7 comportamientos que revelan una falta de Inteligencia Emocional

La Inteligencia Emocional es determinante para nuestro éxito y salud psicológica. [Foto: Getty]
La Inteligencia Emocional es determinante para nuestro éxito y salud psicológica. [Foto: Getty]

La inteligencia emocional representa el 80% del éxito en la vida”, afirmó el psicólogo Daniel Goleman. Aunque esa cifra puede ser objetable, no cabe duda de que la Inteligencia Emocional nos permite afrontar mejor los problemas, contribuye a nuestro equilibrio psicológico, facilita las relaciones interpersonales y apuntala el éxito profesional.

La capacidad para gestionar las emociones y el estrés es clave dirigir con éxito un proyecto profesional, como comprobó una investigación realizada en la Universidad de Oklahoma. El optimismo predice mejor el desempeño tras salir de la universidad que las calificaciones obtenidas en la carrera o en el examen SAT, según un estudio publicado en la Journal of Personal Selling & Sales Management. Y saber identificar las emociones de los demás es esencial para navegar con éxito en la vida social y en el trabajo. Eso nos indica que cognición y emoción van de la mano, y que es tan importante desarrollar nuestra esfera intelectual como nuestra área afectiva.

¿Qué es exactamente la Inteligencia Emocional?

La Inteligencia Emocional implica reconocer y gestionar las emociones propias y ajenas. [Foto: Getty]
La Inteligencia Emocional implica reconocer y gestionar las emociones propias y ajenas. [Foto: Getty]

Las personas suelen asociar la Inteligencia Emocional a la habilidad para “conocer mis sentimientos”, “gestionar mis emociones” o “ser consciente de mis habilidades”. Esas frases revelan una visión egocéntrica que se acerca más a un narcisismo consciente que a la auténtica Inteligencia Emocional.

El concepto de Inteligencia Emocional fue desarrollado por Salovey y Mayer en 1990 precisamente para realzar los aspectos no cognitivos de la inteligencia. Indicaron que se trata de una “forma de inteligencia social que incluye la habilidad para monitorizar tanto los sentimientos y emociones propias como los ajenos, discriminar entre ellos y usarlos para orientar nuestro pensamiento y acciones”.

Eso significa que la Inteligencia Emocional no versa únicamente sobre “mis emociones” y “mis sentimientos” sino que implica una sensibilidad especial ante las emociones y sentimientos ajenos, así como la capacidad para gestionar esa “esfera afectiva conjunta” de la mejor manera posible.

Los comportamientos más comunes que obstaculizan la Inteligencia Emocional

1. Negarse a considerar otros puntos de vista y opiniones

Negarse a ponerse en el lugar del otro y escuchar nuevas ideas es una muestra de escasa Inteligencia Emocional. [Foto: Getty]
Negarse a ponerse en el lugar del otro y escuchar nuevas ideas es una muestra de escasa Inteligencia Emocional. [Foto: Getty]

Ser inteligentes emocionalmente implica ser capaces de ponernos en el lugar del otro y, aunque no estemos de acuerdo con sus ideas, al menos intentar comprenderlas. Negarnos a valorar otros puntos de vista, solo porque difieren de nuestro sistema de creencias, implica una rigidez mental que crea muros y distancias emocionales. Las personas con una escasa Inteligencia Emocional hacen suposiciones rápidamente, sucumben al sesgo de confirmación y se aferran tercamente a su postura, negándose a escuchar cualquier opinión o hecho contrario a sus creencias. Estas personas suelen ser muy críticas con los demás pero no desarrollan la autocrítica y reclaman empatía pero son poco empáticas.

2. Culpar a los demás de nuestros problemas

Las personas con Inteligencia Emocional tienen un locus de control interno. Eso significa que, aunque son conscientes de que algunas cosas no dependen de su voluntad o esfuerzo, asumen la responsabilidad por sus actos y toman las riendas de su destino. La tendencia a culpar a los demás de lo que nos sucede desvela un locus de control externo que nos hace percibirnos como simples víctimas de las circunstancias, sin ningún poder para cambiar el curso de nuestra vida. Las personas con poca Inteligencia Emocional suelen culpar a los demás de lo que les sucede y lo que sienten. No son conscientes de que toda vivencia está compuesta por dos factores: lo que sucede y nuestra interpretación de ello. Ese locus de control interno se convierte en una barrera para gestionar activamente sus emociones y encauzar mejor su vida.

