¿Mi hijo es obsesivo?

Por: Silvia Renata Figiacone

Sofía tiene una hija de seis años, María, que tiene rituales que, a ojos de sus padres, forman parte de la vida cotidiana. Antes de ponerse el pijama necesita contar hasta veinte. Si se la interrumpe comienza otra vez y se angustia. Una vez que el pijama está puesto, y solo una vez que está puesto, puede sacarse las medias, doblarlas prolijamente arriba de la silla del escritorio y ponerse las pantuflas. Primero la derecha, contando hasta diez y después la izquierda, volviendo a contar. Diez más diez es veinte, explicó más de una vez.

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Con las pantuflas puestas se dirige al baño a lavarse los dientes, pero es un problema porque no entra al baño con las pantuflas por lo que debe sacárselas antes de entrar y, al salir, volver a contar hasta diez con cada pie. Se dirige a su cuarto y al pasar por el dintel necesita que su madre le diga “dulces sueños mi bombona”. Solo así entra tranquila en su habitación. Si su madre lo dice antes o después, necesita volver a la puerta del baño para comenzar de nuevo ese último paso antes de acostarse. Finalmente ya en la cama necesita un cuento. Siempre el mismo. A pesar de los esfuerzos de sus padres por ofrecerle otros, siempre quiere el mismo y se angustia si no se le cuenta. Entre una cosa y otra, una rutina de quince minutos es, en casa de Sofía, un ritual de 45.

Al leer el párrafo anterior es posible empatizar con el sufrimiento de María y sus padres. Las ideas obsesivas y sus rituales asociados consumen tiempo, esfuerzo y ánimo. Lentamente todo conduce a ser esclavo de ideas y rutinas que se viven como absurdas (cuando se es adulto) pero no pueden abandonarse.

Obsesiones y compulsiones

Entre el 1 y el 2% de la población sufre lo que la Psiquiatría denomina Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). El TOC es un trastorno del desarrollo del sistema nervioso que se traduce en la presencia de ideas obsesivas y actos repetitivos (compulsiones) que generan gran malestar y son para quien lo sufre, inevitables a pesar de ser considerados irracionales muchas veces. Aunque es una enfermedad típicamente observada en adolescentes y adultos, existen chicos que la padecen y sufren por padecerla. Es importante además considerar que con facilidad, el TOC, afecta la vida cotidiana de todos los miembros de la familia que, frente al sufrimiento del enfermo, hacen todo lo posible por ayudarlo a mitigar su angustia (los padres de María vuelven una y otra vez a la puerta del baño si es necesario) sin saber que ello colabora con la gravedad de la enfermedad.

Martin (2010) refiere en su texto The Everything Parent's Guide to Children with OCD: Professional, reassuring advice for raising a happy, well-adjusted child, que las ideas obsesivas son pensamientos indeseables y no bienvenidos que son imposibles de detener o evitar. Las ideas obsesivas facilitan que los chicos (y grandes) necesiten o no puedan evitar la realización de actos repetitivos que llamamos compulsiones.

En el caso de María, contar hasta 10 con cada pie para sumar 20 es una compulsión, componente de un ritual que posiblemente deviene de ideas obsesivas referidas a la seguridad de su familia o la propia durante la noche. Aunque no sea fácil de creer, es posible que María crea que si hace todo eso, sus padres amanecerán como fueron a dormir y allí estarán para cuidarla. Y también es posible que crea que, si no lo hace, algo malo pueda ocurrirles.

Típicamente los chicos con síntomas obsesivos, tienden a contar, chequear, revisar, lavar, ordenar, cosas en virtud de la presencia de pensamientos que no pueden evitar ni manejar.

Cuando los síntomas producen malestar subjetivo, deterioro de la calidad de vida personal y familiar y consumo de tiempo, es posible que impliquen la presencia de un trastorno obsesivo compulsivo, una enfermedad que puede ser altamente invalidante pero afortunadamente tiene tratamiento exitoso en al menos el 75% de los casos (Martin, 2010).

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Martin ofrece algunos tips para considerar cuándo es importante hacer una consulta o preocuparse frente a comportamientos de este tipo:

- El monto de ansiedad y/o angustia frente a los eventos repetitivos llama la atención

- Los comportamientos repetitivos consumen más de una hora por día (sumados)

- Los síntomas producen deterioro del nivel de funcionamiento de los chicos o facilitan que eviten acciones (ir a la pileta del club por presencia de gérmenes por ejemplo)

Martin recomienda que, a penas son observados este tipo de comportamientos, los padres abran una “bitácora de síntomas” donde registren comportamientos con sus días y tiempos, situaciones desencadenantes, y el nivel de angustia aparecido. Ello facilitará la tarea de diagnóstico del médico y ayudará además a desarrollar estrategias de abordaje desde casa y los padres para minimizar el impacto de la dificultad.

A pesar de que siempre se creyó que el TOC es un trastorno de la adolescencia o la adultez, el 50% de los adultos con TOC refieren haber padecido síntomas en la niñez, lo que exige comprendamos que no es necesariamente un cuadro de tardío inicio.

Frente a la sospecha por presencia de síntomas similares a los de María, la consulta es necesaria y debe realizarse con un profesional en salud mental infanto juvenil. Lo importante y prioritario es hallar un profesional que no interprete los síntomas sino que los considere como expresión característica de rasgos obsesivos a fin de que sea posible obtener el tratamiento que, en nuestros días, se conoce exitoso para el cuadro.

Lo más importante es recordar que en la mayoría de los casos el pronóstico puede ser bueno si el tratamiento es adecuado. Y salir a buscar ambas cosas.

Referencias:
Martin S (2010). The everything parent´s guide to children with OCD: professional, reassuring advice for raising a happy, well adjusted child. Adams Media

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