, como si una parte de ella hubiera quedado atrás, en aquel páramo. “Preguntame de nuevo dentro de 20 años”, dice.
Poco después de rodar La bruja, Taylor-Joy estaba en Buenos Aires con un amigo, cuando su hermano mayor apareció montado en una moto Ducati alucinante. Le ofreció a la actriz conducirla. “De hecho, manejé bastante bien”, dice. “Lo único que me pasó fue que no lograba arrancarla sin hacer toser el motor, pero aceleré igual y me di contra un árbol”, dice tocándose una leve cicatriz en la rodilla. “Me quedó este recuerdito.”
Ese accidente fue el obstáculo emocional que tuvo que superar durante su año de preparación para interpretar a Furiosa, que incluyó andar en moto, entrenamiento de fuerza y conducción acrobática. (El hecho de que todavía no tenía registro le imprimía una tensión extra a su trabajo). Al principio creía que la parte más difícil sería dominar la coreografía típica de las películas de acción: ya había visto que Furia en el camino tenía algunas de las secuencias de acrobacias más intimidantes jamás filmadas. Sin embargo, para su propia sorpresa, descubrió que era la oportunidad perfecta para su perfeccionismo.
La coreografía de acción, “te puede salir más o menos bien, te puede salir casi bien o te puede salir del todo bien, y yo quería que todas las veces me saliera del todo bien”. La tangible sensación de mejora después de cada toma la entusiasmó: “Cuando mi cerebro analítico se activa de esa manera, me siento muy viva y siento que tengo un propósito.”
La secuencia de acción central de la película, una dramática incursión en War Rig, donde se ha escondido Furiosa, requirió 197 tomas que se fueron completando a lo largo del rodaje. Con todas esas tomas de acción programadas —en su mayoría, que duraban segundos y en las que Taylor-Joy trepaba, conducía, se agachaba y peleaba—, pasaban semanas en el set sin que ella tuviera que decir una sola línea de texto. “Meses…”, responde la actriz. Y algunos de los límites que le impusieron a su actuación inicialmente la desconcertaron.
Tira y afloja
“Quiero empezar diciendo que amo a George al cien por ciento y que si te vas a meter en algo como esto, mejor estar en manos de alguien como George Miller”, dice Taylor-Joy. “Pero él tenía una idea muy, muy definida y estricta de cómo era el rostro de guerra de Furiosa, y por eso mi actuación quedó reducida a mis ojos en gran parte del metraje. Todo era ‘boca cerrada, sin emoción, hablá con la mirada’. No podía apartarme de eso.”
Según Miller, el objetivo de esa especie de inmovilidad era lograr un impacto “mitológico”. “Si pensamos en los héroes clásicos del cine, casi inevitablemente varones, que se remontan a John Wayne y Clint Eastwood, suelen ser muy lacónicos”, dice Miller, y agrega que las interpretaciones mudas de Holly Hunter en La lección de piano y de Jane Wyman en Belinda merecieron el Oscar. “Cuando a un personaje le está pasando de todo y está en silencio, el público se entera de muchas cosas, y eso realmente solo se logra en el cine.”
Taylor-Joy entiende el punto de Miller, pero de todos modos siente que a Furiosa le debían un momento de erupción. “Soy una firme defensora de la ira femenina”, apunta la actriz, y señala que en la mayoría de las películas los personajes femeninos deben soportar todo tipo de adversidades soltando apenas una lágrima. “Somos animales, y llega el punto en el que alguien simplemente se desmorona”, dice. “En la película pego un grito, y no exagero cuando les digo que tuve que pelear meses para que me dejaran incluirlo en la escena.”
Mientras hacía Furia en el camino, Theron emprendió una campaña similar en nombre del personaje, argumentando que cuando Furiosa tocaba fondo, se imponía algún tipo de arrebato catártico. Miller finalmente accedió a ese deseo, y el resultado —una escena improvisada por Theron en la que Furiosa cae de rodillas y deja escapar un grito primal— es uno de los momentos más memorables de la película. Le menciono esa negociación a Taylor-Joy, y asiente con la cabeza.
