El error de juventud que todavía avergüenza a Alejandro Fernández (y la razón por la que no hace películas)
Existe una razón de peso para que Alejandro Fernández no filme películas, como lo hiciera su padre (que complementaba su carrera musical con apariciones en películas exitosas como 'La ley del monte', 'El arracadas', 'El hijo del pueblo' y 'Como México no hay dos', entre varias más).
Después del estrepitoso desastre de público y de crítica que fuera la muy comentada 'Zapata', de 2004, dirigida por el (ahora se sabe) sobrevalorado Alfonso Arau, el "Potrillo" decidió que la cámara no era lo suyo y desde entonces no ha vuelto a hacer una película, porque sabe que no es actor y ya no quiere volver a ponerse en vergüenza... al menos no de esa manera.
De hecho, tomó mucho tiempo para que Fernández aceptara la invitación de Arau porque tenía una mala experiencia que prefería olvidar — y que de hecho aún hoy no le gusta que le recuerden— una película de 1990 llamada 'Mi querido viejo' en la que apareció por primera (y única) vez con su padre en cine, y para la que no tenía ningún tipo de preparación y se notaba. Mucho.
En esa época, previa al lanzamiento de Fernández como cantante, tenía 19 años y ya tenía contrato con Sony Music para grabar, su padre se encaprichó con llevarlo como co-protagonista en la que sería su película número 34 — y hasta hoy última- de su carrera y siendo productor de la misma, se lo impuso a Rafael Villaseñor Kuri, su director de cabecera (que casi nunca le ponía reparos) y de este modo, Alejandro pasó a tomar el papel de 'Rafael Cortés', para el que habían estado considerados Eduardo Capetillo, Alejandro Ibarra y Pedro Fernández, quienes sí tenían experiencia como actores.
La trama de la película es bastante pedestre y rutinaria. Vicente Fernández, interpretando a una variación de sí mismo — lo único que realmente sabía hacer a nivel histriónico—es 'Luis Fuentes' un famoso cantante de música vernácula mexicana que se casa con María Luisa (Julieta Rosen) una mujer refinada y de la más alta alcurnia, de la que se divorcia luego de tener un hijo, para dedicarse a su carrera que "lo mantiene más cerca del pueblo"; ella, amargada y rencorosa (porque no es "del pueblo") educa a su hijo en las mejores escuelas y le da todos los lujos, pero le inculca que su padre prefirió los escenarios y andar de gira que criarlo a él y que no lo quiere.
Obviamente, el niño crece para ser Alejandro Fernández, sus encuentros con su padre son ríspidos y el muchacho, muy petulante, lo menosprecia — en la película estos momentos resultan, en vez de dramáticos, un lujo de humor involuntario: Alejandro ofrece una actuación tan afectada que resulta ridícula: la voz, la pose, los gestos, todo es exagerado (además del hecho de que es el único documento en el que aparece la verdadera nariz de Alejandro, ya que se hizo una rinoplastia para cuando salió su primer disco. Se la cambió porque no le gustaba, no porque se la hubiera dañado por inhalar coca, como cuenta la leyenda).
Sin embargo, el muchacho también siente pasión por la música vernácula, y cuando su padre enferma gravemente, desafía a su madre estirada y canta con él y todos son felices. Bueno, la madre no, pero tiene mucho dinero y ropa bonita, así que eso la compensa, de que su hijito se vaya a de gira permanente con el padre, al que le canta una versión al estilo regional mexicano de la famosa balada del cantante italo-argentino Piero, titulada "Mi viejo", que por si fuera poco, es una de las canciones más populares para el día del padre.
La película nunca fue lanzada en Home Media y es raro que aparezca en televisión de paga, y Alejandro ha preferido que así sea, avergonzado de su error de juventud, que finalmente fue un capricho de su famoso progenitor, y que no aportó nada a su carrera musical, pero su existencia es innegable y quien quiera verla, escarbando un poco en Internet, puede satisfacer su morbo y reírse un buen rato a expensas del inexperto actor.
No en vano, el dicho reza: "zapatero a tus zapatos" y Alejandro Fernández supo aplicarlo, manteniendo esa parte de su pasado bien lejos, y mejor dedicándose a los suyo, que es el canto.
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