Cónclave: un thriller más efectista que eficaz

Ralph Fiennes en Cónclave
Ralph Fiennes en Cónclave

“Cónclave” (idem, Reino Unido, Estados Unidos/2024) Dirección: Edward Berger. Guión: Peter Straughan basado en la novela homónima de Robert Harris. Fotografía: Stéphane Fontaine. Edición: Nick Emerson. Música: Volker Bertelmann (alias Hauschka). Elenco: Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow, Isabella Rossellini, Jacek Koman, Sergio Castellitto, Carlos Diehz. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 120 minutos. Nuestra opinión: buena.

Ante todo, es conveniente formular una clara divisoria de aguas: formalmente este nuevo proyecto del realizador de Sin novedad en el frente es una interesante película con un absurdo final que resiente todo lo que, hasta ese momento, se relataba con buen tempo cinematográfico e inteligentes dosis de intriga. Por otra parte, desde el ámbito de la fe y el credo católico, Cónclave no es una película que pueda ser del gusto del devoto porque critica, sustentada en la representación de la corrupción estructural del poder y la conspiración como modo de generar consensos, la elección del máximo dignatario de la Iglesia católica.

Algo tiene de inteligente y sugestivo lo que propone Cónclave y es la búsqueda del escenario clausurado, siendo además uno de los pocos absolutamente vedados al seguimiento directo de la “opinión pública”, tal como es la reunión del Colegio Cardenalicio de la Iglesia para elegir un nuevo papa. En el mundo contemporáneo, donde todo es presa de los sistemas de transmisión de la imagen y la información en directo, las votaciones realizadas en la Capilla Sixtina para ocupar la “sede vacante” quedan al resguardos de filtraciones de la información, y por ende las diferentes votaciones hasta la elección del pontífice se realizan bajo la Universi Dominici Gregis, que prohíbe filtrar contenidos. La representación del “sitio prohibido” es perfecta, entonces, como ámbito para el desarrollo de un thriller que tiene como punto de partida la muerte de un papa y un cónclave lleno de conspiraciones, del cual surgirá el siguiente.

Así sucede cuando el cardenal decano Thomas Lawrence reúne al Colegio Cardenalicio para elegir al sucesor. Cuatro son los “papables” de este futuro cónclave: el cardenal Tedesco, de la línea más clásica de la iglesia italiana; el conservador canadiense Joseph Tremblay; el nigeriano abocado a la asistencia humanitaria Joshua Adeyemi y el principal aspirante: el norteamericano Aldo Bellini, un reformista que continuaría la línea del difunto papa.

Pero un día antes de que comience el cónclave, el prefecto de la Casa Pontificia afirmará en secreto que la noche de su fallecimiento el papa había exigido la dimisión de Tremblay. A eso se suman los nervios de Bellini, tanto por bloquear a Tedesco como por ser ungido papa, y el arribo de los cardenales de sitios remotos siendo el último en llegar el desconocido arzobispo de Kabul, Víctor Benítez. Es entonces cuando comienzan en Cónclave las sucesivas votaciones pero además una trama donde conviven acusaciones de abusos, relaciones ilícitas, sobornos para comprar votos y las conspiraciones que hacen de cada votación el momento expectante para cada cardenal con chances, hasta que los resultados obliguen a comunicar la “fumata nera” y una nueva ronda.

Como thriller político es efectivo, aunque lo abrupto y el tono del final le otorguen poco verosímil a una trama donde los cardenales no son guiados por la teología católica sino por la conspiración. La recreación al mínimo detalle del ambiente vaticano debe destacarse, junto con un casting donde cada rostro parece salido del seno de la Iglesia y así Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow, Isabella Rossellini y un no menos extraordinario Sergio Castellitto componen con enorme credibilidad sus roles , que afianzan cuando la trama se enreda y la figura del desconocido de Kabul (rol a cargo de Carlos Diehz, el menos verosímil), asciende en una historia con mucho de controversial y efectista antes que eficaz.