¿Una cascarita o una ranchera? La ‘Tota’ Carbajal recuerda a su compadre José Alfredo Jiménez

El que cuenta la historia es un viejo encorvado y ciego. Se llama Antonio y dice que hace 72 años se convirtió en el portero de la Selección Mexicana, posición que presumió durante cinco copas del mundo.

Le llamaron La Tota Carbajal y se estrenó en el estadio Maracaná, donde unos brasileños vestidos de blanco le marcaron cuatro cruces en la frente. En esa época las crónicas se escuchaban en enormes radios de bulbos y los futbolistas tomaban el tranvía para llegar al estadio. A sus 93 años, el compadre de José Alfredo Jiménez se imagina lo que hubiera ocurrido si ambos hubieran cambiado sus carreras, algo así como el portero José Alfredo y el charro Antonio Carbajal. Una charla con los ojos cerrados.

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I

El que aparece bajo la portería mexicana es nada menos que José Alfredo Jiménez. Está vestido de charro y cantando “no vale naada la vidaa, la viida noo vaale naadaaa”. Un sueño que me despierta en algunas madrugadas y en el que clarito veo a mi compadre del alma cumpliendo un sueño roto. ¿Usted sabía que quiso ser portero de la Selección Mexicana? Se lo cuento.

Nos conocimos en Santa María La Ribera desde chamacos. Yo soy del DF y José Alfredo llegó de Dolores Hidalgo, Guanajuato, tras la muerte de su padre. Yo trabajaba en una librería y él en un restaurante, pero había tiempo para echar cascaritas con pelotas de cuero junto al kiosco Morisco. Ambos escogimos la portería, jugábamos a ser como el arquero Bonfiglio, aquel militar que fue al primer mundial en Uruguay 30. A mi amigo le decían Josealfredo, así, seguidito. A mí me decían Toño, Toto y al final Tota. Él era tres años más grande, pero yo era más alto.

Cuando nos preguntaban los amigos, ambos respondíamos de la misma manera: “queremos ser porteros de la Selección Mexicana y viajar por el mundo”. Aunque el chaparrito luego contestaba: “También quiero ser cantante”.

Y es que a todos lados llegaba silbando sus propias melodías y escribiendo canciones en pedazos de papel. Cantaba mejor de lo que portereaba, jajaja. Ambos jugamos en el Oviedo infantil. Un día nos fuimos a probar al Club Real España de la Liga Mayor y, para mi buena suerte y su mala fortuna, me eligieron. Ni modo, compadre. Mejor dedícate a tus canciones, le dije con una palmadita en el hombro.

Me pagaron mi contrato con 11 balones de cuero, mi compa se vistió de charro y probó fortuna cantando en vivo una de sus canciones en la XEX-AM. Ese año (1948) fui portero suplente en los Juegos Olímpicos de Londres. Josealfredo se dejó el mostacho y apareció nada menos que en la XEW-AM. Si hubiera sido al revés, Jiménez hubiera sido un mal portero y yo un pésimo cantante.

Pero usted me preguntó de Brasil 1950 y yo contándole de mi compadre. Acomódese, amigo, vamos a volar hacia Río de Janeiro, donde el estadio no se llamaba Maracaná y Pelé todavía era un chamaco de nueve años.

De México sólo existía el antecedente del primer mundial. Después, dos copas sin asistir y la Segunda Guerra Mundial retrasaron nuestro retorno por 20 años. Así llegamos a la cuarta Copa del Mundo, para inaugurar el torneo ante la magia de los anfitriones y, a mis 21 años recién cumplidos, convertirme en el segundo portero mexicano que vivió para contarlo.

II

Aquel sábado 24 de junio de 1950 acabé con cuatro cruces en la frente. Dos fueron de Ademir, quien terminó como goleador del torneo y los otros de Jair y Baltazar. Algunos periódicos escribieron que pudieron ser 400 goles en contra, pero que el resultado fue decente: 4-0.

Para ser sincero, aquellos brasileños se burlaron de nosotros, pues en dos zancadas llegaban hasta nuestra portería y bailando se regresaban a su cancha para tocar el balón.

