Los niños y las preguntas
Los niños son naturalmente curiosos ya que desde el nacimiento cada día inaugura una aventura hacia el mundo desconocido. Sin la posibilidad del lenguaje: tocar, mirar, oler... son las diferentes maneras de acercarse al conocimiento; pero a partir de la adquisición de la palabra, comienza la etapa de las mil preguntas ¿por qué?, ¿cómo?, ¿dónde?, preguntas que se formulan desde el enorme deseo de saber.
Frente a ello, y en relación a algunas preguntas delicadas, muchas veces los padres no saben cómo responder a la incesante demanda de los niños. A esta altura sabemos que lo mejor es siempre decirles la verdad, pero también es cierto que a veces los padres sienten al mismo tiempo, que sus hijos aún no están preparados para conocer detalles. Lo importante es no hacerse los distraídos a la hora de recibir alguna pregunta o dar alguna versión distorsionada de la realidad. En esos casos es preferible optar por dar la información acotada del tema, sabiendo que si la respuesta no satisfizo al "preguntón", volverá por más. Si lo que sucede es que no hay tiempo para detenerse en ese momento para responder la pregunta, podemos acordar retomar el tema más tarde, con el compromiso y la seriedad que eso requiere.
¿Qué significa decir la verdad?
Decir la verdad significa comenzar por una respuesta sencilla, ajustada a la realidad, e ir complejizando la información a medida que el niño va creciendo, teniendo presente que recibir más información que la que el niño puede procesar, sólo favorece la confusión.
Lo más importante es que los padres mantengan abiertos los canales de comunicación con sus hijos, recibir las preguntas que puedan ellos realizar con naturalidad, tomándose en serio cada una de ellas y dando una repuesta verdadera. Así, los niños recurrirán a sus padres cuando necesite información, ayuda o algún consejo.
Los padres que se muestren esquivos o reticentes frente a las preguntas de sus hijos, dificultan el acercamiento; los padres abiertos, sinceros y comprensivos favorecen el desarrollo de la autoestima y la confianza de sus hijos. Este diálogo comienza desde aquellas primeras preguntas y continúa toda la vida.
Pero por supuesto que no todo es tan sencillo: habrá momentos difíciles en los que resulta complicado encontrar las palabras apropiadas, que las preguntas confrontan a los adultos con temas no resueltos, o se relacionan con temáticas que los inhiben, angustian, etc.
Justamente por eso, cada pregunta es una invitación a enseñar no sólo acerca del tema en cuestión, sino también sobre las limitaciones, sentimientos y debilidades de los padres. Incluir la posibilidad del "no sé", o "me cuesta explicarte" da una versión sincera y abierta de los adultos, en donde el niño encontrará un espacio donde alojarse con mayor facilidad, que frente a los padres que supuestamente todo lo saben, todo lo pueden.
Sugerencias para tener presentes al responder:
- Tomar con seriedad cada pregunta
- Detectar claramente qué quiere saber el niño
- No evitar decir la verdad
- No dar todos los detalles: el niño puede asustarse frente a la información que no es capaz de manejar
- Tratar de emplear palabras que él use habitualmente
- Acompañar la explicación con algún ejemplo cercano al niño
- Complejizar la información frente al crecimiento de los niños
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