El festival para millonarios en el que está Íñigo Onieva, novio de Tamara Falcó

Mientras Tamara Falcó prepara su próximo retiro espiritual junto a sus amigas las mellizas Casilda y Ana Finat, su chico está en Estados Unidos disfrutando de uno de los festivales más exclusivos del planeta. Íñigo Onieva llegó a Los Ángeles hace unos días para recorrer algunos de los lugares más míticos de Hollywood pero su destino final era otro: el Burning Man de Nevada. ¿En qué consiste este encuentro cultural y artístico al que solo unos pocos privilegiados pueden asistir?

Íñigo Onieva, novio de Tamara Falcó, está en Estados Unidos para disfrutar del Burning Man. (Photo By Jose Oliva/Europa Press via Getty Images)
Íñigo Onieva, novio de Tamara Falcó, está en Estados Unidos para disfrutar del Burning Man. (Photo By Jose Oliva/Europa Press via Getty Images)

En Los Ángeles, Íñigo Onieva ha pasado unos días 'de cine'. Allí ha podido alojarse en The Beverly Hills Hotel, uno de los más famosos de Hollywood y por el que han pasado estrellas del celuloide como Katherine Hepburn o de la música como The Beatles, pero también ha disfrutado de una comida en Tatel, situado en el barrio de Beverly Hills y que forma parte del grupo para el que el novio de Tamara Falcó trabaja en España. Por supuesto, Íñigo, que es un gran aficionado a los coches, recorrió las colinas de Hollywood con varios amigos, uno de los paseos más míticos de todo aquel que visita la meca del cine.

Pero el plato fuerte llegaba hace apenas unas horas. Íñigo y sus amigos se trasladaron de Los Ángeles al desierto de Black Rock, en el estado de Nevada. Un viaje de unas tres horas que la pandilla del yerno de Isabel Preysler hizo con todo lo necesario para pasar los próximos días: varias caravanas enormes y grandes coches modelo pick up para poder acceder al desierto y dormir allí durante las jornadas que dura el Burning Man. Seguro que las caravanas cuentan con todo lo necesario para dormir, comer y mantener la higiene en los días de festival, ya que allí no hay hoteles en los que poder alojarse, e Íñigo lo sabe bien puesto que este será su tercer Burning Man, ya que ya estuvo en las ediciones de 2018 y 2019.

Ese año coincidió allí con Luisa Bergel, gran amiga de Tamara Falcó. “Yo compré casi todo por Ali Express. Me había esmerado mucho con los estilismos pero cuando llegas ahí te das cuenta de que tampoco es tan importante. Y lo más gracioso es que no parecen disfraces. Parece que las gente que ves lleva así vestida toda la vida”, explicaba la joven en el blog de Black Heart Party.

Un origen hippie que ya no existe

Pocos son los afortunados que pueden asistir al Burning Man cada año, ya que es muy difícil acceder las entradas, que cuestan unos 500 dólares. Son entradas limitadas y es muy difícil hacerse con una si no eres ciudadano americano. Se trata de un evento que este año durará hasta el 5 de septiembre y que se lleva a cabo en la 'ciudad' de Black Rock, que no es un municipio ni tiene gobierno, y que solo existe durante la semana de Burning Man, es decir, es una ciudad temporal construida por los participantes.

Este festival es más que una serie de conciertos, de hecho, se desconoce qué grupos van a tocar allí y es el secreto mejor guardado. El Burning Man reúne a artistas, magnates de las telecomunicaciones y espectadores adinerados (además de la entrada hay que ir con caravana de lujo y demás para pasar allí una semana) en busca de arte, exposiciones, raves y performances de lo más psicodélicas que se llevan a cabo en mitad del desierto. Hay desde clases de yoga a otras de física cuántica que se dan de manera altruista. No aceptan marcas ni patrocinios y promueven la desmercantilización y el aprovechamiento de la energía colectiva de los asistentes.

En el Burning Man no hay tiendas ni dinero, aunque existen tiendas gratuitas en las que se regalan, por ejemplo, abrazos. Sí que se puede comprar hielo y café. En esos días, los asistentes viven con lo que llevan o a través de trueques o regalos, siguiendo la estela de las comunidades hippies, pero, para qué lo vamos a negar, siendo todos adinerados. Los participantes llevan su propia agua y comida y no hay cobertura en la zona por lo que no pueden postear -al menos durante esos días- nada de lo que suceda allí dentro. Al final del festival, los asistentes queman un monumento 'sagrado' al que denominan The Man, un hombre de madera gigante que preside el evento como símbolo de lo que allí se lleva a cabo.

El evento original arrancó en 1986 en una playa de San Francisco, donde un grupo de amigos celebró el solsticio de verano quemando una figura de madera de dos metros de altura. A principios de los 90 el festival cobró tanta fama que lo llevaron a su ubicación actual. Los participantes, llamados burners, son animados a encontrar una manera de ayudar, ya sea a través de música, instalaciones de arte a gran escala, regalos para intercambiar, disfraces... Además, combaten el calor y el frío, ya que en Black Rock las temperaturas alcanzan los 55 grados de día y bajan a 5 por las noches. Y sí, dicen que lo que pasa en Burning Man, se queda en Burning Man.

Punto de encuentro de magnates

Pese a sus principios hippies, lo cierto es que en los últimos años se ha convertido en punto de reunión de millonarios en busca de nuevas experiencias y allí se congregan ricos de todo el mundo. Celebrities internacionales como Puff Daddy, Cara Delevingne, Katy Perry o Paris Hilton o los hijos de las grandes fortunas como Pauline Ducruet -hija de Estefanía de Mónaco- Margherita Missoni, Alexandra Von Fürstenberg, Francesca Versace, David de Rothschild o Tatiana Santo Domingo, han asistido en alguna ocasión a este festival.

Pero los que eligen este encuentro son los grandes magnates de las telecomunicaciones. Desde los fundadores de Google, Larry Page y Serguéi Brin, a Jeff Bezos, presidente ejecutivo de Amazon, pasando por Elon Musk, el dueño de Tesla Motors, o el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, empleados de compañías como Twitter o Uber, son algunos de los que han disfrutado de estos días en el desierto en alguna ocasión.

También se instalan allí empresarios y ejecutivos de fondos de inversión buscando unos días en los que el dinero no cuenta, pero con sus cuentas corrientes a rebosar, claro. Ellos llegan allí en jet privado y levantan allí lujosos campamentos temporales que poco tienen que ver con las tiendas de campaña y cuentan con todas las comodidades -aire acondicionado, cafetería abierta las 24 horas del día, servicio de catering con los mejores chefs del mundo...- para sus invitados VIP.

Pueden pagar unos 25.000 dólares por la estancia. Incluso se ha contado que hay agencias de viajes que organizan paquetes con vuelo en jet privado y estancia en caravana de lujo solo aptos para los que tienen los bolsillos bien llenos de dólares. Vamos que de espíritu hippie, ya poco o nada.

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