Belinda, Christian Nodal y el precio de la fama: ver tu dolor convertido en entretenimiento

Belinda con Christian Nodal / Agencia México
Belinda con Christian Nodal / Agencia México

No importa si son Belinda y Nodal —que son la nota de la semana, y si acaso, del mes—, Brad Pitt y Angelina Jolie (o bien, Brad Pitt y Jennifer Aniston, o en otros tiempos Lucero y Mijares, Rihanna y Chris Brown, Kanye y Kim o cualquier otra pareja de la farándula que sea lo suficientemente famosa como para trascender fronteras cuando viven su romance, son objeto de escrutinio y de —en la mayor parte de los casos—beneplácito de sus fans... hasta que llegan a su fin y entonces comienza el verdadero viacrucis, porque su dolor (y no hay manera de que una ruptura sentimental no sea traumática) se convierte en un espectáculo de circo.

El caso de los Nodeli (ese mononímico que le pusieron sus fans a la pareja) es el más reciente que termina, después de una borrachera de pasión y de ser un tópico sobreexpuesto —en año y medio no hubo semana en la que no escribiéramos acerca de este par— con un comunicado (en este caso, un story de Instagram, que vino a reemplazar los añejos boletines de prensa que se mandaban en la época en que Elizabeth Taylor cambiaba de maridos como de zapatos), que parece ser el punto final... pero en realidad es solo el principio de un nuevo horror.

Es aquí donde pienso (y ustedes me perdonarán si me pongo personal) que debe ser espantoso pedir respeto a tu privacidad en luz de tu cortón, y saber que por supuesto lo estás haciendo en vano porque los medios se te van a ir encima, las redes sociales de inmediato se volverán juez y parte y, por días, semanas, meses o—como es el caso de Julián Gil y Marjorie de Sousa— años. Tu vida (o al menos una parte sustancial de ella) se verá embarrada en todas partes, rezumante de especulaciones, de maledicencias, de calumnias, sarcasmos y hasta memes.

Todo esto mientras se sufre. Y mucho.

Desde que existe el concepto masivo de celebridad (algo que nació en los primeros años del siglo XX), cuando alguien de la farándula o de la alta sociedad se empareja con otra persona del mismo plumaje o anexas, se vuelve un evento, eso es un hecho. Pero siempre hay que estar preparados para la masacre que viene después del naufragio pasional: gritos, alegatos, demandas, custodias peleadas, crisis nerviosas y (como en el caso de Nicole Kidman cuando Tom Cruise le notificó que la dejaba, en diciembre del 2000) hasta abortos espontáneos o cosas peores.

El que las celebridades lleven vidas de lujo y ganen sumas importantes no los diferencia en realidad tanto de los demás; por lo mismo, el proceso de ruptura no deja de ser doloroso. El sufrimiento de Jennifer Aniston en 2005 cuando Brad Pitt terminó su matrimonio para iniciar una relación con Angelina Jolie (algo que realmente había comenzado meses antes del comunicado durante el rodaje de una película) se plasmó en todas partes y le quedó el mote mediático de Poor Jen por años, hasta que ella misma tomó las riendas del asunto (tan así que su ruptura con Justin Theroux fue infinitamente más serena), y ella misma recordó en una entrevista muy célebre que fue espantoso ver su dolor convertido en morbo por todas partes.

En el caso de Belinda y Nodal, apenas comienza la refriega. Ya hay alegatos e insinuaciones acerca de temas financieros y de abuso de confianza; esto es algo recurrente en las relaciones de la cantante, y ciertamente no creo que llegue a alcanzar el nivel de cordialidad que han alcanzado otras parejas al cabo de su separación, siendo el ejemplo más claro Lucero y Mijares, que no solo criaron a sus hijos bien, sino que hasta han formado una gira juntos.

La civilidad, ante todo, es primordial en estos casos y mantener un frente cerrado y fuerte; las especulaciones, rumores y chismes son de rigor en este negocio y es muy triste tener que ver cómo a cualquiera, sin importar qué tanto le sonría la fortuna en lo profesional (como es el caso de Nodal), se le somete a la humillación pública en el peor momento.

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