Fingir el orgasmo
Las películas, los medios, los afiches nos muestran que el orgasmo es fácil y fluido: la mujer, hermosa, se acerca al tipo y le arranca la ropa. Tienen un sexo sin juego, desenfrenado, contra la pared. Ella hace: ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!, y llega al orgasmo en breves segundos, en el mismo instante que él.
Por eso es buscado, exigido. Pero en verdad, y a pesar de ser hoy el modelo del goce femenino, la historia es otra. Aquel, es un modelo totalmente engañoso. La mujer piensa que ésa es la normalidad y como a ella no le pasa eso, cree que tiene que fingir. No se siente excitada, pero le arranca la ropa como hace la actriz, jadea y grita y ya está todo bien. Y los hombres, que también ven las películas, están totalmente convencidos de que ése es el orgasmo de las mujeres.
¿Por qué? Ellos están aún más desinformados que ellas, sobre todo cuando son jóvenes, no sólo porque pocas mujeres les hablaron con verdad sobre sus necesidades y deseos, sino porque su propio narcisismo les hace creer que la sexualidad femenina es igual a la de ellos y que su pene erecto es garantía del goce femenino.
Las cosas distan mucho de ser verdad, tal como se ve en la memorable escena de Cuando Harry conoció a Sally: cualquier mujer puede fingir el más intenso de los orgasmos jadeando y retorciéndose sentada a la mesa de un restorán frente a un humeante plato de fideos. Pero ¿todas las mujeres mienten?
Es difícil saberlo en realidad. Es el secreto mejor guardado, incluso entre las mejores amigas. Algunos estudios apuntan a que más del 90% ha mentido por lo menos una vez en la vida.
Las causas del fingir son variadas: por vergüenza, para hacer feliz a su compañero a quien ven muy obsesionado, porque se aburren y quieren acabar, porque no saben cómo decirle que lo haga de otra manera y también porque el no alcanzarlo inflige una profunda herida a su autoestima. Fingir el orgasmo, condena a la mujer a seguir haciéndolo y a no poder gozar, ya que está más pendiente de la escena que tiene que dramatizar que de su propia entrega al placer orgásmico.
Constituir al orgasmo en la única meta del sexo puede volverlo menos agradable e incluso aburrido y sumamente frustrante. Si se desea experimentar placer sexual intenso y prolongado, lo conveniente es no intentar tener un orgasmo, menos aun actuar y fingir.
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