Caballos Salvajes: el hit del cine argentino que pudo tener a Paul Newman y Johnny Depp en su remake y ahora llega renovado a Netflix
Una caravana de vehículos recorriendo la Patagonia, equipamiento técnico que incluía las primeras cámaras Panavision utilizadas en Argentina y un aporte de talentos único: Héctor Alterio en el podio de su carrera, liderando la trama junto con Leonardo Sbaraglia en su primer protagónico, y otras figuras del momento, como Fernán Mirás o Cecilia Dopazo, Federico Luppi y Cipe Lincovsky, producción musical de Andrés Calamaro y guión de Aída Bortnik. Bajo la dirección de Marcelo Piñeyro, Caballos Salvajes se estrenó en 1995 con todos los ingredientes de una superproducción y dio la vuelta al mundo.
Exactamente 28 años después de su proyección en la apertura del Festival de Venecia de aquel año, el film regresó a la gran pantalla la semana pasada, remasterizado, en una presentación en el complejo Cinemark Palermo con parte del elenco. Este viernes, la película que tres décadas atrás superó el millón de espectadores se encontrará con viejos y nuevos públicos al incorporarse al catálogo de Netflix.
Con una historia vigente, la de las crisis económicas -y morales- en Argentina, la realización vuelve a invitar al espectador a lanzarse a la carretera junto a los protagonistas: José, el personaje de Alterio, un viejo anarquista víctima de una estafa financiera y quien reclama el pago no ya para sí sino para liberar a los caballos que vio crecer en el sur y que serán sacrificados, y Pedro Mendoza, una suerte de yuppie encarnado por Sbaraglia que, de forma inesperada, se une al plan. “El dilema es simple: o me devuelven lo que me estafaron o me mato aquí y ahora”, dice la víctima mientras se apunta con un arma. La escena interpela al joven, que llena un bolso con cientos de miles de dólares de dinero negro guardados en el banco y se une al veterano en una huida hacia el sur, donde ambos recibirán la ayuda de distintos interlocutores. “La gente está allí si uno sale a buscarla”, dirá más tarde el protagonista.
Sobre su papel, Sbaraglia recordó en una entrevista con este diario en 2020: “Siendo tan chiquito, yo ya era re obsesivo y estaba todo el día trabajando el personaje, porque sentía que era muy importante para mí. Me lo tomé muy en serio. Cuando rodamos, cuando todos hacían cosas turísticas, como ir a ver las ballenas [en Puerto Madryn]. Yo me quedaba estudiando. Me lo tomé con mucha responsabilidad, pero disfruté muchísimo porque lo pasábamos increíble y a esa altura éramos un grupo de amigos. El rodaje fue una fiesta”.
Para Alterio, aquellas semanas en la Patagonia se vivieron en medio de un clima de trabajo inolvidable. “Se conjugaron una cantidad de cosas que hacen que lo recuerde con placer. Estaba haciendo algo comprometido ideológicamente y con coincidencias estéticas en el sentido de la creatividad por parte de Marcelo, que me gustaban y por las que apostaba, y eso no suele ocurrir con frecuencia. Y la repercusión que tuvo la película me llevó a pensar que hicimos un trabajo que tuvo trascendencia, como si me colocaran un galardón realmente. La gente se identificó con mi personaje y yo lo pasé estupendamente bien. Recuerdo el buen hacer de todo el equipo humano, la complicidad. Daba gusto trabajar ahí y lo sentí mucho cuando terminó”, decía a este diario también en 2020 el célebre actor, protagonista de la escena más memorable de la película: la de un Alterio girando con los brazos abiertos al grito de: “¡La p... que vale la pena estar vivo!”.
Con motivo del desembarco de la película en Netflix, Marcelo Piñeyro dialogó con LA NACIÓN acerca de las reacciones de los actores más jóvenes del equipo al reencontrarse con una pieza fundacional en sus carreras, el recuerdo de los días de filmación y el lugar de Caballos salvajes en su filmografía.
¿Cómo fue el proceso de remasterización de la película?
Fue largo y estuvo suspendido durante la pandemia. Empezó en Londres y se terminó acá. Yo venía de remasterizar Tango feroz y espero poder seguir con Cenizas del paraíso y Plata quemada. La película quedó maravillosa. Es un gran cambio con respecto al año 95, al VHS, la televisión analógica. Después de su estreno en cines, la gente solo la había visto en televisión en copias horribles, y ahora la va a poder redescubrir por completo, admirarla con la alta calidad con la que realmente fue hecha. Verla de nuevo en el cine, a sala llena, fue impresionante. La gente estuvo conectada, se emocionó, se rió, se entretuvo. Una ovación enorme al final. Decían: “Parece hecha esta mañana”, porque la película habla de hoy, por completo.
¿A qué se debe esa vigencia?
A que Caballos salvajes tiene una verdad emocional sobre los vínculos humanos que es eterna, más allá de circunstancias y contextos. Fue hecha en la Argentina de 1994, en pleno menemismo, con el 1 a 1, el primer temblor fuerte de la convertibilidad. En pleno éxito de Tango feroz me subí al auto y me fui a la Patagonia para escapar del estrés. Ahí empecé a ver este país que se estaba agrietando, poblaciones construidas alrededor de industrias que, al cerrar, quedaban como pueblos fantasmas. Y la realidad de los 90, que explota años después, un momento de gran exaltación del individualismo, del salvarse a uno mismo. En ese contexto, la película sale a dar otra mirada, otra posibilidad de entender el país y a nuestra sociedad.