El técnico era Octavio Vial y recuerdo a compañeros como Antonio Roca, Felipe Zetter, Horacio Casarín, Mario Pérez, Carlos Septién, José Borbolla y Panchito Hernández. El estadio se llamaba Municipal, todavía con obreros trabajando en la construcción, y buscaban bautizarlo, pero no sabían cómo.

A mí nunca me gustó usar guantes de portero, pues “gato con guantes no agarra ratón”. Recuerdo que el portero de Brasil me prestó unos y a la primera se me resbaló el balón. Que me los quito y los mando al carajo.

Después fue el 4-1 en contra ante Yugoslavia en Porto Alegre y nos despedimos con una derrota de 2-1 ante Suiza, en el mismo estadio. No teníamos idea de lo que nos esperaba al regreso, apenas el tiempo suficiente para meter las cosas a la maleta y tomar el avión de regreso a nuestra capital.

Sí, tres derrotas, 10 goles en contra y dos nuestros anotados por Ortiz y Casarín. Aun así, yo quedé muy emocionado por vestir la camiseta mexicana y viajar a otro mundo. Apenas regresé a la vecindad de San Rafael, les dije a mis padres, Manuel y María del Refugio, camionero y lavandera de ropa ajena, “quiero jugar otro mundial. Quiero seguir viajando”.

Mi compadre ya vestía completo de charro y brillaba con todo y apellido: José Alfredo Jiménez. A mí me esperaban 20 años bajo los tres palos de México.

III

El final de esta historia la supimos por medio de los periódicos mexicanos y las estaciones de radio. Excélsior publicó que la Selección llevó a dos excursionistas, “Borbolla y Panchito, mambo y atole”. Las crónicas de la Selección iban en espacios cortos. Había más texto para los agarrones entre Tarzán López y Enrique Llanes ante Cavernario Galindo y Black Shadow.

El diario comenzó a atacar al equipo conforme se fueron dando las derrotas: “Triste papelazo”, “borrachines metidos a futbolistas” o “los turistas de Vial”. La mayor sorpresa fue que pedían las cabezas de la mitad del equipo, señalando que el presidente Miguel Alemán Valdés regaló algunos dólares a los seleccionados, antes del viaje, y que varios de ellos los utilizaron para embrutecerse en los cabarets de Río e Ipanema.

Varias notas las firmó el periodista Manuel Seyde y lo que leímos fue exagerado, de mala leche. La realidad fue que, antes de regresar, algunos jugadores quisieron ir a bailar samba y los acusaron de dedicarse a la botella. Algunos fueron suspendidos de sus equipos.

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Por radio me enteré de la derrota de Brasil ante Uruguay en el estadio Municipal. Con el tiempo le llamaron Maracanazo a esa final. El Real España desapareció y llegué al León, donde me enamoré de esta tierra en la que vivo.

Hace tiempo que perdí la vista, luego de que un caballo en pleno galope me golpeara en la cabeza. Ya me acostumbré, como antes, a escuchar los partidos sin imágenes. Pero cuando sueño, recobro la vista y vuelvo a mirar a mi compadre vestido de charro y de niños jugando en el kiosco. También reaparece Ademir, me le lanzo a los pies, me esquiva y deja el balón de cuero en las redes.

Soy el único sobreviviente de aquella Selección Mexicana de 1950, tengo 93 años, los dedos chuecos por tanto balonazo y aquí sigo. Como aquella canción de José Alfredo que dice: “y te vas y te vas y no te has ido”.

Alineación de México 0-4 Brasil (o de cuando la Tota Carbajal se ganó el pase a la Selección y José Alfredo Jiménez se hizo charro)

(24 de junio de 1950)

  • Titulares

Antonio Carbajal

Alfonso Montemayor (Capitán)

José Antonio Roca

Rodrigo Ruiz

Felipe Zetter

Mario Ochoa

Héctor Ortiz

Horacio Casarín

Mario Pérez

Carlos Septién

José Velázquez

  • Suplentes

Raúl Córdoba

Gregorio Gómez

Manuel Gutiérrez

José Naranjo

Samuel Cuburu

Antonio Flores

Carlos Guevara

Francisco Hernández

José Borbolla

Max Prieto

José Navarro

  • Entrenador

Octavio Vial