Empezar de nuevo, vencer el miedo

Empezar de nuevo, emprender una nueva aventura, hacerse de un mapa, una brújula y un punto de llegada. ¿Quién no ha sentido el cosquilleo de un comienzo de película, la emoción al mirar en los ojos del héroe esa mezcla de valentía y temor a lo desconocido?

No hay duda de que las historias de aventuras nos encantan, y es que son una representación fantástica de la vida de casi cualquier ser humano. Sin embargo, una cosa es la película y otra es la realidad; cuando se trata de nuestra propia historia, la que vivimos en carne y hueso, esas cosquillas de adrenalina suelen transformarse en un miedo que a veces resulta paralizante.

Es completamente normal sentir miedo al comenzar un nuevo capítulo en nuestra vida (amor, trabajo, estudios o proyectos), ese miedo está clavado en nuestro instinto desde el origen de nuestra especie y es un mecanismo de defensa que nos salva de hacernos daño físicamente. Pero si es algo complejo e inasible, como un nuevo proyecto o una nueva relación de pareja, el miedo encuentra su razón, principalmente, en un temor a fracasar, a ser juzgado, a perderlo "todo", a salir lastimado emocionalmente.

Mirémoslo desde otra perspectiva: hay cientos de personas en el mundo paralizadas por sus miedos, esperando a que llegue una fuerza sobrenatural que los saque de donde están para ser o comenzar a hacer lo que siempre desearon. Y generalmente así ocurre, un evento, un desastre, una tragedia familiar los sacude y los orilla a emprender de nuevo el camino. ¿Pero por qué esperar a que eso ocurra? ¿Por qué no tomar las riendas y dejar de pensar que el miedo nos está protegiendo de... nosotros mismos?

Lo primero que hay que saber es que aquellos que nos juzgan más duramente son los que nunca se atrevieron a moverse de su zona de confort, los que se quedaron ahí donde todo es cálido, conocido y seguro -yo los llamo "los reyes del sofá". La diferencia entre alguien que te dice la verdad y alguien que te juzga cuando fallas, es que las palabras del segundo vienen de la frustración, no del aprecio o la solidaridad. No hay que temer empezar algo nuevo si lo que se teme es el juicio de los demás, porque corremos el riesgo de convertirnos en aquellos que nos juzgan, en los nuevos reyes del sofá, rumiando cobardía en secreto, resignándonos a vivir en deuda con nosotros mismos.

Para quien esté paralizado por el miedo pero tenga muchas ganas de emprender de nuevo el camino, aquí hay algunos conceptos que pueden ayudar:

Fracaso no, aprendizaje. Hace unos días escuché a una persona invidente que hablaba en un programa de radio. El locutor le hacía preguntas sobre su día a día, y en algún momento de su testimonio me sorprendió la respuesta que dio ante el concepto de fracaso: "Un verdadero fracaso es no hacer nada o hacer algo estúpido; todo eso que parecen fracasos son simplemente experiencias, y de ellas hay que tomar el aprendizaje duro y puro. Siempre puedes decidir cómo vivir la vida, cada decisión es una renuncia, pero vale la pena si lo que quieres es esencial para ti".

Sacrificio no, plano de ruta. Hay quien tiene miedo de la aventura porque siente que va a pasarla fatal, pero si no ha hecho preparativos ni ha trazado un plan, es seguro que lo pasará tan mal como un montañista en el Himalaya vestido de jeans. Suena extraño cuando lo aplicamos lo de hacer un plan en nuestras relaciones de pareja, por ejemplo, pero creo que también funciona. Si no sabemos a dónde vamos con una persona, si no hemos trabajado con nosotros mismos para volver a involucrarnos, es normal que en el camino hallemos sufrimiento y confusión. Pero si tenemos claro a donde queremos ir, habrá menos oportunidad para el drama y más lugar para las soluciones.

Azar no, confianza en la vida. La incertidumbre es otra de las caras del miedo, pero lo peor es lo que hacemos con ella: si la alimentamos, crece y nos paraliza. Pero debemos confiar en que nuestra causa es la correcta y nuestro plan también, sólo así nos iremos encontrando con las oportunidades correctas que, en lugar de ser obstáculos, serán catapultas, puertas, puentes. Hay que confiar en la vida (en Dios, en lo que cada quien crea) y ser congruente con lo que uno desea, entonces todo se acomodará en esa frecuencia.

Negligencia no, tenacidad. Hay que confiar en la vida, sí, pero siempre hay que llevar paracaídas de emergencia: plan A, B, C, D, los que hagan falta. Imaginemos que nuestro objetivo es el punto X, pero el camino que originalmente habíamos trazado, lo encontramos lleno de obstáculos. Hay que recurrir al plan B, que es solo una ruta alterna para llegar al mismo objetivo. Y si no funciona, entonces hay que agotar las alternativas. Si nada funciona, quizás haya que replantear el objetivo, pero lo que nunca debe agotarse en un nuevo emprendimiento, es la creatividad.

No es dependencia, es red de apoyo. Ningún trapecista se lanza al aire sin red o sin arnés. ¿Por qué habríamos de hacerlo nosotros? Comenzar algo nuevo implica tender esa red de contención que hemos tejido durante toda nuestra vida: amigos, familia, socios, colegas, etc. No hay que dudar en compartirles los pormenores del nuevo proyecto, lo más seguro es que se conviertan en nuestros cómplices y hasta ofrezcan su ayuda. Aunque sea una aventura que tenemos que hacer por nosotros mismos, no estamos solos.

¿Miedo? ¡Acción! Recuerdo cuando mi hermana tomaba clases de acrobacia. Yo le preguntaba cómo le hacía para atreverse a dar esos saltos. "La acción vence el miedo", respondía, "si lo haces y te caes, lo haces de nuevo; si lo haces y te sale bien, pierdes el miedo de una vez por todas".

Limitar al caos, establecer prioridades. El que una nueva experiencia nos depare sorpresas no quiere decir que nos dejaremos llevar como veletas. Hay asuntos que nos son prioritarios, como el agua para los viajeros del desierto o el calor para los esquimales. Quienes no establecen sus prioridades (no las que los demás digan que deberían serlo), generalmente se dan muchos golpes para empezar a hallar algunas certezas. Hay que saber qué es básico e indispensable para sobrevivir emocionalmente, esos son los cimientos de cualquier nuevo proyecto. Si los trabajamos día a día, lo demás se construirá con mayor facilidad y solidez.

Y tú, ¿cómo has vencido el miedo a empezar algo nuevo?