Gene Kelly: una vida marcada por el egocentrismo, las infidelidades y los amores jóvenes

El nombre de Gene Kelly está asociado a esos musicales de la época dorada de Hollywood, protagonizados por grandes estrellas, la fastuosidad de sus escenografías y coreografías interpretadas por una multitud de bailarines. A lo grande. En esa industria se desarrolló el genial actor, cantante y bailarín, que también incursionó en la dirección y el montaje de números coreográficos.

Cómo no pensar en Levando anclas o en la icónica Cantado bajo la lluvia; rápidamente llegan a las retinas esas imágenes festivas de atmósfera naif. Sin embargo, esas películas escondían la verdadera faceta de Kelly quien no era un santo a la hora de tratar a sus compañeros de trabajo. Lo acusaron de violento, celoso y de utilizar armas poco nobles para descollar. ¿Exageraciones? Quizás. Algo similar habría sucedido en el plano personal. Sus mujeres, y sus hijos, han guardado más de un secreto para que el nombre estelar no pierda tal rango.

Su vida afectiva fue algo zigzagueante. Buscó preservarse, pero más de un dato incómodo salió a la luz. Se desvivía por las chicas jovencitas. Y es que Kelly no tenía tabúes a la hora de amar. El muchacho de sonrisa franca y piernas que podían volar por los aires no era todo lo ingenuo que muchos creían, y cuando alguien hozaba con abrir la boca, los popes de los grandes estudios se encargaban de acallarlos. De eso no se habla. La facturación millonaria de las películas no debe ser afectada. Frank Sinatra, Debbie Reynolds, y Donald O´Connor, algunas de las figuras que más lo conocieron, enmudecieron. Reglas son reglas. Y negocios son negocios.

Amores cuestionables

Nació en Pittsburgh, Pensilvania. Su familia era humilde. A sus padres les costaba sostener la economía doméstica. Sin embargo, Harriet, su madre, se encargó de estimular la veta artística de sus hijos, al punto tal que los hizo formar la agrupación The Five Kellys, donde Gene y sus cuatro hermanos demostraban sus habilidades. Con el tiempo, la iniciativa quedó reducida a solo dos integrantes, por supuesto, uno de ellos era la futura estrella internacional. De todos modos, terminada la preparatoria, el más famoso de los Kelly encaró una carrera universitaria que lo llevó a licenciarse en Economía. No estuvo de más ese aprendizaje, dado que le sirvió para administrar las academias de baile que fundó la familia. Les fue muy bien. Sobraban los alumnos, al punto tal de abrir una segunda sede. Con esta confianza como docente de baile, Gene decidió viajar a Nueva York para probar suerte en lugares de mayor visibilidad y que le permitiesen desarrollar esa vocación que tanto amaba, mucho más que la economía.

Gene era un muchacho realmente apuesto. Mujeriego. Se desvivía por las chicas muy jóvenes a las que seducía con armas infalibles. En Pittsburgh eran conocidas sus aventuras. Era libre y joven. Explotaba su sex appeal. Sin embargo, en 1939, y para sorpresa de sus padres, hermanos y amigos, apareció el primer amor formal. La actriz Besty Blair lo impactó especialmente. Nadie confiaba en la trascendencia de ese amor. Sin embargo, Gene estaba perdidamente enamorado de ella.

La llegada de Besty a su vida le trajo más de un problema. El primero fue con su propia familia que no veía con buenos ojos que Gene se casase con una chica prácticamente adolescente. Es que Blair tenía tan solo 15 años cuando conoció al bailarín, que ya había cumplido sus 27. A pesar de las voces en contra, se casaron dos años después, en 1941.

El amor lo estimulaba a progresar en otros planos. El talento y su carisma lo llevaron rápidamente a encabezar una pieza teatral en Broadway. Pal Joey fue un suceso. Tal la repercusión de la obra que el director de la MGM le propuso sellar un contrato para filmar en Hollywood. En esos tiempos, el galán rodó Por mi chica y por mí con Judy Garland. Fue la consagración iniciática, Hollywood quedó rendido a sus pies. Sin embargo, la vida personal comenzaba a complicarse. Se dijo que durante el tiempo que duró el rodaje, Judy estaría celosa porque su marido, Vincent Minnelli, pasaba mucho tiempo con Gene. Este vínculo habría despertado todo tipo de sospechas en la actriz, que nunca se pudo saber si Kelly y Minnelli fueron amantes.

El actor pasaba casi todo el día fuera de casa. Esto no era bien visto por su mujer, quien le reprochaba la poca cercanía afectiva. Gene le explicaba que debía ganarse un lugar en la industria, que era el momento de la siembra. El matrimonio seguía adelante, a pesar de todo, y el 16 de octubre de 1942 nació Kerry Kelly, la única hija del matrimonio.

Trabajo, esposa e hija. Lo tenía todo. Sin embargo, y pese a la oposición de su familia y de los productores que veían peligrar el negocio, Gene se alistó para integrar las filas de su país luego del bombardeo de Pearl Harbor. La joven Besty lloró mucho la ausencia de su marido. Ya no eran las sospechas de infidelidad lo que la atormentaban, sino la propia vida de su esposo.

