Ernesto Larresse, entre un amor que lleva 46 años, una tragedia y un cambio de vida que no resultó

Ernesto Larresse, una cara muy familiar de la pantalla chica, que el año próximo se verá en la segunda temporada de ATAV
Ernesto Larresse, una cara muy familiar de la pantalla chica, que el año próximo se verá en la segunda temporada de ATAV - Créditos: @Fabian Marelli

Ernesto Larresse era muy joven cuando decidió que su hobby fuera su manera de ganarse la vida, y no se arrepintió porque lleva cincuenta años trabajando como actor. En el medio construyó una posada en Córdoba, con la idea de que fuera su destino cuando decidiera retirarse, pero unos años después cambió de opinión. De eso habla en una charla íntima con LA NACION y también de cómo luego de una tragedia conoció al amor de su vida, el representante de actores Alejandro Vannelli, con quien lleva 46 años de convivencia y ya son bisabuelos.

Por estos días está grabando la segunda temporada de ATAV (Argentina, tierra de amor y venganza), donde interpreta a un obispo. Y si bien ya había estado en la primera temporada de la tira, asegura que el personaje no se relaciona con el que ya interpretó. “La primera temporada transcurría en los años ‘40 y yo hice al juez Iturbide, un personaje turbio que le comía la boca a Torcuato, el personaje de Benjamín Vicuña. Por suerte el chileno me la hizo re fácil. Todas mis amigas me decían ‘besaste al chileno, qué envidia’”, ríe con ganas Larresse. Pero marca la diferencia con esta nueva historia: “Ninguno de los personajes tienen que ver con la anterior temporada, aunque aparecen como anecdótico algo sobre los nietos de La Polaca y Trauman para que haya una mínima conexión. Pero es otra historia que transcurre entre el 1978 y 1987, durante la dictadura, la llegada de la democracia, la aparición del Sida. Y hay tres líneas argumentales, a mí me toca la que protagonizan Gloria Carra y Federico D’Elía e interpreto a un arzobispo que crió a su sobrina. Creó que va a salir al aire en 2023″, detalla el actor que en plena pandemia filmó El marginal 4 y 5, con protocolo estricto, y donde interpretó al capellán de la cárcel. Y señala: “En casi toda mi carrera hice villanos y estos dos curas con pasados muy turbios que no tienen nada de santos”.

-Cumplís 50 años de trayectoria, ¿siempre tuviste continuidad laboral o hubo épocas de economía hogareña complicadas?

-El año que viene cumplo 50 años de mi primer trabajo en televisión, que fue en la novela Estación Retiro, con Susana Campos y Antonio Grimau. Yo soy de Lanús y formaba parte de un grupo de teatro vocacional, donde debuté a los 17 años y a partir de ahí lo hacía como un hobby porque estudiaba en la facultad de Ciencias Económicas con la idea de ser contador o administrador de empresas.

Ernesto Larresse
Ernesto Larresse, en sus años de juventud

-¿Y ya trabajabas también?

-Sí, trabajaba en una empresa de seguros en la parte de cuentas corrientes y un día faltó el cadete, entonces el jefe me pidió el favor de llevar un sobre a un edificio de French y Aráoz. Entregué ese sobre y cuando me di vuelta vi una casona hermosa, señorial, con una placa de bronce y una bandera argentina, y crucé para ver qué era: el Conservatorio de Arte Dramático. Entré, me pidieron los datos, a la semana entregué la papeleta, di el examen de ingreso y aprobé. Dejé la facultad y eso provocó un gran sismo en mi casa porque mis viejos no querían saber nada y me decían: “¿De qué vas a vivir si sos actor?” Fue duro el momento, pero aceptaron porque seguí trabajando y aportando en casa. Hacía falta dinero y yo trabajaba desde los 15 años, como cadete en una inmobiliaria.

-¿Cómo fue ese salto de actor vocacional a profesional?

