Doña Cuquita, la mujer que por más de medio siglo le fue incondicional a Vicente Fernández
Cuando se habla de Vicente Fernández, es inevitable referirse también la que fue su compañera de vida, María del Refugio Abarca Villaseñor, Doña Cuquita, su esposa desde el 27 de diciembre de 1963, madre de sus hijos y sin quien, según mencionó en más de una ocasión el propio Charro de Huentitán, él no hubiera sido nada.
Es verdad que Cuca, o Cuquita, como se le conoce popularmente, fue siempre un gran apoyo para Vicente, pero ella merece ser reconocida más allá de su rol de cónyuge o matriarca: se trata de una persona vital e independiente, si bien estuvo dedicada toda su vida, desde adolescente, a llevar las riendas de la vida profesional y doméstica de su consorte tras bambalinas, no solo encargándose de la casa y los hijos, sino como una brillante administradora de sus recursos.
Nacida en Guadalajara el 23 de julio de 1946, Cuca Abarca tenía solo 17 años cuando conoció a Vicente, que era su vecino en la capital jalisciense, donde él se había trasladado desde su pueblo natal para buscar fortuna como cantante, mientras trabajaba en un restaurante familiar como mesero, garrotero y lavaplatos, a la vez que participaba en eventos y concursos, iniciando su carrera.
El propio Vicente ha contado cómo fue la historia de su cortejo, que fue más bien vertiginoso, ya que Fernández quedó prendado de su guapa vecinita, que vivía en la misma calle con sus padres y tres hermanas menores (la más joven, Beatriz, es la madre de Alejandra, la hija adoptiva que tienen los Fernández).
Según Fernández, un día la vio salir a misa con su mamá y le llamó tanto la atención, que desde ese momento quedó prendado de ella y se propuso que fueran novios, sin que le importara que la chica ya estuviera comprometida con alguien más.
Haciendo alarde de una actitud que actualmente se consideraría machista e intrusiva —pero que muchos aún clasifican como romántica — el intérprete de "Estos celos" experimentó tales al ver a su futura prometida hablando con el que era su novio, que se acercó a ella y le dijo que le daba "diez minutos para que lo cortara, porque nos casábamos ella y yo el 27 de diciembre, que fue la primera fecha que se me ocurrió".
La leyenda popular cuenta que Cuquita lo obedeció (aunque "obedecer" no es exactamente la palabra correcta) y dio calabazas a su pretendiente anterior y formalizó con el incipiente cantante a toda velocidad. Lo cierto es que ella ya se sentía intrigada y atraída por el vecino y veía en él —según dijo en una de las escasas entrevistas que ha dado a lo largo de la carrera de su esposo — a alguien que estaba dispuesto a perseguir sus sueños y lleno de futuro, por ello fue que, aún si era tan joven, decidió apostar fuerte por él — y él tuvo que ganarse a sus suegros en tiempo récord para que concedieran su permiso para la boda, porque ella era menor de edad y requería del permiso paterno.
Desde 1963 hasta el momento de la muerte del Charro de Huentitán, estuvieron juntos en las buenas y en las malas; tienen tres hijos naturales —Vicente Jr, Alejandro y Gerardo— y una hija adoptiva, así como numerosos negocios, los cuales Cuquita se dedicó a hacer crecer por décadas, siendo ella la encargada de administrarlos. "[Cuquita] se ha dedicado a cuidar el dinero, porque yo no soy muy administrado pero ella sí, ella ha sabido cómo invertir, hacer negocios y cuidar el patrimonio de la familia, porque es muy inteligente para los centavos y sabe cómo cuidarlos", había reconocido Chente.
La paciencia y devoción de su consorte, de acuerdo a las declaraciones que hizo Fernández, superaron toda prueba, incluyendo largas ausencias e infidelidades — la más sonada, y por varios años, fue con la actriz Patricia Rivera, cuyo hijo Rodrigo, por 18 años, se consideró engendrado por el cantante hasta que al hacerle una prueba de ADN se supo que no era el caso y el chico fue separado instantáneamente de la familia.
Esta clase de apoyo es una característica que algunos han criticado, pero que ella justificó con una de las razones más indiscutibles que hay: el amor. Es por amor a Vicente y a su familia que logró sobreponerse con integridad y entereza a toda clase de situaciones adversas, desde la pérdida de hijos durante el embarazo (por eso se llevan 7 años de diferencia Vicente Jr y Alejandro, y hay cinco entre éste y Gerardo), escándalos y el secuestro de su primogénito en 1998.
Aficionada no solo a la música (especialmente a la que hace su esposo), Cuca Abarca tiene una amplia gama de intereses que adquirió en su juventud: es hábil en la costura, una excelente cocinera según relata su familia, una anfitriona estupenda, también solía montar a caballo (como toda la familia) y es muy aficionada a la lectura, posee un nivel cultural amplio y diverso, cosa que asombra a muchos que solo la consideraban un ama de casa o una esposa a la sombra siempre de un marido célebre, y si bien esta es la principal apariencia de su persona, es un rol que la propia Refugio Abarca ha cultivado para no restar reflectores a su esposo, si bien no cabe duda que es la proverbial gran mujer que le cuida la espalda, literalmente en las buenas y las malas.
Doña Cuquita fue la única persona que estuvo junto al ídolo hasta su último suspiro, devastada pero siempre estoica. Y así también se le vio en su funeral, de pie abrazando su féretro y su elegante sombrero de charro, rodeada de cientos de personas y de música, para darle el último adiós al hombre a quien le entregó su vida.