Miedo a la intimidad sexual

¿Le tienes miedo a la intimidad sexual? / Foto: Thinkstock
¿Le tienes miedo a la intimidad sexual? / Foto: Thinkstock



El miedo a la intimidad, está sumamente difundido en nuestra sociedad y puede producir problemas que van más allá de las disfunciones sexuales.

Los individuos que sufren este temor se quejan por sentirse solos y conscientemente se esfuerzan por lograr el acercamiento, pero en realidad se sienten verdaderamente angustiados ante la idea de una relación íntima debido al miedo a ser rechazados o a perder el control de la situación. Otros temen la intimidad como consecuencia de su baja autoestima, sintiendo no tener nada valioso para ofrecer al otro ni ser merecedores del amor de éste. Son personas que suelen tener gran cantidad de relaciones que terminan cada vez que éstas amenazan con adquirir mayor cohesión. Algunos problemas de intimidad son consecuencia de experiencias negativas y decepcionantes con las relaciones de los primeros años.

Muchas veces intentamos eludir la intimidad mediante trampas engañosas: intentamos "leer el pensamiento" del otro, tratando de deducir o adivinar qué siente y piensa nuestra pareja o rápidamente tratamos de mantener relaciones sexuales. Si bien estas actitudes pueden ser respuestas inocuas en determinadas circunstancias, no constituyen un atajo en el camino hacia la verdadera intimidad.

La intimidad puede crearse y recrearse cuando dos personas abandonan viejos patrones de persecución y rechazo, cuando confían en exponer las partes que pueden ser heridas y cuando ven y son vistas realmente como son, simultáneamente, con total conciencia de sus vulnerabilidades y con la intención de continuar la danza. Compartir experiencias no significa que ambos miembros de una relación actúen siempre juntos ni que uno llena todas las necesidades del otro. Compartiendo nuestra intimidad y nuestra privacidad, generamos un clima que favorece el placer, el erotismo y el contacto.

Las experiencias sexuales son más placenteras con una pareja que nos conoce íntimamente, con quien se puede tener la seguridad de no ser rechazado ni decepcionado, de que los propios sentimientos serán tenidos en cuenta. Una relación de intimidad actúa como un amortiguador que resguarda de las presiones y tensiones de la vida diaria.

Solamente cuando vemos y respetamos realmente al otro y nos sentimos miradas y respetadas por éste, podremos confiar el uno en el otro. Este respeto significa que ambos comprendimos la esencia de la intimidad: no somos una sola persona, sino dos, no estamos juntos "en un mismo barco" sino en dos, y el navegar juntos o a la deriva depende de este reconocimiento de individualidades.


Diana M. Resnicoff es licenciada en psicología, sexóloga clínica y secretaria científica de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (S.A.S.H.).


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