Eugenio Derbez y sus absurdas e innecesarias provocaciones con ese nivel de fama

Eugenio Derbez en la alfombra roja de The Valet. (Jaime Nogales/Medios y Media/Getty Images)
Eugenio Derbez en la alfombra roja de The Valet. (Jaime Nogales/Medios y Media/Getty Images)

Eugenio Derbez tiene muy definida su cruzada contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Ya no es necesario que condimente con matices sus ideas. La animadversión ha quedado clara en cada ocasión que al comediante y actor le parece oportuno hacer gala de su sentido del humor para incordiar a todo lo que tenga ver con Morena. Esa tendencia lo ha puesto ya en una posición comprometedora: no pocas personas lo siguen únicamente por sus opiniones, en vez de hacerlo por su trabajo.

La última de sus puntadas llegó derivada de la comparación que hizo Claudia Sheinbaum de Suiza con Xochimilco. Como se dice coloquialmente, a Eugenio le dejaron la pelota botando y decidió aprovechar para marcar un par de goles. Como respuesta a la analogía de la jefa de Gobierno, Derbez comparó al ahuehuete de Reforma con el Bosque de Sherwood; a un parque citadino con Disneylandia, y a Xochimilco con Venecia.

Con sus críticas, que al final del día no pueden dejar de tener una fuerte dosis de chiste, Derbez se está convirtiendo en una extensión más de Chumel Torres, lo cual tendría que ser una contradicción considerando la brecha generacional que los separa. Si en otras épocas Eugenio influyó en otros comediantes, ahora es él quien se deja guiar por la tóxica dinámica que pulula en redes sociales.

Sus críticas al Tren Maya, junto a otro grupo de famosos, pusieron de relieve el papel que Derbez ha asumido como crítico de la 4T. Ciertamente en ese sentido se le podía cuestionar a Derbez y su camarilla que no hayan inspeccionado con tanto ahínco a las muchas administraciones pasadas que han visto desfilar, pero bueno, el punto es que decidieron politizarse y formar parte de cuanto debate público les parezca propicio. Pero hay algunos detalles que el ganador del Oscar está pasando por alto.

Su reciente éxito en Hollywood lo ha dotado de un prestigio distinto al que se había ganado como comediante durante treinta años. Si a nivel profesional ha luchado para salir del estigma cómico, sus posturas políticas no hacen sino legitimar los prejuicios de quienes llaman a no tomar en serio nada de lo que él diga. Hoy, que tiene más reflectores que nunca, es cuando podría demostrar que no es un “payasito” opinando de política. Sin embargo, hasta él se esfuerza por darle la razón a sus detractores y mantenerse en el molde de Ludovico Peluche.

Los memes y los chistes han confundido mucho a todos los implicados en la vida política. Está bien disfrutarlos por un rato, pero cuando una nimiedad, como el parecido de Suiza con Xochimilco, amerita una oleada de reacciones es porque la tabla de prioridades está totalmente desbalanceada. No toda la vida se va a poder hacer crítica a través de la comedia. Su efecto, su gracia y su utilidad están sujetas a la sorpresa que causan.

Quizá si algún mérito innegable se puede atribuir a López Obrador ese es el de haber politizado, en algún nivel, a diferentes estamentos de la sociedad. Hoy resulta muy sencillo, y hasta divertido, opinar de la vida política nacional. Todos lo hacen, porque no hay que pagar por opinar y porque es más sencillo montarse en alguna ola momentánea que hacer una verdadera reflexión.

Derbez y compañía no critican a políticos del pasado con incidencia en el México actual ni tampoco a empresarios tan dañinos para el país como un tren en la selva lacandona. Pero esa es su forma de participar en la esfera pública. El gobierno de López Obrador les abrió los ojos y Chumel Torres es su referente intelectual. Con esas premisas asumidas, podemos entender por qué Derbez nos recuerda a Ludovico Peluche cada vez que analiza la política mexicana.

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