Resiliencia: 6 claves para superar el dolor
De acuerdo con el doctor Peter Kramer, psiquiatra, ensayista e investigador, lo opuesto a la depresión no es la felicidad sino la resiliencia: la habilidad para superar la frustración y el dolor. Kramer afirma que una terapia adecuada no suprime las emociones sino que permite comprenderlas y desarrollar las herramientas para que las dificultades de la vida no desarmen o incapaciten a las personas. El desarrollo de la resiliencia no tiene que ver con tratamientos sofisticados sino con lo más básico: el cuidado de sí y las conexiones con los demás.
Descanso. El descanso nocturo es crucial para sanar. Los desórdenes del sueño, en cambio, agravan o causan desórdenes del ánimo y favorecen la aparición de dolencias insospechadas. Estudios de las universidades de Harvard y Berkley asocian la falta de sueño a comportamientos irracionales e incluso a la psicosis. Un cerebro que no descansa es un cerebro intoxicado que sobredimensiona las emociones y equivoca las perspectivas.
Alimentación. Hoy se sabe que una dieta alta en alimentos industrializados (azúcares y harinas refinadas, lácteos, grasas trans, OGMs) inflama al cuerpo, lo acidifica y lo convierte en tierra fértil para cuadros depresivos y patologías más complejas, como déficit de atención, alergias y autismo en segunda generación. La fórmula es simple: entre más cerca de la tierra esté, más moléculas antiinflamatorias, antioxidantes y analgésicas tiene un alimento. Esto se traduce en vitalidad y fortaleza, porque es cierto: somos lo que comemos.
Movimiento. La universidad de Duke hizo un estudio con 202 personas diagnosticadas con depresión. A un grupo elegido al azar se le asignaron tres sesiones de ejercicio aeróbico. Al cabo de cuatro meses, el ejercicio resultó ser tan efectivo como la dosis diaria de Zoloft. Y es que el movimiento, la flexibilidad y la fuerza física se traducen en bienestar integral. Desde el punto de vista químico, los ejercicios cardiovasculares estiumulan la producción de serotonina y norepinefrina, así como la hormona ANP, cuya función analgésica y eufórica ayuda a controlar la respuesta del cerebro frente a la ansiedad y el dolor. El ejercicio mejora el descanso, regula el bioritmo, y si se hace al exterior, reconecta al ser humano con su entorno y le ayuda a reencontrar el sentido de los ciclos en relación con su cuerpo y sus sensaciones.
Relaciones y comunidad. Somos criaturas sociales de instintos gregarios; las relaciones y la pertenencia nos dan bienestar porque construyen un espacio de confianza para aprender, explorar y expresarse con libertad. Es ahí donde la pertenencia se convierte en sentido de identidad. Construir una pequeña comunidad favorece la recuperación de traumas y nos hace menos vulnerables a las enfermedades porque la convivencia con un grupo permite externar y socializar el dolor, pues nos ayuda a comprender su función. Uno sabe que no está solo cuando encuentra a otros que enfrentan batallas similares, porque aprende de su experiencia y recupera la esperanza.
Autoconocimiento, autosatisfacción y altruismo. De acuerdo con Martin Seligman, un elemento crucial para la felicidad está en usar tus cualidades y ponerlas al servicio de una causa más grande que tu dolor. La autosatisfacción se construye cuando uno transforma la realidad positivamente usando la combinación única de talentos y habilidades que tiene cada persona. Dar un sentido a la vida tiene que ver con el autoconocimiento y la autosatisfacción; uno se compromete con algo fuera de sí mismo, pero involucrando los elementos más sólidos de su individualidad. Esa conexión es el mejor antídoto contra la frustración.
Resignificar la experiencia. Esta parte del proceso es la más profunda, ahí reside la raíz de la sanación. Implica contar de nuevo la propia historia pero sin pensar en el “hubiera”, hace falta perdonar y perdonarse, soltar, mirar la rabia, el dolor o la tisteza para transformarlos en sabiduría, gratitud y acciones que generen vida.
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