Fulanita o la ambición sin profesionalismo
Formo parte de un equipo de trabajo en el que todos nos equivocamos. ¿Le resulta familiar? A mí me parece lo más normal del mundo. El asunto es que hasta hace un par de meses las fallas se señalaban en privado, ya sea en un correo, por el chat o de viva voz, siempre de manera personal y cuidadosa, proponiendo soluciones y haciendo un pacto solidario. El desempeño del equipo no era perfecto, pero había tal calidad humana que trabajábamos motivados poniéndole cariño al trabajo y lealtad a la empresa. Eso, hasta que llegó la nueva integrante: Fulanita.
Fulanita vino a romper la dinámica que teníamos para jerarquizarla al más puro estilo patronal del siglo XIX. Ejemplos: considera que los analistas (y cualquier otro subalterno) somos poco menos que estúpidos; se llena la boca hablando de nuestras “estupideces”, pero cuando hay que presentar los números ante los gerentes, nuestro trabajo se transforman mágicamente en SUS logros. ¿Les parece familiar? Imagino que sí.
Hasta ahí todo es más o menos tolerable porque cualquier gerente que se jacte de su experiencia comprenderá que esos logros no son única y exclusivamente gracias a Fulanita, sino que son resultado de una dinámica de trabajo previa. Pero no hay problema, mientras ella se sienta motivada eso es positivo para el equipo. Lo que resulta intolerable es su ambición sin ética. Me explico: Fulanita es como esas niñas odiosas del colegio que para quedar bien con el maestro se dedica a acusar a sus compañeros: “Profesor, Juanito no hizo la tarea. Profesor, Fulanito se sacó un moco. Profesor, Laurita está fuera de su lugar”. Ella cree que su actitud la coloca en una posición de superioridad con respecto a sus compañeros de grupo; mientras nadie señale sus errores, ella parece la alumna ejemplar, pero no es más que un espejismo. Tal vez la habilidad más grande de Fulanita está en identificar en los demás lo que aborrece de sí misma, pero no la usa para superar sus limitaciones sino para ponerle el pie a los demás.
Es legítimo tener ambiciones en la vida, es normal que uno quiera superarse, pero la idea que ella tiene de la ambición no es profesional, no en este siglo. En otro ámbito, y guardadas las debidas proporciones, ella ocuparía el lugar del soplón, el sapo, el chismoso, el lamebotas, el convenenciero, el dos caras, el cacique del pueblo, el que sobaja a sus iguales para sentirse superior. En cada oficina, en cada casa, en cada grupo de escuela hay una Fulanita. Los vemos en el cine, la historia y la literatura. ¿Cuál es su función? Mostrarnos lo que puede ocurrir cuando a la gente no se le da el reconocimiento necesario.
Parece que en la cabeza de Fulanita todavía opera un mecanismo de defensa que viene de otro tiempo, cuando los aborígenes pensaban que si trabajaban para el invasor o el conquistador salvarían su cabeza. Si hay un gerente ingenuo que se conecte con esa actitud servil, Fulanita no sólo salvará su cabeza sino que también recibirá un bono de "productividad". ¿Les parece familiar? Supongo que sí. Pero eso no quiere decir que esa dinámica sea realmente productiva.
Creo que cuando hay ambición profesional dentro de un equipo, el interés debe estar en crecer todos juntos y no a costa de los demás. Quien logra que su equipo crezca se gana el respeto de todos, subalternos, jefes y clientes. En cambio, quien utiliza a los demás para colocarse en una posición superior, siembra resentimiento. Justamente, antes de comenzar a actuar desde el resentimiento, en el equipo estamos buscando una estrategia ética, objetiva y profesional para que Fulanita cambie de actitud.
Aún no sabemos cómo resolverlo pero ya encontraremos la forma. ¿Qué harían ustedes?
Twitter: @luzaenlinea
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