Cuando Kelly regresó a los grandes estudios, el éxito, inmediatamente, volvió a acompañarlo. Fue el turno de Leven anclas con Frank Sinatra, un gran éxito que se convertiría en esos títulos que pasarían a la historia de la industria. Gene había obtenido el rango de primera figura. Pero, en casa, las desavenencias conyugales no cesaban y se sumaban el malestar de algunos de sus compañeros de trabajo. Parecer ser que Gene no tendría los mejores modos a la hora de relacionarse con ellos. Ególatra era lo menos que le decían al discípulo de la bailarina Martha Graham. Incluso, no se privaba de calificar a sus colegas: "Fred Astaire pertenece a la aristocracia y yo al proletariado". Cuando se llevó a cabo el rodaje de Cantando bajo la lluvia, el mal clima volvió a acompañar al elenco debido a los divismos de Kelly. Debby Reynolds confesó que regresaba a su casa con moretones y los pies sangrando debido a las exigencias de Gene en las coreografías. ¿Rigurosidad o perversidad?

En 1957, el matrimonio entre Gene y Betsy se disolvió. Las peleas ya no tenían vuelta atrás. Todo lo que se decía de él, afectaba a ella, quien no podía soportar los rumores sobre infidelidades y las peleas de Gene con sus compañeros de elenco. Tenían un gran pasar económico, pero eso no lograba atenuar las angustias de Betsy. Punto final para un matrimonio que había nacido en la precocidad de ella.

Pero no las mañas

Fiel a su deseo, Jeanne Coyne, su segunda esposa, también era más joven que él, Gene le llevaba 11 años y, como en su matrimonio anterior, ella también tenía vocación artística. De hecho, fue coreógrafa de varias películas de Kelly, quien la convocaba para organizar los cuerpos de baile. Se conocieron cuando ella bailó en Cantando bajo la lluvia. Se casaron en 1960.

Gene y Jeanne tuvieron dos hijos Timothy y Bridget. A pesar de su falta de tiempo, el actor fue un gran padre, un fanático de las distracciones en familia, y de malcriar a los suyos con todo lo que estuviese a su alcance. Cuando no lo envolvía la ira laboral, cuando no se sumergía en los oscuros caminos del egocentrismo enfermo, cuando no competía desaforadamente con sus colegas, era un hombre querible. Eugene Curran Kelly, tal su nombre de cédula, era gran amigo de sus amigos. Las fiestas en su casa eran memorables. Apoteóticas. Aunque, a la hora de jugar a las cartas u algún otro juego de mesa, sus amigos lo catalogaban de insoportablemente competidor. No toleraba la derrota.

La vida del director de la versión hollywoodense del musical Hello Dolly! también supo de profundos dolores, de esos sinsabores difíciles de sobrellevar. El matrimonio de Gene y Jeanne fue todo lo amoroso que la personalidad de él permitió. Con todo, se llevaban muy bien, se amaban, y gozaban de la familia construida. Sin embargo, el 10 de mayo de 1973, en Los Ángeles, Jeanne falleció víctima de leucemia. Tenía tan solo 50 años. Por mucho tiempo, Gene se mostró devastado.

El amor de la madurez

Patricia Ward fue la tercera esposa del actor. Cuando se casaron, en 1990, él tenía 77 y ella tan solo 30. Coherencia de este hombre anciano, pero vital, al que el otoño de la vida no le modificó los gustos. El vínculo fue un escándalo familiar. Los hijos de Gene no aceptaron la boda, a tal punto que ninguno participó de la ceremonia.

Patricia conoció al actor en 1985 sin saber quién era ni haber visto jamás películas como Las señoritas de Rochefort. Esto atrajo mucho al protagonista de Un americano en París, film que ella, por supuesto, tampoco había disfrutado. El encuentro se produjo cuando Kelly fue convocado para la narración en off de un documental vinculado al Museo de Ciencias Naturales de Washington. Ella era la realizadora del mismo y entabló, rápidamente, un buen trato con él. Acordaron muy bien en lo laboral. La primera vez que se cruzaron fue en la puerta de los baños; poco glam para lo trascendente que estaría por llegar. "Me pareció muy bello, apuesto, y jamás lo vi viejo", confesó Patricia, más de una vez, ante el prejuicio de la mirada ajena.

Cuando llegaron al final del rodaje del documental, él se despidió y se marchó en una limusina. Una compañera del staff lo observaba absorta. Fue esta mujer quien le contó a Ward acerca de la trascendencia de la figura de Kelly. Patricia no dudó en comprar los videos de las películas y conocer la historia de ese hombre seductor que era una verdadera celebridad. A los seis meses, él la llamó para trabajar en algunos guiones. No se separaron más. Fueron unidos y confidentes. Y muy sexuales: él jamás perdió sus mañas de galán.

Elvis Presley, Priscilla Beaulieu y un amor prohibido que trascendió su propia historia

El 2 de febrero de 1996, Gene falleció como consecuencia de un derrame cerebral en su casa de Beverly Hills, provocando una ausencia irreparable en el universo hollywoodense. Con él moría una época. Una forma de interpretar y entender el cine. A pesar de sus defectos, ha sido una estrella única que entretuvo con su arte a generaciones enteras. Patricia, en su carácter de viuda, se convirtió en la curadora de toda su obra, de sus objetos, de ese acervo que es parte de la historia grande del mundo del espectáculo.

Gene Kelly fue amado por su público e inspiración de figuras como Michael Jackson o Madonna. Siempre quiso ser como Marlon Brando, pero su autoestima algo endeble, esa que se camuflaba en soberbia, le jugaba la mala pasada de hacerlo sentir inferior. Sin embargo, Gene Kelly como actor y director ocupó un lugar notable en la industria del entretenimiento. Su estrella será eterna y trascendente como su obra. Disfrutó del amor. Amó y fue amado. Fue un gran padre. Y el galán perfecto que conocía todos los artilugios para enamorar a quién quisiera. Y sin tabúes.