¿Por qué la gente cree en la magia?

Hasta los más racionales creemos en la magia, en que los objetos y símbolos tienen poder, en que la suerte puede determinar nuestro destino o la astrología puede decirme cuál será mi futuro. En su libro "Las 7 leyes del pensamiento mágico", el experto en temas de psicología y editor de la revista Psichology Today Matthew Hutson explica los cómo y los porqué de este mecanismo de la mente.

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Pero antes, una aclaración: Una cosa es el pensamiento mágico y otra es la fe que depositamos en la superchería; estamos llenos de supersticiones que respetamos. ¿Alguien pasaría por debajo de una escalera, o se animaría a pasar el salero en la mano de su amigo, por ejemplo? Por las dudas, no lo hacemos, podría traernos mala suerte...

Hace unos años, en 2008, un comprador anónimo pagó 5.300 dólares por un pañuelo usado por la actriz Scarlet Johansson. Aunque la mayoría de nosotros no licuaría sus ahorros en adquirir recuerdos sucios de sus celebridades preferidas, Hutson sostiene que casi todo el mundo les otorga importancia a los objetos asociados con las personas que idealizan. Está clarísimo que el famoso piano blanco de John Lennon vale mucho más que un piano idéntico que no haya tenido una celebridad por dueño, por ejemplo.

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Hutson ha pasado los últimos diez años investigando el pensamiento mágico, y ha llegado a la conclusión de que es un recurso que puede hacernos más llevadera la vida.

"El pensamiento mágico funciona de muchas formas y está en cada uno de nuestros actos", explica Hutson, "consiste en atribuir propiedades mentales a fenómenos no racionales, interpretar eventos naturales como si éstos tuvieran un propósito o un significado, o tratar los pensamientos como si tuviesen poder físico". Según él, el pensamiento mágico nos ha ayudado a sobrevivir durante miles de años, nos ayuda a dar sentido a la vida, a responder preguntas existenciales, a aliviar la angustia que nos produce la incertidumbre...

Hutson describe siete tipos de pensamiento mágico que persisten hasta nuestros días, así como la forma en que funcionan en nuestra vida cotidiana.

1. Objetos con esencia. Autógrafos, dedicatorias, regalos, objetos especiales… Todos coleccionamos algo, aunque sean citas de libros o canciones preferidas. Los valoramos de manera entrañable porque llevan la huella de alguien o algo que admiramos. Hutson sostiene que eso se basa en la propiedad de transmisión: la creencia en que las propiedades subjetivas se pueden transferir a los objetos (si poseo algo de alguien a quien admiro, sus valores subjetivos me serán transferidos por el objeto en cuestión. Por ejemplo, el pañuelo de Scarlett, el piano de Lennon, o sencillamente, la joya preferida de mi abuela). Nos da confianza y sentimiento de control sobre el mundo.

2. Mente sin límites. Mejor conocida como la ley de la atracción, nos dice que si visualizamos algo, se puede hacer realidad. (Un claro ejemplo es el éxito sin precedentes del libro El Secreto, de Rhonda Byrne, cuya premisa se sostiene en la creencia de que si uno imagina la vida que desea, el universo la proveerá.) Hutson sostiene que la ley de la atracción funciona, pero no por una "frecuencia mental". Lo que ocurre es que las expectativas positivas se convierten en profecías autocumplidas. Es una cuestión de sintonía: a mayor certeza sobre lo que queremos, mayor conexión para reconocer aquellas oportunidades que nos ayudarán a concretar el deseo.

3. Símbolos con poder. Hutson lo identifica con la ley de la semejanza, y se basa en creer que las causas se parecen a los efectos: algo así como que si recorto de una foto la cara de mi padre, esto podría producirle algún daño. El poder simbólico de los actos rituales nos produce la sensación de que estamos en control de los acontecimientos.

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4. Acciones que tienen consecuencias en el tiempo. Suerte, superstición, karma, "todo lo que haces, tarde o temprano se te devuelve". Este pensamiento nos ayuda a explicar la dinámica de la energía, y también puede funcionar como una especie de conciencia colectiva para ayudarnos a ser más empáticos y más concientes del valor moral de nuestras acciones.

5. El alma no muere. Hutson señala que, desde un punto de vista científico, eso que podríamos llamar el alma o la conciencia es una creación mental (algo que la historia de la filosofía rebatiría, y ni hablar de las religiones). Sin embargo, la creencia de que el alma sobrevive al cuerpo, y por ende, al cerebro, es una de las más poderosas en todas las culturas y religiones. Creer en la vida después de la muerte alivia el miedo a la desaparición absoluta, a la nada.

6. Todo está vivo. Atribuir sentimientos y reacciones humanas a los animales, a la tecnología o a la naturaleza nos pone en sintonía con todo lo que nos rodea.

7. Las cosas pasan por algo. "Es una creencia que da sentido a la vida -dice Hutson-. Sentimos que lo que nos está ocurriendo forma parte de una gran narrativa, de una historia mayor, y también nos da sensación de pertenencia. También nos ayuda a entender la trascendencia, es decir, que todo aquello malo o bueno que pasa, forma parte de una lección o un llamado a hacer mejor las cosas".

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Todo esto, claro, si se analizan los valores positivos del pensamiento mágico. Algo muy distinto es, como planteaba al principio, la creencia en la superchería, en los horóscopos, lecturas de Tarot, Runas, videncias, y demás elementos "mágicos" que abundan, por ejemplo, en Internet.

La verdad, yo no creo en las brujas, pero que las hay, las hay.

Fuentes: Cachimba, Magical Thinking, NPR

En Twitter @aleherren

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