Crítica Punk | Winnie the Pooh: Sangre y miel | Una profanación desesperada de un querido clásico
En el oscuro y retorcido universo de horror, emerge una adaptación única y perturbadora que prometía entregar una propuesta nunca antes vistas. Winnie The Pooh: Miel y Sangre (38%), la película independiente del género slasher dirigida y escrita por Rhys Frake-Waterfield, se adentra en territorios inexplorados al reinventar el clásico de la literatura infantil.
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En esta siniestra reinterpretación, los adorables personajes antropomórficos, Winnie-the-Pooh y Piglet, se despojan de su inocencia para abrazar la oscuridad. La trama se desenvuelve a medida que estos íconos de la infancia son transformados en asesinos sedientos de sangre, un giro macabro que cobra vida cuando Christopher Robin los abandona para perseguir sus estudios universitarios.
No hay miel que lo valga
No existe mucho más allá de lo evidente con esta cinta, que se toma la molestia de evidenciar a la desafortunada mediocridad cinematográfica en su máxima expresión. Este es posiblemente uno de los despropósitos más grandes del año en el cine, que inclusive resonó como fracasos apoteósicos dentro de la frecuentemente permisible línea del horror.
Pero seamos benevolentes y empecemos por, si acaso, el único punto realmente positivo. Si eres una persona que dúrate su niñez creció leyendo las historias de oso Pooh y sus amigos, o viendo la serie animada, seguramente tuviste una gran duda sin responder. Y es que, pese a sus enormes aventuras, y al encontrarse en contantes aprietos y tribulaciones —si bien menores—, para muchos de nosotros resultaba demasiado evidente la devoción del oso hacia un Christopher Robin que como máximo tenía una breve intervención final para llamarlo “osito bobito”.
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Sólo del alma resentida con esta interpretación del niño como villano “por rebote” de un fiel fan podrían haber maquilado un sueño febril de sangre y miel como el representado en esta cinta. Pero en ejercicio de honestidad esta lectura parece darle demasiado crédito a la producción, que parece no ser más que una burda excusa para aprovechar los unos derechos de autor que pasaron al domino público medianoche del 31 de diciembre de 2021, esto tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos.
Con los personajes icónicos de A.A. Milne recién ingresados al dominio público, el intento de la película de capitalizar el querido universo del Bosque de los cien acres tuvo como resulto una estéril parodia involuntaria que por ningún momento logra sacar provecho al gran mundo en el que había decido entrar. Y es que el resultado parecer ir más ayuda de básicas omisiones o negligencias, se trata de una catástrofe de proporciones épicas, que ni el morbo logró salvar de ser un fiasco mayúsculo.
Como es bien sabido por todo buen amante del género, existen cintas de horror cuyo púnico objetivo son algunos jump scares efectivos y escenas gore que compiten por la más nauseabundas de su tipo. Estas son las maneras del género más popular en la actualidad, y discutir con ellas resultaría tanto inútil como desatinado. Pero en cambio, la cinta dirigida por Rhys Frake-Waterfield, parece caer mucho más profundo haciendo evidente su escueto presupuesto de US$ 100 000 en cada escena de la película.
Empecemos por los personases, ya que estos parecieron evocar terror, esto es cierto, pero no de la manera deseada. Con la impresión de pertenecer a la última oferta de remate de alguna tienda departamental, lo grotesco en Pooh y Puerquito luce nuevamente fuera de su control, evocando toda la agilidad creativa de un sketch de domingo por la tarde en televisión abierta. No hay miedo que valga es este retrato de incompetencia y oportunismo.
Tanto los intentos de sátira como los lugares comunes del slasher fracasan monumentalmente condenando al espectador a un viaje sangriento sin sentido que no llega ni a horrorizar y ni a ser cómico por sus evidentes fallas. Con un diálogo que parece improvisar sobre la marcha y una lógica narrativa que brilla por su ausencia, la confusión eclipsa por completo cualquier intento de agudeza en su historia.
