Un peinado presentable
Las lacias quieren tener rulos, las que tienen rizos quieren ser lacias, las castañas quieren ser rubias, las pelirrojas quieren ser castañas, las de pelo delgado quieren más volumen y las de pelo voluminoso quisieran dejar de lidiar con su peinado cada mañana. Más allá del lugar común ("las mujeres nunca están contentas con lo que tienen"), me parece que esta inconformidad generalizada es la superficie de un problema mayor: el conflicto entre lo "natural" y lo "aceptable".
El cabello es una de las tantas maneras a través de las cuales expresamos nuestra personalidad o nuestra identidad. Tanto así que ha sido objeto de presiones sociales, políticas, económicas y hasta religiosas a lo largo de la historia y aún en nuestros días. Tan solo la semana pasada, en varios medios de comunicación aparecieron una fotos de Naomi Campbell bajo el encabezado alarmista de "se está quedando sin pelo". Dos semanas antes, en vísperas de los juegos olímpicos, también se inició una discusión en twitter sobre el cabello de la gimnasta afroamericana Gabby Douglas. Estos casos me parecen relevantes porque ponen sobre la mesa de discusión el problema del ideal de belleza dominante y la imagen personal.
El cabello forma parte de la imagen que proyectamos. Esa imagen nunca es una sola, sino que es leída por los demás según los códigos sociales con los que ha crecido (por ejemplo, lo que para unos es un cabello libre y natural, para otros es desaliñado o definitivamente despeinado). Lo más curioso es que estos juicios no tienen que ver sólo con el tiempo que le dedicamos al peinado sino con la naturaleza misma del cabello. Para muestra, el documental que me compartió mi amiga Isabel: Good hair, del actor Chris Rock.
En el documental, muestran cómo la población afroamericana, principalmente las mujeres, recurren a un sinfin de tratamientos que van de lo doloroso a lo tóxico (como depilarse o raparse ciertas zonas del cráneo, usar extensiones, adhesivos, pelucas), para que su pelo tenga una apariencia más "relajada" o "aceptable".
No sólo la población afroamericana padece esta presión por su pelo, sino que la mayoría de los habitantes de América latina seguimos viviendo (consciente o inconscientemente) algún tipo de discriminación por no ser como el "modelo ideal de belleza". Basta con revisar las portadas de las revistas: en cuestión de pelo casi siempre es rubio o castaño claro y va del ondulado al lacio. Y cuando aparece alguna chica latina, el encabezado de la revista se encarga de hacer énfasis en ello. Este modelo no sólo afecta a las mujeres sino también a los hombres. ¿Un ejemplo? Los mexicanos, mundialmente conocidos por usar cantidades industriales de gel para hacer que su pelo corto y lacio parezca más "aceptable" o más "formal".
Desafortunadamente el pelo —como el color de la piel— sigue siendo un indicador de que los procesos de colonización pueden durar muchos siglos, y que ciertas formas de discriminación se han integrado tan bien a la idiosincrasia de los pueblos que hoy, en muchos lugares, mujeres y hombres con una melena rizada o voluminosa (lacia en el caso de los hombres) son vistos con recelo.
No hablo de un caso hipotético. Si más arriba mencioné a mi amiga Isabel es porque hace poco se dio cuenta de que ella misma había pasado años alaciándose el pelo para verse más "presentable" en el trabajo. Después de ver el documental de Good Hair, se dio la oportunidad de dejar libre a su cabello. "Poco a poco estoy conociendo su caída natural, cómo se comportan los rizos con la humedad o conforme avanza el día", me confiesa Isabel, "es triste darte cuenta que la personalidad de tu pelo es un misterio y que tuviste que ocultarlo durante mucho tiempo". Otro caso cercano es el de Marisa, una amiga brasileña, quien hace poco me mostró unas fotos de cuando era niña; fue difícil reconocerla con el cabello rizado. Me contó que lleva más de ocho años aplicándose un tratamiento para alaciarse el pelo de manera permanente. Sin embargo, últimamente ha pensado en dejar los tratamientos y volver a sus rizos naturales.
Lejos de ser un tema frívolo, me parece necesario empezar a hablar de nuestro cabello críticamente. Es una pena que el pelo (rizado y voluminoso en las mujeres o lacio en los hombres) siga asociado a los prejuicios que han justificado la discriminación durante siglos. Es tiempo de redefinir lo que consideramos "aceptable" o "presentable", no sólo en cuanto al peinado sino a la apariencia en general. Porque si no, seguiremos perpetuando de manera inconsciente imágenes disriminatorias que alimentan el resentimiento social.
¿Cómo definirías un peinado "presentable"?
Artículos que pueden interesarte:
La discriminación empieza en casa
Tatuajes: es mi cuerpo y hago lo que quiero
Tengo estrías, ¿y?