El día que Vicente Fernández quiso cantar baladas... y no le fue como él esperaba

Vicente Fernández, con su voz de barítono, pudo haber cantado ópera (el propio Plácido Domingo lo dijo más de una vez), y de hecho, se dio el lujo de cantar lo que se le daba la gana, aunque había géneros en el regional mexicano que prefería más que otros y estilos que se le daban mejor que otros.

Mexican singer Vicente Fernandez holds up the Latin Grammy award (L) for Best Ranchero
Album he won for
El legendario Charro de Huentitán. REUTERS/Adrees Latif FP

Fue así como descubrió que no siempre todos sus caprichos podían pegar, aunque nunca se quedó con las ganas de probar cosas interesantes, al menos a nivel musical. Según cuenta la historia, su disco más fuera de lo común —y con el que vino a probar un estilo que 20 años después su hijo Alejandro y Pepe Aguilar vinieron a reclamar como propio— salió así a la luz, más como un experimento que otra cosa.

Todo nació porque, observador como era, y celoso de su trabajo también, Chente descubrió que en su casa de Los Tres Potrillos, Cuquita su mujer escuchaba muchos discos, pero no solo de música regional mexicana, ni tampoco solo de él, cosa que le llamó la atención, ya que estaba acostumbrado, según cuentan los biógrafos, a ser el centro de atención total en el ámbito doméstico en el poco tiempo que pasaba en su residencia, comprometido como estaba con giras, grabaciones y presentaciones personales.

Fue así como se sorprendió al descubrir que Cuquita era muy aficionada a escuchar a José José, Camilo Sesto, Juan Gabriel, Rocío Dúrcal, José Luis Perales y Emmanuel, intérpretes que muy poco, o francamente nada, tenían que ver con el estilo que orgulloso él presumía, amén de que, salvo por el Príncipe de la canción y la Dúrcal, los otros le caían francamente mal (se dice que con Juan Gabriel era muy distante por razones homofóbicas y ya se ha documentado bastante que el difunto rey del ranchero tenía ese feo defecto de carácter y no tenía empachos en demostrarlo), e incluso les hacía burla.

Sin embargo, intrigado por el éxito de los baladistas en su casa y entre sus fans, decidió sumergirse en la música que tanto gustaba y convenció a su disquera de toda la vida, CBS (hoy Sony Music), de que le dejaran grabar un disco con temas escogidos que pertenecían a un género totalmente distinto a lo habitual. Sus asesores musicales de cabecera en ese entonces, Federico Méndez y Felipe Arriaga, trataron de disuadirlo, prefiriendo ir a la segura, pero Chente se encaprichó y no hubo poder humano que lo convenciera. De este modo, pidió que le hicieran arreglos a temas de Rafael Pérez Botija, Camilo Blanes, Juan Gabriel y Roberto Cantoral y grabó su disco.

Este álbum se publicó en 1983 con las baladas elegidas adaptadas al género Mariachi, algo que no se había visto antes, pero que a fines de los 90, tanto Alejandro Fernández como Pepe Aguilar (con temas como 'Quien pierde una estrella' o 'Por mujeres como tú') encontraron brecha y mercado.

Temas como 'Me basta', 'Al final', '¿Y cómo es él?', 'Amar y querer', 'Todo se derrumbó', 'Quiero dormir cansado' 'A mi manera', 'Tarde' (escrita por Juan Gabriel interpretada originalmente por Rocío Dúrcal) y 'Jamás' de Camilo Sesto, integraron el álbum y la reacción del público fue, por decir lo menos, de azoro: ¿qué era esto? ¿Por qué Vicente cantaba canciones de Emmanuel, si tenía mucha mejor voz que él o que Camilo Sesto, o incluso que José José? El público no entendió en ese momento lo que intentaba hacer el cantante predilecto de la nación, y se notó en el hecho de que el disco '15 Grandes con el Número 1', no vendió tanto como otros.

De hecho, era de todos sus álbums el que menos le gustaba a Chente -aunque cuentan que Cuquita quedó fascinada porque ella le había inspirado este disco-, y tardó muchos años en editarse en CD (y no se ha vuelto a editar, como los demás, ni a incluirse en recopilaciones). Se entiende claramente que al buen hombre le gustaban las cosas a su manera (y de hecho, en ese disco incluyó una versión al español del famoso tema de Neil Sedaka), y no tener que cantar temas de otros, quedando para la posteridad su capricho, que le demostró que lo suyo era ser el rey absoluto de la ranchera.

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