3. Estresarse por todo, continuamente

La Inteligencia Emocional actúa como un factor protector contra el estrés”, fue la conclusión a la que llegaron psicólogos de la Universidad de Jaén. Las personas inteligentes emocionalmente no son inmunes al estrés. Algunas situaciones pueden superar sus recursos de afrontamiento y generarles tensión y ansiedad. Sin embargo, estas personas son capaces de lidiar con ese estrés, ponen en práctica diferentes estrategias para impedir que se vuelva crónico. Quienes carecen de Inteligencia Emocional tienen dificultades para identificar sus fuentes de estrés, por lo que suelen experimentar más tensión y ansiedad. Como no saben gestionar las emociones desagradables que experimentan, estas se convierten en más gasolina para el fuego, por lo que el estrés crece de manera incontrolada y desmesurada.

4. Reaccionar con arrebatos emocionales desmesurados

Los arrebatos emocionales son una muestra de inmadurez afectiva. [Foto: Getty]
Los arrebatos emocionales son una muestra de inmadurez afectiva. [Foto: Getty]

No existen emociones negativas sino emociones mal expresadas. Todas las emociones son reacciones normales si se analizan en cierto contexto, solo es necesario aprender a gestionarlas asertivamente. Las personas con una escasa Inteligencia Emocional tienen dificultades para gestionar sus emociones, por lo que pueden reaccionar con arrebatos emocionales inesperados y a todas vistas desproporcionados e incontrolables. Estas personas pueden reaccionar con una ira exagerada, sentirse extremadamente frustradas hasta el punto de no escuchar razones o experimentar una tristeza infinita que las conduce a un agujero negro. Ese escaso autocontrol emocional, más propio de un niño pequeño que de un adulto maduro, termina siendo una bomba de relojería que, tarde o temprano causará daños a ellos y a los demás.

5. Reprimir las emociones como si fueran nuestros enemigos

Es tan negativo dejar que las emociones tomen el mando como reprimirlas continuamente. Las personas con Inteligencia Emocional son conscientes de lo que sienten y quieren, y no tienen reparos en expresarlo asertivamente cada vez que sea necesario. Enmascarar constantemente nuestras emociones fingiendo felicidad y positividad no es genuino ni productivo. Reprimir las emociones o pensar que son nuestros enemigos es una muestra de escasa Inteligencia Emocional. Sepultar lo que sentimos, hasta el punto de desarrollar relaciones marcadas por la frialdad emocional, no es beneficioso para nadie. “Las emociones reprimidas nunca mueren. Están enterradas vivas y saldrán a la luz de la peor manera”, como advirtió Freud, alertando de que es probable que incluso terminen generando enfermedades psicosomáticas.

6. Ofenderse con facilidad por lo más mínimo

"La educación emocional es la habilidad de escuchar casi cualquier cosa sin perder tus estribos y tu autoestima" - Robert Frost [Imagen: Getty]
"La educación emocional es la habilidad de escuchar casi cualquier cosa sin perder tus estribos y tu autoestima" - Robert Frost [Imagen: Getty]

Una ofensa necesita dos actores: quien ofende y quien se siente ofendido. Las personas inteligentes emocionalmente ponen en práctica el sabio consejo de Descartes: “cuando alguien me ofende, intento elevar mi alma muy alto para que la ofensa no la alcance”. Estas personas saben quiénes son y se sienten seguras de sí, por lo que no suelen sentirse ofendidas con facilidad. De hecho, suelen tener un agudo sentido del humor que las lleva a burlarse de sí mismas y de la adversidad. Las personas con una escasa Inteligencia Emocional, al contrario, no conocen sus puntos rojos y suelen ser inseguras ya que su autoestima depende de la valoración de los demás, por eso cualquier crítica o señalamiento puede hacer que se sientan ofendidas. Perciben los comentarios ajenos, incluso aquellos aparentemente neutros, como un ataque a su “yo”. A la larga, sentirse ofendido por todo no solo generará roces en sus relaciones interpersonales, sino que les impedirá vivir en paz.

7. Tener un vocabulario emocional limitado

Las palabras nos ayudan a comprender mejor lo que nos ocurre. Tener granularidad emocional, una habilidad que implica ser capaces de detectar una amplia gama de emociones, nos permitirá ser conscientes de nuestro estado de ánimo y, por ende, poner en práctica estrategias más eficaces para gestionarlo. Ese nivel de autoconciencia emocional incluso puede ayudarnos a superar enfermedades graves como el cáncer ya que se ha asociado con niveles más bajos de inflamación, según un estudio publicado en la Journal of Consulting and Clinical Psychology. Sin embargo, las emociones mal etiquetadas a menudo se malinterpretan y es más difícil – o prácticamente imposible – gestionarlas asertivamente. Las personas con una escasa Inteligencia Emocional no tienen un gran diapasón lingüístico para referirse a lo que sienten, de manera que bajo la frase “me siento mal” pueden englobar emociones tan dispares como la frustración, tristeza, amargura, angustia o miedo. Y eso no ayuda precisamente a superar esas emociones.

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