-El director del grupo de teatro vocacional trabajaba como asistente en Cana 9, con Marta Reguera, que dirigía Estación Retiro. Un día me dijo que me presentara a un casting porque buscaban actores para un capítulo. Había una historia central, pero otras que empezaban y terminaban en el día. Necesitaban a un actor que interpretara a un personaje con capacidades diferentes, un tipo lo secuestra, lo viola y lo mata. Me animé y ese fue mi debut. A partir de ahí no paré de trabajar, pero en el ínterin me fui a España porque sentía que todo estaba muy duro acá.

-¿Te autoexiliaste?

-Sí, porque sentía que me estaba ahogando. Fue a fines del ‘76, el mismo año que conocí a Alejandro. Estaba haciendo Las mil y una Nachas cuando explotó la bomba en el teatro Estrellas. Nacha se exilió después.

-¿Estabas en el teatro ese día que explotó la bomba?

-Sí. Estrenamos el 29 de diciembre, con toda la prensa, y al día siguiente, media hora antes de que empezara la función, estábamos en el camarín y escuchamos una explosión tremenda. Ya había gente en el hall y murió un chico que tuvo la poca suerte de estar en ese momento en el baño de caballeros, que es donde habían puesto la bomba. Apareció una misiva de la Triple A diciendo que si Nacha no abandonaba el país en 48 horas iban a dinamitar el teatro, así que ella se fue con su familia. El productor, Ricardo García, convocó entonces a Antonio Gasalla porque le quedó todo un elenco y una producción enormes, pero sin estrella. Así que ensayamos detente unos meses y estrenamos Gasalla for export en abril.

-Vos eras bailarín...

-No soy bailarín, pero sí estaba como bailarín y actor, y eso fue lo que me salvó en España porque estaba lleno de sudamericanos exiliados y había poco trabajo. Un día me presenté a un casting para una revista con la doble de Nacha, que también había viajado y era bailarina, y me animó a ir con ella. El director me dijo: “Tu no eres bailarín, pero te mueves como si supieras, tienes personalidad, vente”. Y me contrataron por seis meses y con buen sueldo. Me quedé un año y medio y volví.

Ernesto Larresse, en su casa, recordó los comienzos de su carrera y los difíciles años de la dictadura, que lo llevaron a buscar nuevos horizontes en España
Ernesto Larresse, en su casa, recordó los comienzos de su carrera y los difíciles años de la dictadura, que lo llevaron a buscar nuevos horizontes en España - Créditos: @Fabian Marelli

-¿Por qué volviste en plena dictadura?

-Porque no pasaba nada y me estaba muriendo de hambre, viviendo con lo justo.

-¿Cómo fue ese regreso?

-Extrañaba mucho también. Volví a trabajar, pero también construimos una posada en las sierras de Córdoba, entre Villa Giardino y La Cumbre, y yo iba y venía. Esa fue mi vida durante unos cuantos años. Compramos los terrenos en 1987, en australes, y entramos a golpe de machete a limpiar, desmontamos y construimos la posada con mucho sacrificio.

-¿Te gustaba esa vida?

-Sí, pensaba retirarme de la profesión y hacer eso. La vendimos en diciembre de 2019 y durante todos esos años funcionó como posada. Fue todo un tema desapegarnos, tuvimos que hacer un trabajo para soltarla y a los tres meses apareció una familia que la compró y lo tiene como proyecto de vida.

-¿Qué pasó que abandonaste ese proyecto de vida?

-Me cansó, sobre todo el trato con la gente, porque te desgasta mucho. Yo estaba a cargo de la posada, aunque teníamos personal. Me pasaba allá las temporadas de verano e invierno y volvía a Buenos Aires por unos meses. Esa fue mi vida durante muchos años y me di cuenta que nunca me voy a jubilar de la profesión de actor porque siempre hay un abuelo, un tío viejo para hacer.

