Julia: un clavo sí saca otro clavo

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para empezar una nueva relación? He escuchado mil teorías al respecto, incluso una que por descabellada que parezca, guarda una cierta lógica. Alguien me dijo alguna vez que el tiempo de duelo tras finalizar un noviazgo debía ser la mitad del tiempo que duró. Por ejemplo, si la relación se extendió por un año, el tiempo de recuperación sería de seis meses; si fueron siete años —como en mi caso—, uno estaría listo para volver a amar en tres años y medio. Esta teoría, definitivamente, no funcionó en Julia.

—¿Por qué no me habías dicho nada? —le reclamé a mi amiga una mañana —. ¿Ya andan?

—No, sólo estamos saliendo — me respondió.

—Y, ¿qué pasó con Beto?

—Pues me habla a cada rato, pero no le contesto.

Hace apenas unas semanas Julia estaba devastada, jurándose a sí misma y a cuanta persona se dejara que nunca volvería a amar; después empezó a salir con Beto, su amigo cariñoso, y finalmente conoció a...

—Se llama Benito —me dijo Julia sobre su nuevo 'amigo'.

—¿Por el expresidente? —pregunté.

—Creo que más bien por el de Don Gato.

Me contó que hace unos días estaba muy concentrada trabajando, cuando sonó su teléfono. Era la recepcionista que le informaba que le habían dejado un paquete y le pedía que lo recogiera. Julia obedeció y llegó al vestíbulo del corporativo. Ahí se encontró con un objeto plano y rectangular envuelto con papel de estraza. Regresó a su lugar y lo abrió vorazmente, como los niños abren sus regalos en Navidad. Descubrió un póster enmarcado con una nota que decía:

Creo que se va a ver muy bien en tu cubículo.

Saludos,

Benito.

Al día siguiente volvió a sonar su teléfono. Julia contestó con dificultad, estaba inmersa en la pantalla de su computadora, leyendo cientos de correos electrónicos. Era Benito, hasta ese momento un absoluto desconocido. El hombre en la línea le explicó que era un impresor que había tenido una junta en la oficina y vio a Julia pasar por ahí. Benito, el impresor, indagó con un par de personas la identidad de la mujer que tanto le había llamado la atención y pudo averiguar su nombre. Después decidió mandar el regalo con la esperanza de poder conocerla.

Soy una romántica —me dijo Julia durante su historia —. ¿Qué te puedo decir?

—Está padre el póster —le contesté. Era una ilustración, hecha con serigrafía, de dos conejitos sentados en una pradera compartiendo una zanahoria.

—¿Qué hago con Beto? —me preguntó.

—Déjalo ahí, hasta que sepas bien lo que quieres con Benito.

—Ok —dijo resignada.

Pasaron las semanas y no supe nada de Julia, nuevamente mi trabajo me había devorado por completo. Asumí que todo iba viento en popa con Julia y Benito, porque sus amigas se juntaban alrededor de su lugar y murmuraban fuera de control. Se reían y la abrazaban. Signos inequívocos de su estado. Un día, cuando tuve un poco más de tiempo fui a su cubículo. El póster de los conejos colgaba majestuoso y los rayos de sol lo iluminaban como si estuviera en un museo. Me senté en su archivero y le pregunté:

—¿Entonces?

—Anjo, te extraño mucho, tengo tanto que contarte.

—Vas.

—¿Puedes comer?

—No, tengo junta, pero ahorita puedo escuchar.

—Ya andamos. Estoy feliz.

—¿Con Benito o con Beto?

—¡No, guácala Beto! Obvio con Benito.

En efecto, Julia se veía feliz. Parecía que sus ojos trataban de abrirse lo más posible para apreciar y disfrutar todo a su alrededor. Se reía de cualquier cosa y celebraba la rutina. Pero lo que más me llamó la atención fue la total ausencia de Guillermo, su exnovio, en la conversación; aquel hombre con el que Julia sostenía una relación cuando yo la conocí, hoy, era un completo vestigio en la memoria.

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para empezar una nueva relación? El suficiente para que aparezca una persona así, como Benito.

Twitter: @AnjoNava

El resto de la historia de Julia:
Julia: Todo por servir se acaba
Julia: Siempre queremos lo que no podemos tener
Julia: Del sexo al amor hay un paso