Boy Olmi: de la tragedia que marcó su infancia a la vida con Carola Reyna y por qué se “convertirá” en heladero

“El dolor es inevitable”, sostiene el actor que ha transitado tanto la escena independiente como el circuito comercial y ha sido parte de exitosas ficciones televisivas
“El dolor es inevitable”, sostiene el actor que ha transitado tanto la escena independiente como el circuito comercial y ha sido parte de exitosas ficciones televisivas - Créditos: @Hernan Zenteno

El cineasta de origen vietnamita Trần Anh Hùng -responsable de la exquisita película A fuego lento- considera que la gastronomía es un arte cualitativamente superior: “Es el oficio de mezclar especias, de dar importancia a un aroma más que a otro; ese espacio de creación es ilimitado, por eso es un arte”. Boy Olmi también disfruta de los estímulos sensoriales que registra su paladar. Texturas y sabores, de eso se trata. “Existe una relación entre el teatro y la gastronomía que tiene que ver con el amor puesto por algo que se desvanece al momento de consumirlo”. Con destreza, el actor rápidamente traza una línea entre dos de sus tantas pasiones.

“Anoche pedimos sushi y nos abrimos un vino”, le comenta a un asistente, describiendo la cena con su esposa, la actriz Carola Reyna. Y así como el ritual de la buena mesa lo atraviesa, también la explosión gustativa lo sumergirá en su nueva experiencia teatral .

Este domingo 9 de febrero se estrenará La heladería, pieza de Ana Scannapieco -también coprotagonista de la aventura- con dirección de Lisandro Penelas, que encontrará a Boy Olmi subido a una escena de resonancias particulares.

Se trata, nada menos, que de una ficción que toma como punto de partida la historia familiar de la actriz, un apellido ligado a la tradición del helado artesanal en nuestro país, siendo la nieta del fundador de la histórica heladería de Palermo -casi un lugar de culto- que lleva su apellido.

Junto con Boy Olmi y Ana Scannapieco, Pablo Fusco, integrante de la compañía Los Bla Bla, completa el trío protagónico. “Como una receta de cocina, el teatro se repite en la función siguiente, pero no será igual”. Avanzando en ese nexo, el actor entiende que “en el helado confluyen distintos orígenes sensoriales, gusto, temperatura y textura”.

-Sumamos el sentido de la vista, el helado también es una celebración del color.

-Por todo eso junto es que ejerce tanta fascinación. La obra no solo piensa en los helados, también habla de nuestros ancestros, de la infancia y la evocación de las historias individuales.

Por otra parte, la historia que narrará en escena le permitirá conectar con la sangre italiana que lo atraviesa, “aunque también me corre sangre judía, francesa, española, rusa”.

Raíces multiétnicas para construir a este hombre que también pinta, es realizador cinematográfico, escribe, se le atreve a la conducción televisiva, es un ocupado defensor de la preservación ambiental, incursionó en varios deportes y en el universo de la meditación y hasta se convirtió en un “embajador” ad hoc de su barrio, esa franja que separa a Puerto Madero de San Telmo, en el Bajo porteño, donde vive desde hace varias décadas con su mujer.

Si el propio Boy Olmi pudiera ser la encarnación de una caja china, la dramaturgia de La heladería también es una mamushka donde se podrá ver al trío Olmi, Scannapieco y Fusco interpretar a tres actores que intentarán hacer una obra sobre una historia familiar y el negocio de cremas heladas que atravesó un apellido. “La pieza tiene algo muy onírico que tiene que ver con una actriz que está soñando con un grupo de actores que ensayan una obra de teatro que termina siendo la reconstrucción de su infancia y de esa heladería que atravesó la vida familiar”.

-¿Qué tono tiene la obra?

-Muchos, porque, además, hay unas cuantas referencias a la música. Por otra parte, diría que es una obra de cámara, es algo chiquito con gran capacidad para emocionar y sorprender. En su simpleza y no pretensión aparece algo tremendamente poético. Ana Scannapieco y su esposo, Lisandro Penelas, pasan, con esta obra, al circuito comercial que propone el Paseo La Plaza, pero sin perder la poética de todo lo que desarrollan en el teatro independiente y en la sala Moscú, son una pareja de artistas entrañables que me sedujeron cuando vi, hace tiempo, la obra El amante de los caballos.

Boy Olmi y sus compañeros en La heladería utilizaron el espacio del teatro Moscú para ensayar la pieza que estrenarán este domingo en La Plaza
Boy Olmi y sus compañeros en La heladería utilizaron el espacio del teatro Moscú para ensayar la pieza que estrenarán este domingo en La Plaza - Créditos: @Hernan Zenteno

Sin etiquetas

-Transitás con comodidad los diversos circuitos teatrales y también buceas en diversas posibilidades expresivas como el cine y la televisión. Es complejo encasillarte.