Para dedicarse a la actuación Larresse dejó la facultad y eso causó "un gran sismo" en su familia, pero su vocación pudo más
Para dedicarse a la actuación Larresse dejó la facultad y eso causó "un gran sismo" en su familia, pero su vocación pudo más - Créditos: @Fabian Marelli

-Volviendo al día de la bomba en el teatro Estrellas, ¿fue a partir de esa tragedia que conociste al amor de tu vida?

-Sí, y fue un rechazo a primera vista porque eso es lo que sentimos. Me cayó como el... (risas). Escribimos un libro que publicó Editorial Planeta en 2018 y se llama Rechazo a primera vista, una historia de amor y militancia, porque fue lo que nos pasó.

-¿Cómo fue ese primer encuentro?

-Estábamos ensayando una tarde y desde el escenario vi que se acercaban tres hombres, muy afrancesados, y uno de ellos era Alejandro, que hacía la prensa y relaciones públicas de Gasalla. En ese momento yo estaba muy traumado, era un tapado, salía con chicas y tenía mi vida homosexual muy paralela. Era un seductor de mujeres, pero me atraían los hombres también. Como dijo Bruno Bimbi, que durante unos años fue presidente de la Federación LGBT, a los homosexuales se les tenía negada la adolescencia porque no podías decir en tu casa que te gustaba un tipo porque te daban vuelta la cara de un cachetazo; tenías que ocultarlo.

- ¿Alejandro te cayó tan mal?

- Me cayó mal y no le dirigí la palabra hasta que un día estaba sentado en la platea viendo cómo Antonio ensayaba otro sketch, y él se sentó cerca mío y me preguntó algo. Lo miré y dije: “Ah, tiene ojos celestes, no está tan mal, es lindo”. Me molestaba porque era muy cheto y yo “un negrito” de Lanús. Y después dije: “Ah, es cheto, pero no es hueco, piensa y me gusta como piensa”. Ya no me caía tan mal.

Ernesto Larrese, en la foto junto a su marido Alejandro Vanelli, recordó con emoción a Déborah Warren
Ernesto Larrese, en la foto junto a su marido Alejandro Vanelli, el día que dijeron "sí, quiero"

-¿Y cómo siguió todo?

-Y al mes tuvimos nuestro primer touch and go sin intención de nada porque jamás imaginé que íbamos a estar 46 años juntos y seguimos contando . No tenía plan de estar en pareja y en todo caso, si lo tenía era casarme con una mujer y tener hijos. Ese era mi proyecto de vida. Estrenamos el 2 de abril de 1976 y a la semana Alejandro viajaba a Europa. Volvió el 13 de junio y cuando vino al teatro, en vez de ir a saludar primero a Antonio, vino a mi camarín. Lo vi bronceado del verano europeo y con el pelo largo, guapísimo. Me invitó a cenar esa noche, me acuerdo que era un martes 13, le dije que pensaba irme a casa porque vivía en Lanús con mis viejos todavía. Después acepté, fuimos a Edelweiss con Mirta Busnelli y otra colega que se llama Alicia Manino y terminamos tarde. Me invitó a su casa para no viajar en tren a hasta Lanús y nunca más me fui.

-Pero en medio del idilio viajaste a España con la idea de quedarte...

-Sí, en noviembre de 1976, cuando terminó la temporada de Gasalla for export. Volví en el verano del ‘78 y el arreglo con Alejandro fue que íbamos a seguir al que le fuera mejor. Laboralmente fue muy difícil en España, nos escribíamos cartas, le mandaba cassettes grabados con mi voz y el amor se incentivó con la distancia. Cuando estuve allá me di cuenta de todo lo que extrañaba y cuánto me gustaba el mundo en el que vivía, a pesar de lo tenebrosa que era la vida en la dictadura.

-No es común tener una pareja de 46 años, ¿ustedes encontraron un secreto?

-Sí, tenemos una fórmula y es la libertad. Una de las primeras cosas que me dijo Alejandro fue: “No te voy a pedir nunca una cosa que no estoy dispuesto a darte y es la libertad”. Éramos muy hippies.

