Cómo Stephanie Salas ha derrotado las adversidades demostrando que es mucho mejor persona que Luis Miguel
A veces, nacer en el seno de una familia acaudalada o de abolengo no es garantía de la felicidad a través de los bienes materiales o la celebridad. Así es el caso de Stephanie Salas, la primogénita de la actriz Sylvia Pasquel, a su vez primera hija de la legendaria actriz Silvia Pinal.
Aunque Stephanie lo tiene todo para triunfar —es sumamente talentosa, intuitiva, bella y muy culta—, y de hecho ha tenido reconocimiento como actriz (y en algún tiempo como cantante y modelo), nada le ha sido regalado: para tener el estatus que hoy ostenta, la actual participante en 'MasterChef Celebrity México' ha pasado por situaciones muy duras, que en otras circunstancias habrían destrozado a una persona, pero dado que en su caso fueron cosas muy públicas, llevaron a Stephanie a madurar más rápido que muchas otras chicas de su edad.
Cuando su tía Viridiana Alatriste murió, ella solo tenía 12 años y fue una experiencia traumática muy dura, para una niña que no había pasado por algo así. Es verdad que sus padres se habían divorciado (amigablemente) cuando ella era muy pequeña, pero siempre había una red de soporte y amor que la acompañaba, encabezada por la abuelita Marilú (la madre de Silvia) quien siempre se ocupaba de los más pequeños de la familia; en este caso Alejandra y Luis Enrique Guzmán y Stephanie, que creció con ellos como una hermana más.
El terrible accidente de automóvil en el que Viridiana perdió la vida, impactó de manera irreversible a toda la familia, especialmente a los chicos: Alejandra se volvió rebelde y desubicada por un largo tiempo, mientras que Stephanie, que por primera vez encaraba la muerte, se sentía confusa y desamparada, por lo que encontró un refugio en estudiar actuación en Televisa, y actuando al lado de los integrantes de Timbiriche en la muy famosa versión de 'Vaselina' en 1984, que fue su primer papel formal (hacía el personaje de Pati, la porrista, y aunque no cantaba sola, sí formaba parte del coro).
Fue a partir de entonces que Stephanie, como de una crisálida, comenzó a emerger para ser una artista; esto también tuvo exigencias, aunque de otro tipo, que ella abrazó con compromiso: clases de danza, de música (teoría y solfeo, aprender instrumentos), de teatro y todo esto anexo a la educación formal que tenía que seguir ya que tanto su madre como su padre, el músico Mike Salas, coincidieron en que si sus intenciones para dedicarse al oficio familiar eran sinceras, tendría que aplicarse para ser una profesional.
Es claro que hay un abismo entre su primera aparición, a los 16 años, en la telenovela 'El precio de la fama', protagonizada por Sonia Infante y Sergio Goyri, con su más reciente trabajo como actriz en 'La casa de las flores' (eso sin contar que Manolo Caro la adora y ha estado obsesionado por más de 20 años con 'Ave María', la canción que Lolita de la Colina escribió para Stephanie y se volvió emblemática, ¿recuerdan?) o en 'Los monólogos de la vagina', en teatro. Stephanie se preparó y consiguió trascender una imagen para consolidarse como una intérprete sólida, comprometida, inteligente.
Otro momento clave que sirvió para definir el camino de Stephanie y que la cambió profundamente fue la tragedia representada por la abrupta muerte de su hermana menor, Viridiana Frade, en 1987. Esto sucedió cuando Stephanie y la pequeña, de dos años, estaban solas en casa, y en un periodo muy difícil ya que su madre y su abuela estaban enfrentadas (Silvia Pinal había tenido una relación sentimental con Fernando Frade antes de que éste se casara con Pasquel, y esto había causado una situación muy ríspida entre madre e hija, que los medios en su momento, habían seguido con salaz interés) y esto causaba mucho estrés a la adolescente. La situación fue trágica y devastadora: la pequeña Viridiana, nombrada así en memoria de la finada Alatriste, estaba al cuidado de su hermana mayor, que se distrajo un momento en atender una llamada telefónica, y lejos de la mirada del servicio y de Stephanie, cayó en la piscina de la residencia familiar y murió por ahogamiento.
Stephanie nunca ha hablado públicamente de esta circunstancia, pero fue una situación aún más traumática que el accidente de su tía; por años, se habló de que la sensación de culpa y/o responsabilidad que la niña (porque eso era a los 17 años, una niña) la había sacudido con fuerza y la llevó a tener una actitud muy distinta, una introspección muy severa y una depresión que le duró largo tiempo. Fue en este periodo de su vida que Stephanie comenzó a frecuentar a Luis Miguel, primero en plan amistoso y después con una relación romántica de muy bajo perfil (no fue una aventura de una noche, como lo presenta la serie), que se complicó cuando se encontró embarazada de su primogénita, Michelle.
La historia de cómo Michelle Salas nació y la relación que tiene con sus padres, es algo acerca de lo que se ha escrito mucho y no lo revisaremos aquí. Lo cierto es que fue lo que cimentó su madurez como persona, haciéndose cargo por completo de la manutención y crianza de su hija, sin contar con ninguna clase de apoyo por parte del padre de esta, incluso manteniendo en el anonimato públicamente la identidad de él por décadas, hasta que Michelle alcanzó la mayoría de edad.
Convertida en madre por segunda ocasión en 1997, cuando nació Camila, de su matrimonio con Pablo Valero (también músico, y exintegrante de la banda 'Santa Sabina'), mismo que se disolvió hace casi 10 años, Stephanie demostró una aptitud natural para criar a sus hijas con libertad y límites bien balanceados: el que ambas sean adultas centradas y realizadas es testimonio de su dedicación y cuidado; algo que también salió a la luz al estrenarse la teleserie biográfica de Luis Miguel, donde Stephanie fue mostrada como "Sofí", un personaje que nada tenía qué ver con ella, y donde Michelle fue humillada por los guionistas, que incluso llevaron esto hasta las últimas consecuencias y hoy, la de por sí tenue relación entre la modelo e influencer con su padre biológico es inexistente.
Stephanie dio muestras de una dignidad e integridad enormes al poner los puntos sobre las íes, dejando claro en la arena de la opinión pública (que muchas veces es la corte más severa) que sin que medren las circunstancias (¡y vaya que ha pasado por cosas difíciles y duras!), la mezquindad, como aquella de la que ha hecho despliegue su antiguo concubino con su serie de Netflix y sus actitudes, no forma parte de su personalidad.
Accesible, sensible, sensata, racional y con los pies bien puestos en la tierra, la Salas es una mujer cabal, admirable y con una gran empatía, lo que ha dejado claro que es algo sorprendente en el mundo de la farándula mexicana, donde destaca más el que lo peor enseña. Ella es una gran persona y puede estar feliz con el lugar que ha obtenido, pese a la adversidad que no la rompió: la forjó.