El Ikigai o cómo encontrar el equilibrio cuando no puedes darte el lujo de dejar de trabajar... como Ryan Reynolds
El carismático actor canadiense Ryan Reynolds comunicó recientemente que se tomaría un descanso después de un largo tiempo trabajando sin pausa. La noticia sorprende porque llega en el mejor momento de su carrera, pero se justifica -con razón- aclarando que con la ansiedad pandémica -la misma que sentimos muchos- se abocó al trabajo con tanta intensidad que ahora requiere una pausa.
"Hay algo en nuestra cultura de la hiperproductividad que está roto -analizó Reynolds.- Tener que trabajar más que el resto, producir más, con más disciplina y más y más y más... Eso puede ser beneficioso algunas veces, pero uno tiene que parar, no hemos nacido para trabajar y morir”, comentó en una entrevista difundida por EFE.
Inevitablemente esto nos hace reflexionar sobre nuestra propia vida laboral, cuando no tenemos la fortuna de una celebridad, que puede hacer una pausa sin temor a endeudarse o a algo peor.
Sí. La cultura de hiperproductividad nos obliga a estar en constante movimiento, no solo pensando en pagar las cuentas, sino en tener más, producir más, ser más competitivo…Y si bien puede ser beneficioso, también puede ser muy dañino, porque en algún momento nos damos cuenta de que vivimos exclusivamente para trabajar.
Y es que muchos, la mayoría, no tenemos la opción de Reynolds. Debemos trabajar sin pausa, pero ¿hay manera de bajar esa presión? Si algún mortal, como tú o como yo, necesitara tomarse un mes por temas de salud, por ejemplo, no podría hacerlo sin consecuencias, entonces ¿serviría que los empleadores redujeran las horas de jornadas laborales? ¿Existe alguna forma de que esto no parezca una utopía?
El coach y consultor internacional Carlos Gaviria brinda luces alentadoras al respecto, enfocadas en nosotros como individuos, pero también en el papel que deberían asumir las organizaciones.
"Uno de los signos más notorios de lo que está trayendo la hiperproductividad es el síndrome del burnout, que es ese agotamiento intenso que se compara con estar quemado, y que se define como un gran desgaste laboral y estrés crónico que, por supuesto, incide en el rendimiento".
"Es muy frustrante sentir que haces, haces y haces, pero nunca es suficiente. De manera que, para evitar o disminuir esta sensación, tenemos que conectarnos con un propósito más grande que solamente cumplir las metas del trabajo. Por ejemplo, si tengo como propósito lograr que en un periodo de seis meses pueda gestionar un viaje de descanso para mí y mi familia, entonces ser cada vez más productivo tendría un sentido".
"Mi sugerencia es que definamos un propósito de vida. Para esto hay un método muy eficiente llamado Ikigai, que se enfoca en encontrar tu razón de ser. Allí, comprendemos que el trabajo tiene un límite, tiene una hora de parar, tienes que establecer tiempos para dedicarte a ti mismo, a tu familia, al descanso, a la salud, a la recreación. Son áreas vitales que la gente descuida por enfocarse en producir, y el tema es que no podrás producir si no estás bien y para estar bien hay que guardar el equilibrio a como dé lugar".
Gaviria explica que este método, de origen japonés, permite entrelazar cuatro factores importantes que funcionan engranados para lograr ese propósito de vida: lo que amas; aquello en lo que eres bueno; aquello por lo que te pueden pagar; y lo que necesita el mundo. "Entre lo que amas y en lo que eres bueno está tu pasión. Entre lo que eres bueno y aquello por lo que te pueden pagar, está tu profesión; mientras que entre aquello por lo que te pueden pagar y lo que necesita el mundo, encuentras tu vocación; y entre lo que necesita el mundo y lo que amas, está tu misión. En el centro de este engranaje está tu razón de ser".
Por otra parte, las organizaciones deben tomar en cuenta los intereses de su recurso humano pues, a su juicio, los trabajadores están, en este momento pospandémico, más interesados en políticas de colaboración, conectividad, capacitación, y tecnología, porque esto conduce a niveles más altos de bienestar y cohesión social, lo que por supuesto impacta también en la productividad.
"El propósito inicial en las empresas, en este momento debe ser comprender cómo lo que estamos haciendo conduce a una mayor productividad, con lo cual sí están planteándose incentivar el conectarnos más, tener jornadas más flexibles, incentivar que cuidemos nuestra salud y esto es algo que nos ha dejado la pandemia: trabajar mucho, ser hiperproductivos pero también la necesidad de permanecer cerca de la familia y nuestro hogar".
Gaviria refiere un estudio de McKinsey que arrojó que al 50% de los trabajadores consultados le gustaría poder seguir trabajando desde casa durante tres o más días a la semana. Esto, por la cercanía con sus familiares y porque ha permitido que dentro de sus largas jornadas de trabajo, puedan adquirir otro tipo de hábitos como la lectura, o aprender a tocar un instrumento musical, o a cocinar… Estas cosas relacionadas con la cotidianidad, benefician la forma en que trabajamos y rendimos.
Otra clave que nos permite ubicar el punto de equilibrio entre nuestra capacidad de trabajar y el bienestar es respondernos cuánto de lo que estamos haciendo al día nos deja resultados tangibles, porque entre las cosas que más frustran y nos conducen hacia esa hiperprodutividad es la sensación de hacer mucho y no lograr suficiente, esto nos debe llevar a replantearnos nuestros objetivos.
Por último, el experto señala que cuando las organizaciones comprenden que hay que hacer pausas, que deben existir espacios de descanso y desconexión, que deben mantener con sus trabajadores una comunicación clara acerca de sus objetivos y cuáles son las estrategias para alcanzarlos, ven mayor capacidad para afrontar nuevos desafíos con éxito.