El discreto ascenso de la duquesa Sophie, la única que ha conseguido gustar a todo el mundo
Hace solo dos años, cuando Isabel II celebraba sus 70 años en el trono con un gran jubileo que resultó ser el último, no estaba claro que posición tendrían los duques de Edimburgo en el futuro. Se sabía que la duquesa Sophie estaba dentro del círculo de confianza de la soberana, pero eso no significaba que los reyes Carlos y Camilla le dieran lugar en su reinado. En contra de todo pronóstico y en un tiempo récord, el príncipe Eduardo y la duquesa Sophie no solo recuperaron su posición en el Palacio de Buckingham, es que ahora son los que caminan un paso por detrás del soberano. Sophie Rhys-Jones, que entró en la Casa Windsor mientras Diana de Gales y Sarah Ferguson salían, no escapó de las zancadillas de los noventa, pero pronto descubrió la fórmula para sobrevivir en tan peculiar sistema. No levanta pasiones como Kate Middleton, ni es una superviviente como la reina Camilla, pero es la “princesa” que cae bien a todo el mundo y eso le ha propiciado un ascenso tan discreto como imparable.
Ser el hijo pequeño de Isabel II y el duque de Edimburgo resultó ser toda una ventaja para el príncipe Eduardo, además de tener una posición lejana en la línea sucesoria y menos presión en cuanto a las obligaciones institucionales, se casó cuando sus tres hermanos se habían divorciado y la Casa Real británica ya había aprendido unas cuantas lecciones sobre este tema.
El hijo pequeño de la reina conoció a Sophie Rhys-Jones en 1987, pero no fue hasta 1993 cuando comenzó la historia de amor entre el príncipe y la relaciones públicas que, según la BBC, venía de una familia con dinero pero no pertenecía a los círculos sociales “más altos”. A pesar de que cuando se casaron, en 1999 en el Castillo de Windsor, la princesa Diana ya había muerto y todo el mundo hablaba de lecciones aprendidas, Sophie también vio como sus fotos antiguas (algunas sin la parte de arriba del bikini) eran portada de un tabloide británico.
La boda de los Wessex -el título que llevaron durante años antes de recibir el de duques de Edimburgo- fue mucho más discreta que la de sus hermanos, para empezar se celebró en Windsor y no en Londres, y desde el principio ella quiso ocupar una posición menor, nunca buscó un primer plano y se presentó como una persona de gustos sencillos, moderada con los gastos (algo que fue importante en un tiempo en el que ya se habían pagado tres bodas reales que habían terminado en divorcio) y con la plena intención de seguir trabajando en su empresa de relaciones públicas. En ese tiempo el príncipe Eduardo fue el primer hijo de un soberano británico en desarrollar una carrera profesional en el sector privado, una productora que terminó cerrando en el año 2009 y un experimento del que la institución aprendió que no se puede estar en la realeza a medias. Así se lo hicieron saber dos décadas después al príncipe Harry.
'No se puede ser Edward por la mañana y príncipe Eduardo por la tarde'
Sophie, como novia real, tampoco escapó de lo que habían vivido Diana de Gales y Sarah Ferguson en los ochenta y noventa y Kate Middleton y Meghan Markle en el nuevo milenio. La entonces condesa de Wessex se vio envuelta en varias polémicas, siendo la más destacable las que pasaron a la historia como las “cintas de Sophie”, parte de las trampas y grabaciones ilegales con las que el extinto News of the World llenaba sus páginas. Un reportero se hizo pasar el asistente de un jeque árabe con el fin de conseguir conexiones comerciales y en esas conversaciones la condesa de Wessex opinó de forma negativa de algunos políticos. Fueron comentarios incómodos pero no graves y, aunque fue una conversación privada, se consideró una intromisión y una ruptura del compromiso de no injerencia de la realeza en los asuntos del gobierno. Entre una cosa y otra, ante la complejidad que separar su trabajo como relaciones públicas con su condición de nuera de la Reina, Sophie entendió que tenía que cerrar su empresa y en el año 2002 se convirtió, igual que su marido, en miembro activo de la realeza británica a tiempo completo.
