'Duna', el estrepitoso fracaso que se rodó en México y esconde un detalle macabro
Antes de que Duna llegara a nuestras pantallas con Timothée Chalamet y Zendaya a la cabeza, la epopeya de ciencia-ficción de Frank Herbert tuvo una adaptación en Hollywood en 1984 de la mano de David Lynch y el productor Dino DeLaurentis. Aunque siga siendo un título reivindicable, es bien conocido que falló estrepitosamente en captar todos los matices de la novela, inabarcable en una sola película de poco más de dos horas.
Las discusiones entre Lynch y DeLaurentis por las necesidades tan abismales que requería producir Duna sumieron a la película en el caos, aunque no solo por el corte final del metraje, también por otras cuestiones de producción por las que se recurrieron a medidas tan desesperadas como macabras.
Es tal la inmensidad de la novela, las muchas implicaciones de su historia y la grandilocuencia de los escenarios descritos en sus páginas, que otros directores fallaron antes de Lynch en su intención de llevarnos al planeta Arrakis.
Primero fue el chileno Alejandro Jodorowsky en los 70, que tras más de cinco años tratando de adaptar la historia se vio superado por los requisitos tan mastodónticos que requería llevarla a buen puerto. Después fue Ridley Scott, que se convirtió en la primera opción de DeLaurentis tras hacerse con los derechos en 1978. Sin embargo, el director de Alien o Blade Runner, que planteó la adaptación en dos películas, abandonó el proyecto tras darse cuenta de que no tenía el tiempo ni los recursos necesarios para tal odisea.
Lynch se lanzó a la aventura, pero estos problemas se convertirían en su principal dolor de cabeza. Su visión pasó por adaptar la novela en una película de ocho horas, una idea descabellada que inició sus discusiones con los productores. Finalmente, el director cedió a reducir el metraje a cinco horas, pero DeLaurentis se quedó con el corte final y, sin el visto bueno de Lynch, redujo la duración hasta los 137 minutos.
Tal fue el enojo del responsable de Mulholland Drive o Twin Peaks que nunca más volvió a trabajar en una producción de Hollywood. Pero no fue el único tropiezo, dado que recrear el planeta Arrakis en todo su esplendor requería de una cantidad de recursos casi inabarcable con los 40 millones de presupuesto invertidos en esta adaptación.
Por este motivo, se tomaron medidas como trasladar el rodaje a México, donde la mano de obra y el alquiler de material era más barato. Así consiguieron construir unos 80 decorados en un total de 16 sets y contar con más 20.000 extras sin salirse del coste de producción, aunque también tuvieron que hacer otros recortes de lo más horripilantes, como construir trajes con bolsas de cadáveres. Y no unas cualquiera, sino unas ya usadas que encontraron en una estación de bomberos abandonada y que podrían datar de la década de 1940. Y lo más perturbador de todo es que no se lo comunicaron a los actores hasta que terminó el rodaje.
Así lo detallan en los extras del DVD de Duna, donde Bob Ringwood, el diseñador de vestuario dos veces nominado al Óscar que trabajó junto a Lynch en esta producción, analiza los trajes de los personajes, criaturas y organizaciones que conforman el planeta Arakis. Entre ellos, se para a explicar el aspecto siniestro de los Navegantes de la Cofradía Espacial, donde alude al origen tan desagradable del material para justificar su aura tétrico.
“La razón de que se vean así es que el departamento de bomberos de San Diego estaba derribando una de sus antiguas estaciones y en la parte de atrás encontraron estas bolsas para cadáveres”, comienza detallando Ringwood sobre cómo estos utensilios llegaron a sus manos. “Creo que en realidad son bolsas de cadáveres de hace 20, 30 y 40 años. Bolsas de cadáveres usadas con correas cruzadas y pintadas con alquitrán”.
La historia se vuelve aún más desagradable cuando cuenta que al abrirlas encontraron restos de cuerpos descompuestos en forma líquida, pero, viendo que el diseño del material les encajaba para la Cofradía Espacial y que podían obtenerlos sin ningún coste, se lanzaron a usarlos sin importar lo perturbador que pudiera ser. Eso sí, aunque hicieran la correspondiente limpieza, no se atrevieron a decírselo a ninguno de los actores. Al fin de cuentas, por muy modificadas y desinfectadas que estuvieran las bolsas, es muy probable que a nadie le agradara ponerse un trozo de plástico que ha contenido un cuerpo humano en descomposición.
“Cuando los deshicimos, encontramos, ya sabes, encontramos partes del cuerpo. No partes reales del cuerpo, pero ya sabes, fluidos. Y no eran muy agradables. No les dije hasta que terminaron que en realidad usan bolsas para cadáveres”, concluía el diseñador de vestuario.
El tiempo pasó y la anécdota quedó ahí, plasmada en los extras de DVD sin que hiciera mucho ruido mediático. Y ahora, casi 40 años más tarde, nos preparamos para recibir la segunda parte de la versión que dirige Denis Villeneuve con todo el entusiasmo que está provocando su primer tráiler.
Dune - Parte Dos se estrena el 17 de noviembre
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