“Con George, el tira y afloja es largo”, apunta Taylor-Joy. “Plantas la semilla el primer día, la dejas un rato, y volvés a revisar”. Una vez, debatió la elección de un personaje con tanta intensidad que se le quebró la voz frente a Miller y se puso a llorar. “Él me dijo: ‘Es hermoso que te importe tanto’. Y yo le dije: ‘¡Estoy tratando de decirte algo!’”
De todos modos, uno de sus principales objetivos era asegurarse de que el director de 79 años siempre se sintiera respetado. “Quise estar segura de no ser insolente de ninguna manera, de que siempre hubiera diálogo”, dice. “Al final de cuentas, es la visión del director. Yo puedo presentar todos mis argumentos, pero su palabra es la que vale.”
Cada vez que Taylor-Joy enfrenta un proyecto desafiante, hay algo que se queda en ella durante un tiempo. Años después de Gambito de dama, por ejemplo, los riesgos de jugar al ajedrez con un amigo la siguen atormentando . Y ahora se pregunta cuánto tiempo tardará en tener una perspectiva real del modo en que Furiosa la modificó internamente.
“Jamás me arrepentiré de esta experiencia, y por infinitos motivos, pero es una historia muy particular”, apunta la actriz. “No hay una sola persona en el mundo que haya participado de una película de Mad Max, y lo juro por Dios, que no tenga una mirada reconocible en los ojos: nos miramos y lo sabemos. Se establece una especia de parentesco inmediato, algo así como: Tranquila, lo sé, te entiendo.”
Y tiene la esperanza de algún día poder hablar de todo eso con Charlize Theron. “Nos cruzamos muy, muy brevemente en los Oscar, y ella es maravillosa”, dice Taylor-Joy. “Pero nos debemos una cena para charlar a fondo.”
Y después está el tema de la película en sí. “Después de haberla visto completa una vez, me pregunto si podré volver a verla”, dice, ya que al momento de esta entrevista no había visto más que un montaje inicial en blanco y negro, antes del agregado de los efectos especiales, pero incluso eso la emocionó hasta las lágrimas: “A los dos minutos de película ya estaba moqueando”. La película tuvo finalmente su estreno mundial esta semana en el Festival de Cannes, presentación a la que Taylor-Joy, Hemsworth y el director acompañaron en la alfombra roja.
¿Por qué las lágrimas? “Porque amaba a esa persona a la que no podía proteger”, responde simplemente. “Eran fuerzas superiores a la mía.”
La actriz dice que de alguna manera Furiosa sigue dentro de ella y señala que salió de la película “pudiendo defenderme más a mí misma, porque siento que parte de esa protección y de ese amor que le brindé a ella los llevé a mi vida real”. Sin embargo, también ha intentado empezar a trazar una línea más clara entre sus personajes y ella misma.
“Me he pasado 10 años encarnando a esas personas”, dice. “Fui avanzando por la vida con esa mochila de experiencias y todo el tiempo pensaba: ‘Bueno, ahora no puedo ocuparme de mí porque tengo que ocuparme de ellos’. Y en esta entrevista vuelve a aparecer lo mismo, pero al fin y al cabo me digo: ‘En este momento, soy una máquina. Funciono y se acabó. Me meten en el armario cuatro horas y a la mañana me sacan y me ponen a hacer otra cosa.’”
La huelga de actores del año pasado obligó finalmente a Taylor-Joy a sentarse y pensar en sus propios deseos. “Empecé a preguntarme qué hago para divertirme, qué cosas disfruto realmente.” Así que ahora está abocada al papel de vivir de verdad. “Me di cuenta de que mientras tenga algo de qué maravillarme, no necesariamente necesito descansar”, apunta la actriz, y recuerda un reciente viaje al Parque Nacional de Yosemite que le dio mucho en qué pensar: “¿Por qué escalar simplemente una montaña, y después otra, y después otra, nos produce ese sentimiento tan profundo y tan genuino?”
Tal vez sea porque le brinda, en la vida real, el mismo tipo de desafío que tanto le atrae de su trabajo, donde los personajes enfrentan situaciones que pensaban que no podía superar y luego, al lograrlo, advierten que se han vuelto más fuerte que antes. La expresión en su cara me dice que Anya está bien, aunque todavía no lo sepa. Tal vez se lo vuelva a preguntar dentro de 20 años.
(Traducción de Jaime Arrambide)