“Querían demostrar que podían conseguir algo por sus propios medios, y no solo por haber nacido con sangre real, pero no se podía ser Edward por la mañana y el príncipe Eduardo por la tarde...”, explicó Richard Luce, Lord Chambelán de la Reina entre 2000 y 2006, al biógrafo Robert Hardman. Fue Luce el que recibió el cometido de diseñar una carrera para los condes de Wessex dentro de la monarquía. Un reto que implicaba no entrar en terrenos ajenos y no opacar a los miembros de primera línea. Dado que el plan era que el príncipe Eduardo, tras la muerte de su padre, heredara su ducado y el título de duque de Edimburgo, se acordó que su labor sería de apoyo a él, ya que en el futuro también tendría que heredar sus patrocinios y labores.
En el caso de la condesa Sophie, que en el año 2003 dio a luz a su primera hija, Lady Louise, y en el a 2007 a James, actual conde de Wessex, se comenzó por compromisos benéficos y luego se dio el salto a obligaciones relacionadas con la Commonwealth. Este fue solo el comienzo de los Wessex, ya que con el paso del tiempo se convirtieron en miembros laboriosos y fiables sin reparos de trabajar en la sombra o de acudir a actos mientras el interés está puesto en otro lado.
Dentro del círculo de Isabel II y fuera de los ataques de Harry
De forma paralela, en lo que a su vida privada se refiere, los condes de Wessex propiciaron que sus hijos, para los que no reclamaron los títulos que legítimamente les pertenecían, se criaran muy cerca de Isabel II y el príncipe Felipe. Las obligaciones habían hecho que tanto la Reina como su marido disfrutaran de menos tiempo del que le habría deseado con sus hijos y nietos mayores, de algún modo, con Louise y James se quitaron esa espina. Hay que recordar que Lady Louise desarrolló con su abuelo un vínculo muy especial, pasaron juntos mucho tiempo en los terrenos de Windsor y él le enseñó a ella el mundo de las carreras de coches de caballos. Cuando el duque de Edimburgo falleció, los Wessex cerraron filas en torno a Isabel II, sabían que el final estaba cerca y querían estar con ella el máximo tiempo posible. Para entonces Sophie, que sentía devoción y admiración por la soberana, llevaba años dentro de su reducido círculo de confianza.
Otro ingrediente que ha sido clave en la estrategia de Sophie de Edimburgo (título que les entregó Carlos III cumpliendo con los últimos deseos de sus padres) es que nunca ha trascendido ningún enfrentamiento interno. Cierto es que se rumoreó que como novia del príncipe no tuvo buena relación con Diana de Gales y que en las polémicas cintas dijo que Carlos no se casaría con Camilla mientras Isabel II estuviera viva, pero esa era solo su opinión y después de eso nada ha trascendido.
Cuando los duques de Sussex se enzarzaron en su guerra con la Casa Real, el matrimonio formado por el príncipe Eduardo y la duquesa Sophie hicieron un difícil ejercicio de diplomacia real pública y privada, esquivaron las balas y se convirtieron en un rostro amable para todos, también para Meghan y Harry, incluso teniendo en cuenta la amistad que une a Sophie y a Kate. Diecisiete años mayor que ella, cuando Kate llegó a la institución en el año 2011, Sophie la tomó como una protegida y esa estrecha relación ha durado hasta el día de hoy.
Su relación con Camilla no está tan clara, ya que a comienzos del 2024 en un escenario imprevisto, marcado por las ausencias del rey Carlos III y la princesa Kate, la impresión era de que los duques de Edimburgo apoyaban a todos los niveles a los príncipes de Gales, mientras que los duques de York (fuera de la vida oficial) se sumaron de forma inesperada al equipo de la reina Camilla, sin embargo, ese “río revuelto” se calmó con el regreso de Carlos III. Los reyes y los duques de Edimburgo viajaron juntos a Escocia a comienzos del verano, momento que el soberano aprovechó para hacer oficial la distinción a su mujer y su hermano como miembros de la Nobilísima Orden del Cardo. Es posible que Camilla y Sophie no sean las mejores amigas, pero tampoco han trascendido lo contrario, ambas encajan bien en su papel y en materia institucional están remando juntas.
Sophie, que este año ha celebrado sus 25 años de matrimonio con el príncipe Eduardo, llegó a la Casa Windsor para quedarse, comprendiendo desde el principio que su papel siempre iba a ser el de apoyar a otros, en este reinado, en el anterior y en el siguiente.