¿Por qué es tan largo el olvido?
Olvidar las malas experiencias es un tema que la música, la literatura y el cine han explorado una y otra vez. Muchos tenemos presente el experimento de la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos: con una máquina se trata de borrar los recuerdos de un amor que ha fracasado. Este filme ofrece una reflexión sobre cómo elaboramos los recuerdos ligados al amor, al duelo o a los eventos traumáticos, y cómo dichos recuerdos tienen una utilidad enorme en los procesos emocionales.
Hay veces que esos recuerdos son tan persistentes que no nos dejan avanzar. Hace unos días, por ejemplo, una amiga que se separó hace unos meses se preguntaba por qué no hay una pastilla para olvidar el mal amor. Su pregunta me puso a pensar en varias cosas. Primero: vivimos en la era de la comodiad a toda costa; como una corriente paralizadora y superficial, el confort nos hace evadir la toma de conciencia y todo esfuerzo por modificar patrones de conducta, queremos solucionar todo con pastillas milagrosas. La comodidad de lo instantáneo nos ha hecho perder la paciencia para buscar o generar las herramientas emocionales que nos permitan levantarnos de la tristeza.
El otro día en twitter, un hombre que se quejaba de extrañar a su chica: "Mándenme mensajes para no extrañarla", decía. Y una chica le respondió: nada de mensajes, es hora de sudar el desamor. Me encantó la frase porque representa esa capacidad de levantarse sacando fuerzas del propio cuerpo; a través del ejercicio nos vamos poniendo en contacto de nueva cuenta con nosotros mismos, generamos endorfinas que nos hacen sentir mejor. Sin embargo, por más ejercicio y endorfinas, hay recuerdos dolorosos que reaparecen con la misma intensidad del primer día y no sabemos por qué, si estamos haciendo todo lo que está de nuestra parte para recuperarnos.
La neurociencia me encanta porque siempre tiene descubrimientos que ayudan a reflexionar sobre la condición humana. Un estudio realizado por la Universidad de Bonn y publicado en The Journal of Neuroscience, puede ofrecer una respuesta al famoso verso de Neruda: "es tan corto el amor y tan largo el olvido".
Resulta que hay un químico en el cerebro que es el responsable de disipar la ansiedad que provocan los malos recuerdos, y cuando no hay suficiente químico, la mala experiencia se revive con dolorosa intensidad. "La memoria de los eventos terribles no se borra", dice el autor de estudio, Andras Bilkei Gorzo, pero el impacto de una experiencia traumática activa en nosotros un proceso de aprendizaje para no volver a temer, un proceso que nos dice: el peligro ya pasó, eso quedó atrás. Pero este proceso no es igual en todas las personas, es distinta la forma en que el canal se activa y también la forma en que la memoria responde a la información que le llega de otros circuitos cerebrales.
La "sustancia del olvido" (no es el tequila, lo siento), se llama dinorfina y actúa en la amígdala o el hipocampo, el área del cerebro que gobierna la respuesta al estrés. Su nombre nos recuerda a las famosas endorfinas (las sustancias que nos hacen sentir bien y que son secretadas cuando hacemos ejercicio) porque pertenecen a la misma familia de químicos. La dinorfina es un analgésico endógeno (producido el organismo) y es 50 veces más poderoso que la beta-endorfina. Hoy se sabe que también tiene la función de amortiguar la respuesta emocional asociada con los eventos traumáticos y el estrés. La cantidad de dinorfina segregada hace que algunas personas tengan más dificultad que otras para dejar atrás los recuerdos sobre eventos traumáticos.
El estudio mostró que cuando se tienen niveles bajos de dinorfina, después de un hecho traumático algunas personas siguen reaccionando a los estímulos indeseables por más tiempo o intensidad que los que tienen niveles altos. Las personas con niveles bajos de dinorfina presentan mayor actividad en la amígdala. Finalmente, al revisar sus ondas cerebrales se vio que había menos "conversación" entre la amígdala y el cortex, la zona responsable del pensamiento consciente.
El estudio subraya que superar los eventos estresantes no es un proceso pasivo. El tiempo no lo cura todo, es el cerebro trabajando muy duro para reconfigurarse después de un evento traumático. Porque el olvido no es un desvanecimiento de imágnes sino un proceso bastante activo en donde la dinorfina juega un papel fundamental.
Haciendo un poco de ficción, me pregunto si una pastilla de dinorfina haría la diferencia en nuestros procesos emocionales. Es posible que para muchas personas esa ayuda química sería cuestión de vida o muerte, pero para otras, quizás significaría renunciar a la oportunidad de generar por sí mismas la fuerza necesaria para levantarse, aprender, generar conciencia e incluso aprender a defenderse.
Lo que sabemos es que no es posible olvidar, que los recuerdos siempre van a estar ahí; la diferencia entre un mal o un buen recuerdo es cómo lo revivimos, qué hacemos con ello, qué lección tiene para nosotros y cómo hacemos que el dolor o la alegría valgan la pena.
Acá les dejo la canción de Beck, de la banda sonora de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. "Everybody's gotta learn sometime" (Todos tenemos que aprender alguna vez).
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