La carta de Adrián Suar es un diagnóstico brutal del estado de la TV en la Argentina

La carta enviada por Adrián Suar a los empleados de Polka es mucho más que la descripción de un cuadro de situación complicadísimo para la continuidad de una empresa en los imprevisibles tiempos del coronavirus. Es sobre todo el diagnóstico más brutal que se haya conocido hasta ahora sobre el estado actual de la televisión en la Argentina. Y sobre su futuro.

Suar habla en su carta de una televisión "que no existe más". Y la descripción de un tiempo en el que había 350 horas de aire por año e infinidad de oportunidades creativas para su usina de producción no tiene el carácter de algo dicho solo en tiempo presente. Está escrito con el tono de un recuerdo, de la conciencia de un tiempo que no volverá.

De las palabras de Suar surge con claridad una inquietante certeza. Lo que la pandemia precipitó en pocas semanas iba a ocurrir de todas maneras. En cámara lenta, pero de manera inexorable, un tiempo de normalidad también habría convertido a Polka en un dilema casi imposible de resolver. Con un escenario parecido y las mismas consecuencias inquietantes y desagradables, sobre todo en el caso de la continuidad laboral de buena parte del numeroso plantel estable de la productora.

La industria del entretenimiento impone a sus actores una dinámica vertiginosa y la necesidad de adecuación permanente a nuevos estímulos. Todo el que trabaja en este mundo sabe que la provisionalidad es la constante. Sobre todo porque las veloces e inagotables transformaciones tecnológicas de los últimos tiempos y el cambio revolucionario marcado por el nuevo lugar del espectador (más activo, protagonista y demandante que nunca) dejan siempre en falsa escuadra al que permanece quieto y no se mueve de su zona de confort. O del éxito precedente.

Al mismo tiempo, y casi como una paradoja, hay más demanda que nunca de contenidos y ficciones en el mundo. El número de producciones para lo que hoy llamamos "pantallas" y antes se reducía al espacio de un televisor es inédito en su cantidad. Para algunos, casi obsceno. En este escenario, la Argentina se enfrenta a una encrucijada. Tiene recursos de producción, talento artístico y humano de sobra para convertirse en un gran generador de formatos y producciones. Su condición de gran exportador de TV en el pasado inmediato lo certifica.

Pero hoy la realidad económica muy estrecha de nuestro país y la nueva lógica diseñada desde una industria que traza estrategias con criterios cada vez más regionales y globales imponen nuevas condiciones. Como bien explica Suar, el futuro inmediato de productoras como Polka se presenta bajo la forma de una integración con pares locales o internacionales para llevar adelante proyectos conjuntos, por lo general de corta o media duración.

La Argentina se enfrenta a una encrucijada. Tiene recursos de producción, talento artístico y humano de sobra para convertirse en un gran generador de formatos y producciones

También hay producciones de mucha más envergadura, beneficiadas con el apoyo del público como vemos día a día en las plataformas de streaming y también en los canales de aire. Ficciones que llegan desde Brasil, Turquía, Italia, Corea del Sur, y ahora también Polonia y los países escandinavos. Nos impresionan el despliegue de producción, los recursos puestos al servicio de las historias, sus ambiciosas pretensiones.

En ese nuevo cuadro de preferencias de las audiencias locales y globales, es muy posible que un modelo de ficción local y costumbrista como el que impuso Polka con notable éxito y admirable continuidad a lo largo de los últimos 26 años no encuentre el mismo lugar que antes. Con su apoyo a ficciones como las que llegan últimamente de Brasil y Turquía, más allá de la comodidad para los canales de poner en el aire una lata extranjera en vez de promover producciones propias, tal vez el público esté diciendo que quiere para la televisión argentina otra cosa.

No serán por supuesto recreaciones de escenas bíblicas o relatos románticos demasiado exacerbados. Tal vez la señal de que lo que se espera de la tele sean obras más ambiciosas, más pensadas, mejor elaboradas. Quizás el sueño de un nuevo tipo de ficción local original, genuina, que por lo menos represente nuestras expectativas como espectadores mucho más que el costumbrismo telenovelado escrito y grabado siempre a las apuradas. ¿Por qué ya no hay tiempo ni voluntad para seguir la huella abierta por Los simuladores, serie que ya está cerca de cumplir 20 años?

"Teniamos una manera de producir que nos llenaba de orgullo pero con una ecuación difícil de sostener", reconoce Suar en su carta con una franqueza inusual en el medio. Y cuando escribe "desconozco hacia qué Polka estamos yendo" en realidad dice que no sabe cuál es la televisión con la que se va a enfrentar cuando recuperemos la normalidad perdida.

Va a ser necesario que los otros nombres fuertes del medio se sumen a este examen de conciencia que hizo Suar para saber dónde está parada la televisión argentina cada vez que piense en el futuro. Tenemos una audiencia cada vez más experta, curiosa y hambrienta de contenidos. Y un capital creativo, artístico y técnico de indiscutible calidad. Pero también existe la certeza de que la Argentina tardará mucho más en recuperarse que otros países de los efectos devastadores de la pandemia y de una cuarentena interminable. El Covid-19 llegó cuando nuestra TV todavía no se da cuenta de la necesidad profunda de revisar ideas, estructuras y estrategias. La carta de Suar le agregó un inquietante escenario inmediato a un cuadro de situación que tarde o temprano iba a quedar expuesto.