¿Cómo resistirse a la tentación de la comida basura? Aspirando su aroma

¿Quién no ha visto en dibujos animados clásicos al oso Yogui o a Pedro Picapiedra levitando siguiendo el aroma de una deliciosa hamburguesa o una tarta ostentosa? Si hay algo que tiene la comida menos recomendable para nuestra dieta es un olor al que resulta muy difícil resistirse. Pues bien, un estudio acaba de determinar que lo que provoca el problema podría también determinar la solución.

Aspirar el aroma de la comida rápida durante dos minutos nos hace rechazarla. Foto: Greek / Public Domain Pictures (CC)
Aspirar el aroma de la comida rápida durante dos minutos nos hace rechazarla. Foto: Greek / Public Domain Pictures (CC)

Un equipo de la Universidad de Florida ha publicado en el Journal of Marketing Research una investigación que determina que todo tiene que ver con la nariz. Bueno, y con un poco de voluntad para contener la necesidad compulsiva de comernos una porción de pizza con bien de extra de queso. Exactamente 120 segundos de voluntad.

Los investigadores aseguran en su estudio que todo lo que necesitamos para activar el centro de recompensa de nuestro cerebro es una pequeña exposición adicional al aroma. “El aroma ambiental puede ser una herramienta poderosa para resistir los antojos de determinados alimentos“, explica el profesor Dipayan Biswas, autor del estudio. La clave es que el cerebro no distingue si ese placentero aroma proviene de la nariz o de nuestro estómago. Lo que argumentan los expertos es que, con dos minutos de exposición a ese aroma, seremos capaces de resistir el impulso de atacar una bolsa de patatas fritas y que nos sentiremos igualmente satisfechos sin que hayamos tenido que comernos ni siquiera una. Así de milagroso.

Pero los autores del estudio ven más aplicaciones en su descubrimiento que evitar hartarnos de fritos. Explican que sus hallazgos resultan útiles para dirigir nuestra atención hacia los alimentos saludables. Una de las pruebas con aromas de alimentos poco sanos, como galletas y pizzas, tuvo lugar en los pasillos de fruta de supermercados. Allí los introdujeron y pudieron comprobar como aquellos que se resistían durante más de dos minutos acababan poniendo fresas y manzanas en su carro de la compra.

Si pasan más de 2 minutos, al final no nos comemos la burger. Foto: Pixabay
Si pasan más de 2 minutos, al final no nos comemos la burger. Foto: Pixabay

Se realizaron una serie de pruebas utilizando pulverizadores ocultos en un comedor escolar y en un supermercado. Algunos desprendían aromas de alimentos saludables, como las fresas y las manzanas. Otros introdujeron el olor de productos no tan saludables, como galletas y pizza. Aquellos que olían las galletas y la pizza por menos de 30 segundos experimentaron un antojo y eran más propensos a elegir tales alimentos. Pero aquellos que inhalaron el olor grasiento durante dos minutos terminaron eligiendo más fresas y manzanas.

La comida grasa está programada para ‘activar’ nuestros centros de recompensa pero lo que demuestra este estudio es que ese deseo puede satisfacerse de manera “olfativa en lugar de gustativa”. De hecho, esto podría explicar la reciente caída de ventas en algunos restaurantes de comida rápida, que emiten deliberadamente los aromas de sus alimentos a las atmósferas de los restaurantes. Siempre había funcionado como incitación a la compra, pero, a la luz de este nuevo descubrimiento, si la espera para ser atendidos es de más de dos minutos, podríamos desinflarnos y olvidarnos de nuestro antojo. Quizá de ahí viene lo de “comida rápida”…