El poder del pensamiento mágico
Hace algunos años conocí a Oscar, un joven ingeniero holandés que había venido a Latinoamérica como consultor. Nos conocimos en una fiesta y salimos en varias ocasiones. Un día me preguntó por qué, si yo había ido a la universidad , seguía teniendo creencias mágico religiosas. La respuesta fue simple: mi pensamiento racional no excluye otras formas de pensar, incluso me ayuda a integrar el conocimiento. Después le describí decenas de tradiciones e ideas que se actualizan y se integran en nuestro imaginario colectivo. Oscar, escéptico hasta la médula, quedó un poco descompuesto con mi respuesta porque, para él, tener pensamientos mágicos o religiosos equivalía a tener una percepción errónea de la realidad, y eso era un obstáculo.
El tema quedó rondando en mi memoria, hasta que hace unos días hallé una reseña del libro del Dr. Mathew Hutson, editor de la revista Psychology Today. Hutson, quien ha pasado la última década investigando el pensamiento mágico, señala que lejos de ser un obstáculo, es un recurso que nos hace más llevadera la vida.
"El pensamiento mágico funciona de muchas formas y está en cada uno de nuestros actos", explica Hutson, "consiste en atribuir propiedades mentales a fenómenos no racionales, interpretar eventos naturales como si éstos tuvieran un propósito o un significado, o tratar los pensamientos como si tuviesen poder físico". La suerte, el karma, el destino, la reencarnación, la vida después de la muerte... todos forman parte del pensamiento mágico, un pensamiento tan necesario que forma parte de nuestros rasgos evolutivos; nos ha ayudado a sobrevivir durante miles de años y está anclado a nuestro cerebro porque nos ayuda a dar sentido a la vida, a responder preguntas existenciales, a aliviar la angustia, a dirigir nuestras acciones, etc.
Huston describe siete tipos de pensamiento mágico que persisten hasta nuestros días, así como la forma en que funcionan en nuestra vida cotidiana.
1. Objetos con esencia. Autógrafos, dedicatorias, regalos, objetos especiales... Todos coleccionamos algo, aunque sean citas de libros o canciones preferidas; los valoramos de manera entrañable porque llevan la huella de alguien o algo que admiramos. Dice Hutson que eso se basa en la propiedad de transmisión —lo mismo que pasa cuando tocamos una superficie caliente—. Es la creencia que las propiedades subjetivas se pueden transferir a los objetos. Su función es darnos confianza y sentimiento de control sobre el mundo. ¿Un ejemplo? Las joyas de la abuela o la pluma fuente de papá. No es que estén impregnados de su espíritu, pero nos hacen sentir protegidos y cercanos.
2. Mente sin límites. Mejor conocida como la ley de la atracción, nos dice que si visualizamos algo, se puede hacer realidad. (Para muestra: las ventas millonarias del libro El Secreto, de Rhonda Byrne, que plantea que si uno imagina la vida que quiere, el universo te la dará.) Dice Hutson que la ley de la atracción funciona, pero no por una "frecuencia mental". Lo que ocurre es que las expectativas positivas se convierten en profecías personales. En la medida en que sabemos con certeza lo que queremos, estamos en sintonía para reconocer aquellas oportunidades que nos llevarán a donde queremos llegar.
3. Símbolos con poder. Hutson lo identifica con la ley de la semejanza, y se basa en creer que las causas se parecen a los efectos (un molde de galleta de estrella producirá una galleta con forma de estrella). Por ejemplo, se han hecho estudios en los que se pide a la gente que corte una foto de alguien que ama. Esto les genera ansiedad porque tienden a creer que eso puede causar daño a la persona. El poder simbólico de los actos rituales nos ofrece la sensación de poder predecir o controlar lo que más tememos.
4. Acciones que tienen consecuencias en el tiempo. Suerte, superstición, karma, ley del boomerang: todo lo que haces, tarde o temprano se te devuelve. Este pensamiento nos ayuda a explicar el fluir de las fuerzas del mundo. Una parte de nuestro aprendizaje se basa en que el cerebro identifica patrones, hace conexiones y crea explicaciones. Esto motiva nuestras acciones, nos da confianza y optimismo. Aunque también puede funcionar como una especie de conciencia colectiva.
5. El alma no muere. Hutson señala que, de acuerdo con la ciencia, eso que podríamos llamar el alma o la conciencia es una creación mental. Sin embargo, una de las creencias más arraigadas en todas las culturas, es que el alma sobrevive al cuerpo, y por ende, al cerebro. Este pensamiento tiene un propósito evolutivo muy poderoso: creer en la vida después de la muerte alivia el miedo a la desaparición absoluta, a la nada. Y a nivel social genera sentimientos de duelo, compasión y resiliencia.
6. Todo está vivo. Imaginemos que se descompone un aparato o una máquina en un momento crucial. Uno mira al objeto y reclama: ¡Por qué me haces esto justo ahora! Por más irracional que sea, ocurre todos los días. Atribuir características humanas (venganza, tristeza, solidaridad) a los animales, la tecnología o la naturaleza proviene de nuestra capacidad para identificar movimiento y empatía. Ponernos en sintonía con los pensamientos y los deseos de otros es una capacidad de supervivencia como especie social que somos.
7. Las cosas pasan por algo. Parecería que hemos dejado atrás la idea de la fortuna y que somos arquitectos de nuestra propia vida. Sin embargo, persisten las ideas del destino o la intervención divina. Este pensamiento forma parte de nuestra búsqueda existencial, pues nos ayuda explicar nuestra presencia en este mundo. Es una pregunta tan profunda y densa, que necesitamos a un ser (destino, karma, divinidad, el universo) que nos ayude a responderla. "Es una creencia que da sentido a la vida. Sentimos que lo que nos está ocurriendo forma parte de una gran narrativa, de una historia mayor, y también nos da la sensación de que pertenencia. También nos ayuda a entender la trascendencia, es decir, que todo aquello malo o bueno que pasa, forma parte de una lección o un llamado a hacer mejor las cosas".
Si bien Hutson destaca el lado positivo de este tipo de pensamiento, es innegable que hay ciertas ideas que son utilizadas por instituciones para su beneficio (político, económico, religioso). En ese sentido, creo que Oscar tenía razón; es cierto que los pensamientos mágicos pueden convertirse en dogmas que, más que liberar de la angustia o dar sentido a la vida, encadenan el espíritu al miedo y obstaculizan la toma de conciencia. Por otro lado, negar o menospreciar el pensamiento mágico es despreciar una parte importante de la naturaleza humana. El pensamiento mágico, como cualquier otro tipo de idea, tiene un lugar y una función innegable en la vida, y nadie, excepto uno mismo es responsable de cómo lo usa.
¿Qué opinas, crees que estos pensamientos tienen un poder en tu vida?
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