Estrenos de teatro. Tick Tick Boom, la amenaza del tiempo en la mente de un artista

Pedro Velázquez, Lucien Gilabert y Federico Couts, en Tick Tick Boom
Pedro Velázquez, Lucien Gilabert y Federico Couts, en Tick Tick Boom

Letra y música: Jonathan Larson. Dramaturgo asociado: David Auburn. Intérpretes: Federico Couts, Lucien Gilabert y Pedro Velázquez. Músicos: Giuliana Sosa , Juan Pablo, Leandro Biera, Fernando Oviedo, Pedro Sosa. Coreografía: Gustavo Carrizo. Vestuario: Gigi Romano. Diseño de luces: Anteo del Mastro. Diseño de sonido: Mariano del Rosso, Tato Ricardi y Eugenio Mellano Lanfranco. Adaptación al español: Marcelo Caballero, Juan Pablo Schapira y Lucien Gilabert. Dirección vocal y arreglos vocales: Eugenia Gil Rodriguez. Dirección y arreglos musicales: Giuliana Sosa. Asistencia de dirección: Macarena Del Mastro. Asistencia de dirección: Macarena Del Mastro. Dirección de actores: Marcelo Caballero. Dirección de arte y puesta en escena: Ariel Del Mastro y Marcelo Caballero. Dirección general: Ariel Del Mastro. Producción ejecutiva: Lucía Krüsemann, Pedro Bas y Celeste Gamba. Teatro: Paseo La Plaza. Funciones: Martes, a las 20.30. Duración: 70 minutos.

“Tick Tick” remite a un sonido constante que el protagonista percibe alojado en su cabeza. Una amenaza vinculada con los sonidos arbitrarios con los que medimos el tiempo y la posibilidad latente de perderlo.

Tick Tick Boom está armado en múltiples capas. El protagonista es Jonathan Larson (el compositor de Rent, que revolucionó el paradigma de los musicales contemporáneos). El dato no es menor porque en este musical con tintes autobiográficos, Jon es un joven a punto de cumplir treinta años, está ansioso porque la obra que le llevó ocho años de escritura tendrá una “lectura” frente a productores y se debate entre los deseos y las necesidades. Sin embargo, está lejos de ser la mirada egocéntrica de un artista puesto que todo el tiempo se cuelan los años 90, el sida, los prejuicios. El conflicto es colectivo.

El espacio está armado en zonas: vacío el centro, el mobiliario cotidiano y los músicos, articulados en semicírculo. La pared del fondo deviene pantalla. Zonas que estructuran los conflictos, los mundos –deseados y posibles– como correlato, el entramado de las voces, con los arreglos vocales de Eugenia Gil Rodríguez y un diseño de luces que convoca espacios de representación, pero también estados de ánimo.

Federico Couts, Lucien Gilabert y Pedro Velázquez encaran muy bien el complejo desafío de una propuesta que se articula como la punta de un iceberg. Notables las adaptaciones de las letras al español y muchas decisiones inteligentes del director Ariel del Mastro, como invitar a la platea a construir la fiesta, o sumar a los músicos al focus group o sacarlos de la escena para la canción de Jon en piano, en donde la soledad se torna potente con los instrumentos abandonados.

Para señalar el lugar de los músicos, un botón de muestra: una vez que los intérpretes ya habían salido del escenario tocaron un tema y el público, a coro, les pedía una más. Los amantes de musicales disfrutarán algunas otras joyitas más.