¿Por qué resulta tan relevante en el actual contexto ese concepto de la solidaridad colectiva?
Soy un convencido de que uno nunca se salva solo. No hay modo de ser feliz si lo que te rodea es infelicidad. Eso no existe. Una sociedad no tiene futuro si no se reconoce en la solidaridad. Estos temas están en la película, que sigue tan vigente como cuando fue hecha, y en un punto, lamentablemente sigue tan vigente.
¿Qué actores estuvieron en el relanzamiento?
A la presentación fueron Fernán, Cecilia y Leo, y fue muy linda su reacción. Ellos la habían visto mil veces en aquel momento, pero eran muy chicos cuando la hicieron. La veían el otro día y decían: ‘No podemos creer que hayamos hecho esta película’. Estaban emocionadísimos. Héctor sabe que estará en Netflix, en su última visita recordamos la película, él la ama. Volver a verla en el cine fue una belleza absoluta. Ver 28 años después que algo que hiciste sigue tan vivo, comunicando con la misma potencia, solo decís ‘gracias’. De alguna manera es un clásico. Y aquel que busque en Caballos salvajes dos horas de puro entretenimiento, diversión y emoción genuina, los va a encontrar, y el que quiera ver algo más, lo verá. Con la remasterización, todo el mundo al salir del cine mencionaba lo moderna que es, en términos de realización.
¿Se extraña algo con respecto a cómo se rodaba en aquella época o los avances tecnológicos solo han supuesto ventajas?
Recuerdo el rodaje en la Patagonia, éramos como una tribu dando vueltas por el sur… La película tiene todos los elementos y la calidad técnica de una superproducción pero a su vez posee la energía de una confección absolutamente artesanal, pero eran cámaras pesadísimas. Hoy, los rodajes, lo digital, la posibilidad de ver exactamente cómo está quedando, facilita las cosas, aunque muy entre comillas, porque fácil nunca es. Vengo de filmar dos temporadas de El reino [serie disponible en Netflix], y tanto ahora como en todos los años que han pasado en el medio, con las diferentes técnicas de producción, hay algo que no cambia: en películas grandes o pequeñas, lo que importa es el amor por contar lo que estamos contando, el deseo de que el espectador lo reciba y le impacte. A veces te sale, a veces no.
¿Volviste a las locaciones donde se filmó la película?
Desde la pandemia, no, pero antes fui a todas: Puerto Madryn, Esquel, y el viaje en el medio hacia la Cordillera y Mendoza, esos paisajes potentes, cambiantes. Soy un enamorado de la Patagonia y del norte.
Si bien ya tuviste tu desembarco en el streaming, ¿qué supone para la película esta presencia en Netflix?
Me encanta que la difunda esta plataforma. Esto le permite a la película ahora remasterizada que el público la pueda ver tal como se debe ver, con todas las ventajas tecnológicas y la posibilidad de llegar a públicos que no la han visto o que la han visto en no buenas condiciones, redescubrirla.
¿Nunca pensaste en una continuación para los personajes de Alterio y Sbaraglia?
La verdad es que no. Siento que la historia concluye muy bien. Sí se habló varias veces de remakes, estuvo al borde de hacerse, se empezó a charlar en el Festival de Venecia y querían hacerla con Paul Newman y Johnny Depp, pero finalmente no se hizo. Muchísimas veces me llegaron propuestas de remakes de Estados Unidos y de Francia, pero no me muero porque suceda.
¿Estás trabajando en nuevos proyectos?
Estoy escribiendo una película. Después hacer dos temporadas de una serie, que me encantó hacer, tengo ganas de volver al formato narrativo, que es con el que estoy más familiarizado, el del cine. Todavía no pensé en el elenco pero descubrí algo que no se me había pasado por la cabeza: viendo en la sala Caballos salvajes, pensé en que lo que estoy escribiendo es como una versión en femenino, aunque no tiene que ver. Las protagonistas son dos mujeres que vienen de mundos totalmente antitéticos, de generaciones totalmente diferentes [al igual que los papeles de Alterio y Sbaraglia] y que encuentran un punto de conexión profundísimo que va más allá de todo lo que las separa. En lo importante, se reconocen solidarias, a la par. Veremos cómo avanza.
¿Qué película te conmovió, recientemente?
Oppenheimer, me encantó; Close, una maravilla; Aftersun, también. Barbie todavía no la vi, esperaré a que salga en alguna plataforma. Soy un aficionado a revisar clásicos: el otro día volví a ver El conformista (1971), de Bernardo Bertolucci, y me impactó particularmente cómo te cuenta la conversión de un tipo en fascista en esa Italia de los 30. Es una película que amo particularmente. Cuando todavía iba al secundario, recuerdo salir de verla y decir: ‘Voy a estudiar cine’, y me fui a anotar a la carrera.