Esperando la carroza: una puesta inteligente, que se alimenta de su estatus de clásico para divertir a nuevos públicos
Autor: Jacobo Langsner. Dirección: Ciro Zorzoli. Intérpretes: Campi, Paola Barrientos, Valeria Lois, Pablo Rago, Sebastián Presta, Ana Katz, Mariano Torre, Andrés Granier, Milva Leonardi, Marina Castillo, Mayra Homar. Vestuario: Julio Suárez. Escenografía: Tato Fernández. Iluminación: Eli Sirlin. Música: Marcelo Katz. Sala: Broadway, Corrientes 1155. Funciones: jueves, a las 20.30; viernes, a las 19.30 y 22; sábados a las 19 y 21.30; domingos a las 18.30. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
En muy pocas oportunidades, la versión cinematográfica de una pieza teatral ha puesto en valor un texto dramático como ha sucedido con Esperando la carroza, la obra que Jacobo Langsner estrenó en Montevideo en 1962 con un rechazo unánime de la crítica. Con el paso de los años, el texto volvió a representarse en diversas oportunidades tanto en Uruguay como en Argentina, pero nunca alcanzó el esplendor de la película de Alejandro Doria (1985), que también fue denostada por la crítica en su estreno pero que, con el correr de los años, se transformó en una obra de culto que siguen apreciando las más diversas generaciones de espectadores.
Considerado “un verdadero dramaturgo del Río de la Plata”, la producción escénica de este autor se repartió entre Montevideo y Buenos Aires con mucha frecuencia. Sus creaciones estuvieron siempre ligadas a la construcción de universos en los que dominan las cuestiones políticas (entre las obras más significativas se puede citar Paternoster) o sociales. Estas últimas, en general, quedaron plasmadas dentro de ámbitos familiares muy convulsionados por el clima de la época en la que fueron escritas (Otros paraísos, El tobogán, Locos de contentos).
Esperando la carroza muestra la historia de un grupo familiar en el que puede analizarse como se relacionan diferentes clases sociales. Los cuatro hermanos Musicardi ejemplifican a cada una. El matrimonio conformado por Elvira y Sergio exponen a una familia trabajadora de clase media; Antonio y Nora han logrado un estatus mayor debido a ciertos negocios non sanctos que desarrolla el primero; Jorge y Susana viven casi en la pobreza y Emilia es una viuda desprotegida que ha caído en la indigencia.
Mamá Cora, la madre de los hermanos, es ya muy mayor y vive en casa de Jorge y Susana, y posee las cualidades de una persona de edad, que en este caso se convierte en un trastorno para el grupo. Nadie quiere hacerse cargo de ella. Salvo quienes la cuidan, el resto prefiere hacer oídos sordos antes los reclamos de Susana, para que la saquen de su casa. Mamá Cora en algún momento desaparece, se pierde en la ciudad, y este hecho genera una serie de situaciones en las que comienzan a exponerse cuestiones muy mezquinas.
Aunque el tema posee un trasfondo muy doloroso, Jacobo Langsner decidió concebir una sátira con ciertos toques de grotesco que provoca que los espectadores se rían de una realidad que conocen bien (muchos han atravesado o atraviesan cuestiones similares en las que aparece la pregunta: ¿qué hacemos con la vieja?).
El tono justo
Muy inteligentemente, el autor decide que Mamá Cora no sea la protagonista de la pieza, aunque toda la trama gire en torno a su persona. Como una manera de provocar una reflexión mayor entre esos espectadores que ríen y gozan de las situaciones que se suceden.
En la puesta que dirige magníficamente Ciro Zorzoli hay algo que es muy valioso. El director encontró el tono justo para describir cada personaje, hacerlo trascender en su verdadera dimensión y lograr que el público cruce en su imaginario cuestiones que trabajó Doria en su película, con el texto original escrito hace 62 años y una realidad contemporánea en la que esos seres aún adquieren una profunda vitalidad, porque eso que se muestra bien podría pasar hoy. Uno de los grandes logros de Langsner está en el diseño de esos personajes, casi arquetípicos, que siguen formando parte de nuestra sociedad.
El elenco de esta propuesta es muy homogéneo y Zorzoli, muy sabiamente, ha decidido que dos de los personajes más emblemáticos de la película, Mamá Cora y Elvira, mantengan ciertas características que han dejado muchas huellas en el público. Campi y Paola Barrientos han logrado, en sus construcciones de los personajes, incorporar cierto estilo de actuación que en su momento lograron Antonio Gasalla y China Zorrilla, respectivamente. Aunque no copian aquellas interpretaciones, rescatan ciertos gestos, movimientos, intenciones en el decir, y los amplían gracias a que ambos poseen fuertes capacidades interpretativas y saben como imponerles un sello muy personal a sus creaciones. Juegan (y seguramente se divierten mucho haciéndolo) a recrear ciertos rasgos de esas criaturas que, en complicidad con el público, hacen que las escenas crezcan de manera notable.
Comediantes exquisitas, Barrientos y Valeria Lois conforman una dupla intensa que no hace más que exaltar los contrates entre Elvira y Nora. Ana Katz le impone un intenso dramatismo a Susana y consigue que quien observa se apiade profundamente de ella. Pablo Rago (Sergio), Mariano Torre (Antonio) y Sebastián Presta (Jorge), en roles muy opuestos, exponen mucha seguridad a la hora de incorporarse a la propuesta de dirección y cada uno a su tiempo define quien es de manera elocuente.
También resultan muy destacados los trabajos de Tato Fernández (escenografía), Eli Sirlin (iluminación), Julio Suárez (vestuario) y Marcelo Katz (música original).