El sabor del vino se alteraría en ciertos casos
Texto: Bárbara Asnaghi
Una buena copa de vino, sobre todo si es del varietal y bodega que prefieres, puede resultar uno de los mayores placeres gastronómicos. Pero, atención, ya que esa misma copa podría saberte diferente en ciertos casos. ¡Sigue leyendo!
Estar en un avión
Al volar en altitud crucero, la presión de la cabina y la baja humedad se combinarían para atenuar ciertos sabores y elevar otros, explica Andrea Robinson, master sommelier que selecciona vinos para una aerolínea, en la revista ElleDecor.
Los amantes del vino sí continuarán saboreando los básicos: salado, dulce, amargo y agrio, pero quizás los sabores más sutiles (que las personas captan gracias al olfato), como fresas o cerezas, serán más difíciles de percibir. Sin embargo, habría algunas formas de que los sabores del vino no se pierdan tanto en tu paladar cuando estás en pleno vuelo:
– Hidrátate. Bebe 3 vasos de agua por cada copa de vino.
– Bebe Pinot Noir, Rioja o Malbec.
– Asegúrate de que sean añejos.
– Elige variedades de frutos intensos.
– Déjalo reposar.
La luna
Si bien esto no estaría comprobado, habría muchas personas que creen que las leyes biodinámicas (usadas originalmente para que crezcan los cultivos mediante una división de días frutales, florales, de hojas y de raíz), alterarían el sabor del vino. ¿Cuándo sería el mejor momento para probar una copa? En los días frutales, es decir, cuando la luna está pasando por Sagitario, Leo o Aries, explica el diario británico The Independent.
Para saber cuándo serán esos momentos, puedes descargar la app When Wine Tastes Best, disponible en iTunes, gratis.
Tu cerebro
Por más increíble que suene, el sabor del vino involucraría más de nuestro cerebro, ¡que cualquier otra conducta humana!, según indicó el neurocientífico de Yale, Gordon Shepherd, a la Radio Pública Nacional de Estados Unidos (NPR por sus siglas en inglés).
Es que, un simple sorbo de Merlot precisa un intercambio complejo de aire y líquido, a través de movimientos coordinados de la lengua, mandíbula, diafragma y garganta. Dentro de la boca, las moléculas de la bebida estimularían miles de receptores de sabor y aromas, enviando una señal de sabor al cerebro, que a su vez dispararía el reconocimiento de patrones, la memoria, la emoción y el placer.
Según Shepherd, el sabor se “crea” en el cerebro. Para explicarlo, utiliza la analogía del color: “Los objetos que vemos no tienen color por sí mismos –la luz los impacta y rebota-. Cuando la luz llega a nuestros ojos, activa sistemas en el cerebro que crean color a partir de esas longitudes de onda. De manera similar, las moléculas de vino no tendrían gusto, sino que cuando estimulan nuestro cerebro, éste crearía el sabor al igual que crea el color”, concluyó.
Tu saliva
Nuestros cuerpos producirían saliva todo el tiempo. Y esa saliva tendría componentes que diluyen el vino e interactúan con él. Así, apenas entra en tu boca, esa bebida comenzaría a cambiar, dice Shepherd en la misma fuente.
Por esa razón, la cantidad de saliva que una persona produce podría afectar su percepción del sabor del vino.
El mercado (o la publicidad)
Al parecer, el vino también entra por los ojos. Es que, una botella de un viñedo respetado o muy publicitado, podría saberte mejor al paladar que si la probaras con una venda en los ojos y sin saber qué vino es. Asimismo, un precio elevado podría hacerte pensar que el vino es de calidad y trasladar esa impresión a tu paladar, según encontró un estudio de 2008 publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.
¿Cuál es tu vino favorito?
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