Carlos Parrilla, el actor que brilló en TV y una noticia triste lo arrastró a la tragedia impensada
Alcahuete, chupamedias, chusmero, alcachofa, correveidile, lleva-y-trae... Todo eso y algún sinónimo más que pueda sumarse representaba el personaje de Ortivelli, el preceptor que disfrutaba estar subordinado a la directora del colegio, que interpretaba en el programa El mundo de Antonio Gasalla el talentoso Carlos Parrilla, respetado y querido a más no poder por sus colegas artistas.
Quienes lo conocieron bien aseguran que destilaba humor, optimismo, buena onda y vivía enamorado de la vida. Quizá por todo eso no pudo soportar el mazazo que significó enterarse de un grave problema que afectaba su salud. Se habló de leucemia y de HIV. Lo cierto es que por aquellos tiempos la medicina no tenía las soluciones de hoy, y quizá por eso no pudo sobrellevarlo y decidió terminar con su vida arrojándose al vacío por la ventana del noveno piso de su departamento, de la calle Ramallo, en Núñez, un 13 de octubre de 1992. Fue dos días antes de cumplir los 30 años.
El desgarrador posteo de El Polaco ante la muerte de la pareja de su papá
Era un adolescente cuando comenzó a estudiar actuación con Carlos de Urquiza, docente, director, actor y dramaturgo de fuste. Cuentan que antes había soñado con ser marino, pero su madre fue contundente con él al respecto: le señalaba con humor cada vez que él esbozaba esa idea que la familia nunca había pensado en comprar un barco o algo por el estilo, y menos aún estaba en condiciones de hacerlo. Así que a “Carlitos” no le quedó otra que intentar ser actor, pese a que en su círculo más íntimo le remarcaban que esa no era una carrera que le deparara futuro, y menos, bienestar.
Entonces dio algunos pasos por las facultades de Medicina, de Psicología y de Letras, pero se dio cuenta de que debía seguir sus aspiraciones de ser artista. Y empezó a sentirse cómodo en el ambiente underground haciendo monólogos y unipersonales, lo que hoy se conoce como stand up con títulos como La tiendita del horror, en Mar del Plata, y Humor a la Parrilla, en El Pozo Voluptuoso, en el barrio de Palermo. A los 20 años ya enseñaba teatro en talleres de Parque Centenario.
El Pozo Voluptuoso estaba ubicado en Honduras al 4900 y era una especie de sótano multicolor al que se llegaba por una angosta escalera, donde también se presentaban solistas y grupos de música alternativa. En ese lugar conoció al actor y director Atilio Veronelli, que hacía su espectáculo a la gorra en el horario anterior al de Carlitos. Como era de esperar, se hicieron compinches inseparables. A Parrilla se le ocurrió consultarle si tenía llegada a Antonio Gasalla porque admiraba su humor. Como la respuesta fue afirmativa le insistió con que quería conocerlo. Un día tomaron el té en el departamento del capocómico y lo invitaron a presenciar sus shows. Justo en ese momento, el genial actor estaba armando en Canal 7 el elenco de lo que fue El Mundo de Gasalla. Así se terminaron sumando Norma Pons, Juana Molina, Mónica Scaparone, Daniel Aráoz, Adriana Aizemberg, Juan Acosta, Luis Mazzeo, Jorge Takashima, Roberto Carnaghi, Georgina Barbarossa, Claudio Giúdice...
Allí Carlitos, como todos lo llamaban porque sabía hacerse querer, interpretaba al mencionado celador Ortivelli, a un doctor que se aterrorizaba y hasta se desvanecía cuando atendía a sus enfermos, y al pibe Melena brillando como humorista a la par de Antonio en los sketchs, de los que también terminó colaborando como guionista.
En teatro hizo La lección, de Eugene Ionesco, con Marisa Ferrari, Mauricio Dreiman y Beatriz Levaggi, segunda obra del Grupo de Teatro Buenos Aires, dirigidos por Carlos de Urquiza. Además pateó el escenario con La Valija y Ensayo de Humor y con teatro para niños, entre otros grandes espectáculos. Con Antonio también formó parte de shows infantiles como Ídolos y forros de Gasalla, dirigido por el propio capocómico y acompañado de otras figuras de su programa de tevé. En cine fue parte de La mayoría silenciada y El acompañamiento, con Ana María Giunta a quien amaba, Carlos Carella, Haydée Padilla y Franklin Caicedo.
Sus interpretaciones tan destacadas y desopilantes le valieron ser observado de cerca y abrirse nuevos caminos. Allá por 1991 fue tentado por Canal 9 con una cifra a la que no pudo decir que no y condujo Ritmo de la tarde, junto al cantante Ricky Maravilla, que salía en vivo desde el verano marplatense. De inmediato fue llamado por Canal 13 para sumarse a 360 todo para ver, acompañando a Julián Weich y Marley.
Una noticia trágica y un final inesperado
Parrilla se destacaba haciendo de las suyas y eso le valió viajar como enviado especial a los Estados Unidos para realizar móviles desde allá, adonde se trasladó porque era muy profesional. No fue un momento más: hacía poco había muerto su padre, situación que afrontó con coraje, pero que lo conmovió y le generó una profunda tristeza. Tanto fue así que con el transcurrir del tiempo se lo comenzó a ver con varios kilos menos y algo desmejorado. Fue, de alguna forma, la noticia que marcó su destino.
El martes 13 de octubre de 1992 decidió que era el final para su vida y se arrojó desde la ventana de su hogar. Fue encontrado por el encargado del edificio que dio aviso a la policía. Los uniformados revisaron el departamento y no encontraron signos de violencia, ningún desorden y tampoco alguna nota que explicara el por qué de semejante decisión. Las pericias médicas determinaron que en su cuerpo no había evidencias de alcohol ni drogas. Luego su madre, devastada, comentó que en los últimos tiempos se encontraba bastante deprimido.
Fue despedido en el Panteón de Actores del cementerio de la Chacarita por sus queridos colegas y por el público, como merecía. En “Carlos Parrilla In Memoriam” en Facebook pueden encontrarse fotos, videos, comentarios y más detalles de su vida como actor, con una leyenda: “Nuestro objetivo es mantener el recuerdo de Carlitos en nuestros corazones”. Misión cumplida.