3 terapias de renacimiento
Hace 35 años nací en un hospital por cesárea. La operación todavía no estaba tan mañosamente incentivada por las compañías de seguros y sé que mi madre habría querido parir como la mujer valiente que es. Sin embargo, el doctor la convenció para sacarme y hacerle la salpingoclasia de una vez. Por más extraño que parezca, este procedimiento trajo varios inconvenientes de salud que he arrastrado hasta la vida adulta. De algo estoy segura: si mi madre hubiese sabido que eso iba a ocurrirme se habría negado a la cesárea.
La primera consecuencia de la cesárea fue una intolerancia a los disacáridos; por falta de madurez no podía digerir el calostro ni la fórmula ni la leche de soya. Al borde de la muerte, mi abuela hizo una leche con semillas que fue mi alimento hasta que mi cuerpo desarrolló las enzimas necesarias para poder comer, pero mi sistema inmune y digestivo quedaron bastante afectados aun hasta hoy.
Otra de las consecuencias fue un desorden de sueño muy curioso que además me provoca contracturas en el cuello y la espalda. Al menos una vez por semana amanezco en posición fetal, la nuca presionando el borde de la almohada que, a su vez, está hecha un acordeón contra la cabecera. Sin darme cuenta, por las noches mi inconsciente trata de resolver el proceso de alumbramiento que nunca tuvo.
Los tres caminos
En diciembre del año pasado, antes de darme de alta, mi terapeuta me recomendó que para reafirmar el proceso que viví hiciera una terapia de renacimiento, pues ésta me ayudaría a reprogramar mi cerebro y le ayudaría a mi cuerpo a combatir mis males crónicos. Me puse a investigar y encontré tres posibilidades que se complementan.
1) La terapia de renacimiento consiste en una serie de ejercicios, respiraciones y meditaciones que recrean, de manera diferida y consciente, condiciones similares a las del parto. Esta terapia permite reprogramar al cerebro, activar procesos cognitivos, liberar emociones contenidas y corregir rutas de pensamiento desvitalizantes.
La terapia de renacimiento fue sido desarrollada principalmente por Leondard Orr, Sondra Ray y Fanny Van Laere. Su base teórica parte de la psicología transpersonal, que considera que el individuo está afectado psicológicamente por factores que están más allá de la persona, pues pertenece a algo que es más grande que "el yo", y que está relacionado con la idea de un todo (familia, grupo, sociedad, Dios/Universo/Energía). Eso último me gustó mucho porque, sin caer en el rollo charlatán del “new age”, le añade a la psique el sentido de trascendencia.
Esta terapia también me llamó la atención porque se enfoca en tratar los llamados “10 grandes traumas”: el trauma de nacimiento, el trauma de la escuela, el síndrome de desaprobación parental, la mentira personal, el trauma de la religión, la urgencia inconsciente de muerte, la senilidad, las vidas pasadas, la represión de lo femenino y el síndrome del Salvador del Mundo. Al menos en mi caso, sé que la terapia me ayudaría comprender algunos de mis problemas relacionados con el trauma de nacimiento, la desaprobación parental y la represión de lo femenino.
2) El baño de temazcal. Yo he participado en dos temazcal antes pero no como parte de un proceso de renacimiento, así que pienso que puede ser una experiencia mucho más significativa. Para los que no conocen el baño de temazcal, se trata de un ritual prehispánico que se realiza al interior de una “cabaña” de carrizo o adobe con techo de poca altura. En el centro se colocan piedras a muy alta temperatura y se les rocía agua con infusiones de hierbas. El calor, el vapor y la oscuridad recrean la sensación de estar dentro del útero –de la madre y de la tierra–. Esas mismas condiciones también despiertan ciertas resistencias en el cuerpo; superarlas es parte de la terapia y es lo que lleva a la sanación, la purificación y el renacimiento.
3) Sesiones de flotación. Por lo que entiendo, la flotación sería como la contraparte del temazcal: se trata de entrar en una piscina cerrada o flotario que tiene 800 litros de agua y 350 kilos de sales Epsom (sulfato de magnesio, como las que tienen las aguas termales). La solución salina es 5 veces más densa que el agua del mar, por lo que el cuerpo flota sin ningún esfuerzo. El flotario aísla mente y cuerpo de los estímulos sensoriales externos. En silencio y oscuridad, en una tempratura tibia, sin ninguna resistencia física, esta experiencia genera un estado de profunda relajación física y mental que recrea el seno materno. Cuando el cuerpo se encuentra en esa relajación y restricción sensorial, se activa el sistema parasimpático y el cuerpo comienza a regenerarse, segrega sus propios analgésicos y se refuerza el proceso de desintoxicación, además de equilibrar el sistema bioquímico y metabólico, lo que fortalece el sistema inmunológico. Lo más interesante, según me han contado, es que si se integran las sesiones del flotario a la terapia de renacimiento se llega a una comprensión más clara, integral y profunda de las situaciones.
En promedio, cada sesión cuesta entre $30 y $50 USD. No es barato pero tampoco es impagable y creo que vale la pena. No tengo la menor duda: reprogramar el cuerpo y la mente para ganar claridad y calidad de vida es una excelente inversión.
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