Su debut marcó una recepción de la crítica está lejos de ser favorable. Mientras las calificaciones la hundían y el boca en boca se aseguraba de que la cinta no prosperara en taquilla, su reporte de ganancias de US$5 millones supera por mucho la inversión inicial, con lo que no dudamos que en un futuro cercano al cinta de el paso a la franquicia. El también guionista, Frake-Waterfield hizo un intento por trasformar a los personajes por tantos años retratados por Disney, en una pesadilla, pero esto sólo terminaría siendo un puñado de buenas intenciones sin rumbo.
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Si bien se examinan as consecuencias de la partida de Christopher Robin a la universidad, emulando este abandono emocional al que el oso era sometido subtextualmente en la caricatura, no existe ni una ínfima idea que sustente esto durante la más de hora y media que dura la cinta. Al ser privados de su fiel amigo, los animales que alguna vez fueron adorables y cariñosos, manifestaron una incapacidad superlativa para asaltar basureros cercanos o de simplemente pedir auxilio a ningún otro ser humano, transformándose en criaturas salvajes tan solo por el impuso primario del hambre.
Finalmente, la trasformación se sellaría con el canibalismo, pero todo encapsulado en la más terrible de los aburrimientos, a quienes sus actores principales —Nikolai Leon como Christopher Robin y Craig David Dowsett como Winnie Pooh— no logran salvar de la indiferencia del público. Pero es necesario decir que las herramientas para hacer esto posible simplemente no se encontraban en pantalla. Con una sensación de boceto inicial y no de proyecto finalizado, la historia avanza en medio de tumbos sangrientos con una gran dosis de sinsentido.
Con personajes e historias que aparecen y desaparecen sin explicación o propósito alguno, la tarea del espectador también consistió en armar un rompecabezas que sencillamente carecía del interés necesario para resolverse. En realidad, gran parte de la crítica se preguntó no sólo si esta reigmginación de los animalitos del bosque era necesaria sino compatible con su esencia.
Ni qué decir de la violencia hacia los personajes femeninos, gratuita que nunca y explícitamente falta de gusto, que llena espacios en el inmenso vacío de la trama. En cierto punto de la trama, los diálogos se ven ya reducidos a clichés mal empleados y un puñado de gritos y gruñidos. Los personajes, que pretenden ser familiares y entrañables, se reducen a meras caricaturas, con los que los actores tropiezan en el intento de dejar fluir, la apenas en pie, narrativa de horror.
El rojo es su color favorito
Tal parece que este proyecto nunca supo ir más allá de un intento lastimosos de combinar el color y la inocencia en el material original con lo oscuro y macabro del slasher. La falta de creatividad para satirizar y construir efectivamente material original a partir del mundo que ya todos conocernos, fue el golpe final que la sentenció al olvido. Sin mucho más que decir que esta pesadilla ejecutada con toda la maestría de un festival prescolar improvisado.
De tal manera que se vuelve mucho más interesante indagar sobre las motivaciones y vías por las que una película de tan baja calidad fue posible. Al confiar la publicidad para su estreno limitado a la especulación y al escándalo, el comercializarse aceptablemente por todas las razones equivocadas gracias al recurso de las obras de domino público amenaza con convertirse en un fenómeno muy presente en la industria.
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Como el mayor consumidor del horror cinematográfico, México tuvo el dudoso honor de servir como sede de estreno mundial de la película. Todo lo que pudo ser este proyecto, una vez abordado con seriedad, fue tirado por la borda con una oleada de sangre sin brújula ni propósito. Incluso una anécdota tan popular en el fandom del osito Pooh, como el hecho de que su color favorito sea el rojo y la razón detrás de esto, pudo haber dado mucho juego a una propuesta que realmente se preocupara por combinar géneros tan radicalmente opuestos.
Queda claro que nunca existió la intensión de relucir un trabajo profesional, ni el respecto que se merece un mundo de ficción tan querido como este. Aunque este no hubiera sido estrictamente necesario de no haber pasado por alto la lógica y el sentido común como sucedió en esta cinta.