-Mejor, porque, cuando te ponen un rótulo, te obligan a tener que responder siempre a eso . Todos hemos creado un personaje profesional, social y humano para poder defendernos en un mundo que es hostil, violento, complejo; por eso creo que, en mi propio camino, he tratado de no quedarme con ninguna de esas cosas con las que suelen catalogarme, eso me obligaría a actuar de una sola manera . A veces, dicen que llevo una vida espiritual, pero eso me obliga a tener unos conocimientos que no sé si tengo. Si tengo principios con los que no quiero claudicar, como la conciencia ambiental y social. Nada de lo que está vivo me es indiferente. Intento que mi horizonte sea lo más amplio posible y que nada me distraiga de esa búsqueda de entender el misterio de la vida y el de la muerte, la existencia.

Rápidamente, enumera algunas de las posibilidades que ocupan su pulsión más íntima: “No soy un estudiante de filosofía, pero todo me entra; el sabor del helado, el fútbol, la meditación, la arquería, la cocina, la pintura, la fotografía, bailar, la caminata por la playa… Todo me interesa, no hay nada donde diga ‘esto no es lo mío’”.

La elegancia, prácticamente una marca registrada de Boy Olmi
La elegancia, prácticamente una marca registrada de Boy Olmi - Créditos: @Hernan Zenteno

En esa búsqueda apasionada y consecuente de explorar lo más diverso, decidió celebrar su último cumpleaños invitando a Carola Reyna y a su hijo y la esposa embarazada de éste a bailar la técnica llamada “Los cinco ritmos”. Se trata de una disciplina creada por Gabrielle Roth por la que Boy Olmi se interesó al punto tal de decidir compartir la aventura con su familia.

-¿Te permitís mucho?

-Me permito todo lo que puedo. Mi límite es el miedo. Tratar de ser libre es un norte, no me quiero quedar afuera de nada.

En ese sentido, entiende su propia existencia como parte de una unidad, una suerte de Teoría de la Gestalt empírica: “Trato de no discriminar a nadie por su religión, origen étnico, ideología; todos somos parte de lo mismo y en eso también sumo a las plantas y los animales, estamos todos en el mismo baile. Creo que todas las religiones tienen un punto en común y tiene que ver con, justamente, entendernos como parte de un todo”.

-El ser humano suele atentar sobre ese ecosistema que también conforma.

-Y se nos vuelve en contra, basta pensar en las pandemias o en el cambio climático. La inequidad social y la crisis eco-social es algo que el ser humano está creando y que tiene que ver con la diferencia cada vez más abismal entre ricos y pobres y el daño irreparable que le estamos haciendo al planeta, que es nuestra propia casa; y, desde ya, a nuestro propio corpus conformado por mente y alma.

Coherente con esa idea de la vida despojada, desde hace décadas, transcurre gran parte del año en Mar del Sur, un pequeño poblado al sur de Miramar. “Con Carola tratamos de ir todo lo que podemos”. De hecho, hace pocas horas que abandonó esas arenas para retomar los ensayos finales de La heladería.

-¿Leés mucho?

-No… Leo bastante, pero soy muy desordenado. Incluso puedo hablar bastante sobre autores que no he leído, pero sobre los que me he informado. Soy curioso. No tengo soberbia intelectual, solo voy en busca de todo aquello que me resuena.

El actor fue discípulo de la maestra de actores Hedy Crilla, aunque, luego de cinco décadas de trabajo reconoce que “ya no sé de dónde me viene lo que hago”. Polifacético, además del estreno de La heladería, el actor ahonda sobre otros proyectos: “Estoy preparando un unipersonal, que posiblemente se llame Boy, que tiene que ver con quién soy, una especie de conferencia performática y estoy en posproducción de un documental surgido de una experiencia insólita”.

-Hablemos sobre esa película.

-Tiene que ver con volver a trabajar con Jane Goodall, la inglesa de 90 años que revolucionó a la ciencia conviviendo con los monos hace más de seis décadas. Me hice muy amigo de ella cuando la traje a filmar al país hace una década. Ahora, la llevé a la casa de Lito Vitale para que se juntase con 20 músicos, que estaban desprovistos de la carga del personaje público, para que fueran seres humanos resonando el relato de Jane.

-¿Cómo lo hacían?

-A través del cuerpo y del sonido de la voz.

En ese variopinto grupo de artistas se encontraban, además del dueño de casa, León Gieco, Hilda Lizarazu, Kevin Johansen, Patricia Sosa, Nacha Guevara, Elena Roger, Katja Aleman, Facundo Guevara, Natalie Pérez, Benito Cerati y Nico Sorín, entre otros. “Sucedió el último Día del Niño y todos se entregaron a ese juego, se dejaron resonar ejecutando los sonidos que surgían en ellos”. El registro, a seis cámaras, se convertirá en un material documental fílmico.

