El consumo de benzodiacepinas aumenta entre los adolescentes, ¿por qué y qué podemos hacer?
Las benzodiacepinas son fármacos psicotrópicos que actúan provocando un efecto ansiolítico y relajante. Como todos, son medicamentos que tienen contraindicaciones y efectos secundarios, por eso los expertos alertan del aumento del consumo que se ha constatado en los últimos años entre la población adolescente.
"Las benzodiacepinas están prácticamente en todas las casas, y se ha normalizado su uso, incluso en el ámbito familiar se les dan sin ser prescritas por su médico/a, como un analgésico sin tener en cuenta sus efectos ni riesgos”, alerta la Dra. Idoia Jiménez, coordinadora del grupo de trabajo Atención al Adolescente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
Un preocupante aumento del consumo
El consumo de benzodiacepinas se ha incrementado sustancialmente. De hecho, según datos de ESTUDES (encuesta del Ministerio de Sanidad sobre el consumo de drogas y otras adicciones), un 19,6% de los adolescentes entre 14 y 18 años habían consumido este fármaco alguna vez en la vida, lo que eleva la cifra hasta el medio millón de jóvenes.
Los riesgos del consumo de benzodiacepinas no pueden pasarse por alto: dependencia, confusión, trastornos de ánimo y de la memoria, como indica la Dra. Idoia Jiménez. Además, hay otro aspecto clave que hay que tener en cuenta y del que alerta: “Tener acceso a benzodiacepinas puede facilitar en adolescentes de riesgo los intentos de suicidio”. En el año 2023 casi 4.000 personas se suicidaron en España, y el suicidio se convirtió en la primera causa de muerte no accidental entre los jóvenes.
En una Guía dedicada a adolescentes creada por semFYC se expresa claramente lo siguiente:
"Se recomienda no prescribir benzodiacepinas en población adolescente de 10 a 21 años ante problemas de ansiedad o insomnio, exceptuando los problemas neurológicos o psiquiátricos graves".
En este sentido, la coordinadora del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la semFYC, Luz de Myotanh Vázquez, advierte de que "se debe considerar el daño que pueden causar en los adolescentes". Y añade: "Muchos psicofármacos tienen efectos secundarios que posiblemente sean peor tolerados por los adolescentes que por los adultos”.
Más soledad y aislamiento social
La pandemia ha incrementado las situaciones de soledad y aislamiento social de muchos jóvenes, lo que ha aumentado los cuadros de ansiedad y depresión de niños y jóvenes, además de trastornos del sueño y problemas de alimentación. En cifras, entre los años 2014 y 2022, el grupo de 15 a 19 años ha experimentado un incremento del 148% en cuanto a problemas de depresión. Mientras, si en 2014 se detectaron más de 45.000 casos de ansiedad en esa franja, en 2022 crecieron hasta los más de 125.000 ¿Por qué este aumento?
Las nuevas generaciones no son más incapaces, pero se enfrentan a formas de sufrimiento distintas a las de generaciones anteriores
El hecho de que estén en constante exposición por el avance tecnológico y la globalización los ha debilitado y sometido a comparaciones sociales continuas que les generan una presión muy intensa para poder cumplir lo que se presenta como estándares de éxito y felicidad.
Además, como apunta la Dra. Luz de Myotanh Vázquez, “el ciberacoso, que incluye insultos, amenazas y exclusión en redes sociales, tiene repercusiones graves en la autoestima y puede llevar a enfermedades mentales”. El abuso de las nuevas tecnologías, la ciberadicción, también es un grave problema, a su juicio, que genera insomnio, trastornos de conducta y alteraciones en el desarrollo de los más jóvenes. “No deja de ser una adicción como cualquier otra droga, solo que en este caso el consumo se hace a través de la conexión a la red”, recalca la representante de semFYC.
Tener acceso a benzodiacepinas puede facilitar en adolescentes de riesgo los intentos de suicidio
Cómo mejorar la salud mental de los adolescentes
Prevenir que los adolescentes lleguen a este punto de deterioro de su salud mental en el que tienen que hacer uso de las benzodiacepinas es esencial. En este sentido, tanto médicos como familia y escuela deben caminar de la mano para estar atentos ante las señales de alarma, que serían “el aislamiento; el rendimiento escolar con peores resultados o materias suspendidas; cambios en la forma de comer, tanto en la cantidad de comida o en un comportamiento de esconderse para comer; alteraciones en la conducta que pueden ir desde la apatía hasta tener reacciones desmesuradas, tales como gritos o malas contestaciones; el insomnio y el desmejoramiento del aspecto físico", señala la Dra. Luz de Myotahn.
La semFYC aboga por reforzar la prevención, creando puntos de apoyo comunitarios y espacios informativos, a la vez que se ofrece formación sobre salud mental en los centros educativos a la que deberían tener acceso alumnos y familia. Todo ello sin olvidar reforzar las unidades de salud mental infantojuvenil con más recursos humanos y económicos para poder detectar cuanto antes los casos de adolescentes con más riesgo.