El diluvio de adaptaciones que viene
Antes de indagar en las turbulentas aguas del copyright, bien valdría la pena aclarar que cada país posee diversas reglas para liberar los derechos de autor de una obra. Actualmente México se encuentra entre los más estrictos al respecto, teniendo que esperar hasta cien años después de la muerte del autor para hacer uso de ellos. Gran parte del boom de un personaje como La catrina, erróneamente pensado por el turismo internacional como ligado a la festividad de Día de muertos desde la época colonial, se debe a los derechos sobre ésta, debido al fallecimiento del José Guadalupe Posada en 1913.
Para el 2013, cualquier conflicto de derechos quedaba cancelado debido a la lejana fecha de su publicación. Desde luego, ninguna industria es ajena a echar mano de cualquier beneficio de este tipo que la ley pueda ofrecerle. Pero a nivel internacional, el futuro a corto y mediano plazo presentará una interesante batalla comercial de los grandes estudios por los personajes de sus clásicos.
Personajes icónicos, entre los cuales se encuentran Mickey Mouse y Batman, plantea cuestiones legales intrigantes. Si bien los derechos de autor originales caducan, las versiones posteriores y los derechos de marca permanecen. La apariencia cambiante de estos personajes requerirá una consideración cuidadosa por parte de quienes bucarán crear nuevas obras basadas en estos personajes. No obstante, la ley estadounidense supondrá un resquicio para que nuevas historias de estos personajes vean la luz. Y el definitiva el horror meterá su mano.
De momento, una secuela de esta espeluznante película cuenta ya con luz verde, misma que, en palabras del director, contará con, a todas luces necesario, rediseño de personajes. A su vez, veremos la reaparición de Conejo y Búho, quienes simplemente se esfumaron sin explicación alguna en el trascurso de la película. Pero esta secuela no es todo lo que los creativos detrás de este proyecto tiene en planes.
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De acuerdo al director de la cinta se alza no solo como una película independiente, sino como el primer eslabón de una serie de terror basada en cuentos infantiles clásicos. La oscura reinterpretación de A. A. Milne es sólo el comienzo de una narrativa inversiva que se propaga como un mortal virus zombi a lo largo de los relatos más queridos de la infancia.
El anuncio generó revuelo entre los amantes del cine de terror, quienes se encuentran entusiasmados con este tipo de historias, peor sin duda con proyectos ejecutado de mejor manera que este. A la par con la continuación de las aterradoras hazañas de Winnie Pooh, se anunciaron otras dos películas que prometen desenterrar los oscuros secretos de cuentos entrañables. Bambi: The Reckoning y Peter Pan's Neverland Nightmare, Mientras en enfoque detrás de la dulce y tierna Bambi, promete estar relacionado con la cacería, los elementos de horror presentes en la mitología de Pan ya han sido explorados en otras ocasiones, tanto por arte como por la serie Érase una vez.
Todos estos proyectos compartirán un mismo universo cinematográfico compartido, que desde luego no estarán exentos de crossovers. Jagged Edge Productions, la maquiavélica mente maestra detrás de estas retorcidas adaptaciones, tiene la visión de fusionar las historias, llevando a los personajes de diferentes cuentos a encuentros siniestros y cruces inesperados.
La expansión del universo no se detiene aquí. Frake-Waterfield, lejos de limitarse a los cuentos de hadas, ha expresado su interés en llevar la oscuridad a figuras mitológicas con la propuesta de filmes sobre Thor, el dios nórdico del trueno. Pero su mirada se extiende hacia territorios aún más inexplorados, considerando proyectos que involucran franquicias con derechos de autor vigentes, desde los encantadores Teletubbies hasta los intrépidos Teenage Mutant Ninja Turtles.
Pero de momento, Winnie the Pooh: Sangre y miel parece ha fallado al no capitalizar, su premisa ni intentar hacerlo, en cambio, ofrecer una experiencia de terror por debajo de la mediocridad. A pesar de un intento de infundir oscuridad en un querido clásico de la infancia, lucha por encontrar cada uno de sus pasos en medio de un bosque en el que se perdieron las expectativas hasta del más fiel aficionado al género.
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