La estrella azul: el músico español que llegó al Sur “porque perdió su norte” y se encontró con el padre de la chacarera
Santiago del Estero. Más allá de que estas palabras sirvan para nombrar a una provincia y a una ciudad capital (la más antigua de las fundadas en la Argentina), es la representación de un pueblo. Uno que no ha necesitado plumas como las de Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier o Isabel Allende para mostrar su realismo mágico. Es decir: esa magia que abraza lo cotidiano, a través de sus tradiciones quichuistas y criollas, o de misterios hondos como el de la salamanca. Santiago no es bello en el color de su río sino en cómo la chacarera lo pinta desde arriba del Puente Carretero. Y, ¿qué es Santiago del Estero? El poeta Pablo Raúl Trullenque dice que “Santiago del Estero es un chango moreno / con música en los ojos / y un corazón coplero”. Lo cierto es que la añoranza y la migración representan elementos idiosincráticos, del mismo modo que el coyuyo y el “mishqui mayu” son algunos de sus elementos icónicos. Pero no hay mejor definición de Santiago que la del poeta. Es una chica o un chango, morenos, con música en los ojos y corazones de coplas.
Mucho de esto es lo que va sembrando, en su recorrido, la película La estrella azul, ópera prima del español Javier Macipe, que se estrenará este jueves 12 de septiembre . Está plagada de detalles, que no se presentan de manera explícita sino con simpleza e informalidad. Ya su título es un enigma en si mismo que corre en segundo plano. En cuanto a la historia, por momentos puede parecer desopilante. Narra el periplo de un músico zaragozano de rockabilly que (en la década del noventa) quiere encontrar el norte de su vida y se toma unos días de descanso para viajar a la Argentina, en busca de la casa de Atahualpa Yupanqui, aquel folklorista que se escuchaba en su casa, cuando él era niño. Concretamente, Mauricio (encarnado por el actor Pepe Lorente) lo expresa así: “Había perdido el norte, la verdad -dice el rockero- y me fui a buscarlo al Sur”.
Y por esas cosas de la vida pierde el equipaje en la terminal de micros de la ciudad de Cosquín y termina embarcado en un nuevo desafío: llegar a Santiago del Estero para conocer al padre de la chacarera. No conviene seguir con el relato para no “espoilear” el final. Porque si bien no se trata de una biopic, la historia tiene mucho de real. Mauricio Aznar Müller, entre finales de los ochenta y principios de los noventa fue un ascendente músico de Zaragoza dentro de España. El padre de la chacarera era ni más ni menos que el apodo que recibió don Carlos Carabajal, creador de grandes hitos del folklore argentino. Así como el personaje de Mauricio quedó en la piel de un actor aragonés, Pepe Lorente, el personaje de Carlos Carabajal (muerto en 2006) lo representa Cuti, su hermano menor.
“En cada chacarera, Yo estoy volviendo al pago. Y soy bombo latiendo, si te pienso Santiago”. Cuti, que es el responsable de la música de esta hermosa chacarera doble llamada “Santiago, chango moreno”, estaba volviendo a su pago cuando conversó con LA NACIÓN sobre la película y el estreno en nuestro país. Y, además, sobre la situación de ponerse en la piel de su hermano Carlos, casi veinte años mayor que él.
“Me sorprendió el ofrecimiento del director. ‘No me parezco a mi hermano’, fue lo primero que le dije. Pero él me respondió que, por eso, no me hiciera problema. No sé por qué pero se quería dar ese gusto. Y así fue”. Quizá, para Cuti fue un poco de actuación y otro tanto de recuerdos. “Sí, porque compartí muchas cosas con Carlos. Él y Agustín [otro de los hermanos del clan Carabajal] fueron los que nos pasaron conocimientos. Con Carlos aprendí las cosas de la guitarra. Aprendí a sentir las letras para componer músicas”.
Así es como Cuti memora la vida familiar y la conexión que tiene con la película: “En la casa el trato era para todos por igual. Carlos o Raul, que falleció hace poco, tenían una bondad única. Eran personas que siempre estuvieron para los que se acercaban con una pregunta. Siempre ayudando a los jóvenes y tratando de hacer conocer lo que sabían. Carlos supo transmitir el conocimiento y el misterio de la chacarera. Quizá fue Carlos quien me lo ha hecho notar, desde el primer momento. Ya cuando vivíamos en Buenos Aires, en Morón, nos juntábamos como familia. Y ahí siempre estaban la guitarra y las canciones. Carlos fue el primero que le dijo al poeta Marcelo Ferreyra que sería bueno que me diera alguna letra. Creo que fue el primero que se dio cuenta de que yo sentía algo para hacer música. Ese fue el comienzo. Fue una zamba que finalmente se perdió. Pero vinieron otras.”
Cuti no llegó a conocer al verdadero Mauricio Aznar. “La verdad que no tengo memoria de haberme cruzado con él en Santiago”. Es probable que, si fue en verano, Cuti estuviera de gira por festivales del país, con el dúo que desde finales de la década del ochenta comparte con Roberto Carabajal. Más allá de este breve paso frente a una cámara de cine, el dúo ha ocupado la mayor parte de su vida artística. “Se dio naturalmente. Se tenía que dar así. Creo que estas voces han nacido para salir juntas. Se complementan muy bien. Porque nos conocemos muy bien. Son muchos años y los sabemos llevar. Porque sabemos lo que estamos haciendo. Cada uno sabe hasta donde da el otro”.
Y con su socio actor (Lorente) en la película, ¿cómo fue el trabajo? ¿Qué le resultó más llamativo? “Lo más raro fue cuando en un momento de la película digo: ‘Voy a cantar una canción de mi hermano Cuti”, se ríe.
La película llega a la Argentina con dos distinciones del Festival de San Sebastián 2023 (Premio de la juventud y Premio Cooperación Española). Durante las entrevistas que el director y guionista zaragozano dio, previas a las presentaciones en festivales y al estreno español, contó que era fan de Mauricio Aznar, que escuchaba su música de joven y que fue la madre del músico quien le propuso este proyecto. También dijo que lo que intentaba con la película era cambiar el hábito de tomar a la música como una expresión de fondo, y que la gente tuviera ganas de salir del cine “para sentarse a escuchar un disco, sin hacer nada más que eso”. ¿Lo logrará? Será cuestión de probar con esta cita aragonesa y santiagueña.