-Se propusieron un amor con libertad cuando todavía nadie hablaba de poliamor...

-Es verdad. A partir de ahí fuimos una pareja abierta. Decimos que no somos una pareja fiel sino leal. Nos contamos todo, hemos tenido novios, novias, gente que compartimos y siempre volviendo a nuestra relación.

"Yo perdí dos trabajos en televisión por mi condición de homosexual y había gente que no lo sabía. No nos casamos por amor sino por militancia política", aseguró Larresse sobre su relación con Vanelli
"Yo perdí dos trabajos en televisión por mi condición de homosexual y había gente que no lo sabía. No nos casamos por amor sino por militancia política", aseguró Larresse sobre su relación con Vanelli - Créditos: @Fabian Marelli

-Y hoy son bisabuelos...

.Sí, Alejandro fue papá a los 17 años de María Alejandra, que tenía 10 años cuando la conocí y nos queremos desde entonces. Ella tuvo tres hijos, el primero murió en el parto y están Lucila y Tahiel, que pronto se va a vivir a Brasil. Y Lucila fue mamá de Cielo, de 1 año. Los vi crecer a todos y somos familia.

-Alejandro y vos fueron la primera pareja que se casó cuando se promulgó la Ley del Matrimonio Igualitario, ¿la esperaban para poder legalizar su historia de amor?

-Fuimos la primera pareja en Buenos Aires porque por media hora nos ganó una pareja de la ciudad de Frías, en Santiago del Estero. Fue un 30 de julio de 2010. Llevábamos 34 años juntos y Bruno Bimbi nos sugirió que nos casáramos. Cuando Ale llegó con la propuesta, esa noche no dormimos porque era salir del placard para todo el mundo. Hasta entonces lo nuestro era un secreto a voces. Yo perdí dos trabajos en televisión por mi condición de homosexual y había gente que no lo sabía. No nos casamos por amor sino por militancia política. Tanto Alejandro como yo abominamos la institución del matrimonio, me parece antinatural, un efecto colateral de la propiedad privada, un código de convivencia. Nunca creímos en el matrimonio como institución, lo hicimos por pura convicción y para lograr que todo un grupo de la sociedad argentina que no gozaba de ese derecho, pudiera acceder. Nada más. Me acuerdo que ese día alguien me preguntó si me casaba por amor y contesté que no, que me casaba por la guita. Porque fue una manera de regularizar nuestra situación patrimonial. Por amor ya estoy casado hace años sin que me lo diga un juez; lo decidimos nosotros por voluntad propia.

-Parece todo muy hablado en la pareja, ¿tuvieron crisis?

-Tuvimos todas las crisis que quisimos, no nos privamos de ninguna, pero las superamos con inteligencia emocional. Eso y la libertad en la pareja fueron claves para que siguiéramos juntos. Nos salvó. A los ochos años de estar juntos sentí que la convivencia estaba desgastando la relación y cuando nos mudamos vi la oportunidad de ser una pareja con cama afuera, al menos por un tiempo. Necesitaba tomar aire a pesar de toda la libertad que tenía. Me mudé a cinco cuadras y ese aire y flexibilidad a la relación, lejos de provocar una distancia, nos unió más. Fueron cuatro años viviendo así y después dos más porque en ese tiempo compramos la propiedad en Córdoba y yo me instalé allá y estuve dos años sin venir a Buenos Aires; nos veíamos un fin de semana por mes cuando él viajaba. Vivimos separados seis años, entonces . Volví porque mi mamá falleció y tuve que hacerme cargo de mi papá que ya tenía 90 años. Me instalé en el departamento de Ale, retomamos la convivencia y seguimos. Eso fue en el ‘89. Tuvimos muchas crisis y llegamos a las manos los primeros tiempos de convivencia, hasta que logramos acomodar los tantos y crear un código de convivencia que nos armonizó.