De Carlos, su padre, heredó la vocación por realizar diversas tareas e, indudablemente, la vocación artística: “Él fue un precursor del café concert, tenía una decodificación de la realidad a partir del humor y eso le permitía entrar a lugares más inaccesibles de la realidad y del contexto de una familia tradicional. El humor es una de las formas superiores de la inteligencia”.

En pareja

Con Carola Reyna conforma un matrimonio que jamás ha sucumbido en la exposición desmedida, no se han sumergido en los lodazales del chisme propio ni ajeno. Elegantes en su decir y en su hacer, desde un oficio que conlleva una exhibición pública inherente y en un mundo donde, pareciera ser, que las redes sociales son dueñas y señoras de la existencia.

“Existe un texto ancestral llamado Desiderata que comienza diciendo: ‘Anda plácidamente entre el ruido y la prisa y recuerda cuánta paz puede haber en el silencio’. Tenemos una vida pública inherente a nuestro trabajo, pero sabemos que eso no tiene un valor en sí mismo, descreo de la cultura del famoso , no me creo distinto a la gente que me encuentro por la calle; las similitudes están en las almas de las personas”.

Boy Olmi hace un culto de esa libertad que se aparta del decálogo del “deber ser” de la estelaridad que, generalmente, está muy alejada del oficio del actor verdadero. “Nos vestimos como nos da la gana o como sentimos que queremos hacerlo porque ahí también hay una ideología, pero no nos atamos a modas, la ropa también es una forma de dar un mensaje, primero para uno mismo y luego para los demás”.

Boy Olmi y Carola Reyna y una recordada aventura en motorhome por el país
Boy Olmi y Carola Reyna y una recordada aventura en motorhome por el país - Créditos: @Instagram: @tedechina

-Carola y vos se manejan de manera muy similar en torno a la industria del espectáculo.

-Quizás yo me arriesgue a determinadas cosas que ella evita.

-¿Por ejemplo?

-Yo bailé en algún certamen del programa de Marcelo Tinelli y fui parte de MasterChef Celebrity; eso a Carola le costaría más que a mí.

-¿Por qué lo hacés?

-Porque puedo transitarlo sin que eso me distraiga de la verdad en la que estoy navegando. Si voy a cocinar a la televisión es porque me divierte hacerlo y es un trabajo, pero no porque me interese ganar un premio o lograr más fama.

-Rompés tu prejuicio y el del medio, que entiende que en esos espacios no reside el “prestigio”.

-Trato de no guiarme por lo que opina el resto sobre mí, por eso tampoco me vas a oír opinar demasiado sobre los demás.

-¿Te preocupa el paso del tiempo?

-No me es indiferente, pero intento ir descubriendo que es inevitable. No sé si me preocupa, pero me afecta. Me asusta la muerte , pero hay que verla desde lo natural, todo nace, evoluciona y muere, entonces por qué debería estar fuera de esas leyes si somos parte de eso. La trascendencia la logré a través de un hijo y del hijo de mi hijo y esa llama es infinita.

-¿Qué te inquieta más, la respuesta de taquilla o la devolución de la crítica?

-Lo que más me interesa es la búsqueda de la felicidad y eso es independiente de la taquilla y la crítica, aunque puedan afectarte.

-Algunos de tus conceptos, ¿no resultan utópicos?

-La utopía es lo que te impulsa hacia adelante. La utopía es un norte, es una manera de entender la vida, es creer que la felicidad, la fidelidad y la eternidad son posibles.

En ese tránsito, que no es ingenuo, también entiende que “el dolor es inevitable” y recuerda aquello insondable que atravesó la vida de su familia: “Muchas veces he sufrido; mi primer gran dolor fue la muerte de una hermana cuando yo tenía dos años” .

-¿Recordás algo de ese momento?

-Me acuerdo del eco que ese dolor produjo, provocó una marca que es el ADN de mi familia a partir de mis dos años y que desencadenó la separación de mis padres. Y eso tuvo un eco en el dolor que experimenté en cada una de mis propias separaciones. Pero, en la pulsión de la búsqueda de la felicidad, la luz y la sombra van ligadas. Del dolor viene la capacidad para encontrar la reparación.

Una sala de teatro, un ecosistema que les muy propio a un actor que también transita con comodidad los medios audiovisuales
Una sala de teatro, un ecosistema que les muy propio a un actor que también transita con comodidad los medios audiovisuales - Créditos: @Hernan Zenteno

-Te sitúo frente al mostrador de la heladería. ¿Qué gusto elegís?

-Elijo una crema, una fruta y un festejo. Eso es chocolate, frutilla y sambayón. El chocolate es la alegría y las endorfinas, la frutilla resume lo natural y el sambayón es lo loco.

-Estás definiendo la vida.

-En la obra La heladería los espectadores justamente van a encontrar eso, resonancias sobre la vida misma.

Para agendar

La heladería. Sala: Pablo Picasso, del Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660). Funciones: domingos a las 19.