Germán Robles, el actor que dejó el fútbol y se convirtió en el primer 'vampiro' mexicano
Con motivo de la Guerra civil española (1936-1939), un gran número de ciudadanos españoles se exilió en México. Hubo muchos hombres de familia que lo hicieron solos para establecerse primero en el país y posteriormente trajeron a sus esposas e hijos toda vez que se afianzaron en su nueva nación. Uno de ellos fue el papá del célebre actor Germán Robles.
Fue hasta 1946 cuando Germán Robles viajó a México para reencontrarse con su padre. Abandonó Asturias, su tierra natal, luego de tomar una drástica decisión sobre su porvenir: decir adiós al fútbol profesional. Tenía 17 años en ese entonces, edad clave para definir su futuro en las canchas. Jugaba como extremo derecho en la reserva del Sporting de Gijón, equipo que en ese momento militaba en la segunda división.
Entre hacer carrera en el balompié o volver a unirse con su familia, Germán Robles eligió estar con los suyos. Lo hizo consciente de que renunciaba a la posibilidad de pelear por un cupo para integrarse al primer plantel del club gijonés. Partió de España sin saber si iba a tener oportunidad como titular con el equipo estelar. Nunca supo si la gran noticia de su ascenso como futbolista estaba por venir en la siguiente temporada.
Ya instalado en México, se olvidó del balón. No tenía idea sobre lo que quería hacer de su vida, pero estaba seguro que nada relacionado al fútbol. Después de algunos meses de residir en el país se sintió atraído por la dramaturgia, así que quiso estudiar teatro. De esta manera descubrió su vocación como actor. El gusto por la actuación lo llevó a debutar en la puesta en escena de El mártir del calvario cuando cumplió 23 años. Esto sucedió en 1952 en el Teatro Ocampo de Morelia, Michoacán.
Cinco años después del debut teatral apareció el cine en su camino. Consolidado como actor profesional con más obras en su haber, su estilo y personalidad llamaron la atención de Abel Salazar y Fernando Méndez, quienes preparaban una película de vampiros. El porte de Germán Robles también les atrajo porque tenía el perfil ideal para interpretar al villano en la trama.
Como productor-protagonista del filme y director respectivamente, Salazar y Méndez le dieron el visto bueno y en respuesta a su confianza, el actor brindó un personaje que hizo época. Su papel del Conde Karol de Lavud lo inmortalizó. Y no sólo eso, pues sentó precedente en el cine mexicano como el primer vampiro nacional que se veía en pantalla grande.
El vampiro fue un título de terror que inauguró la presencia del vampirismo en historias cinematográficas del país, un tema que ya era abordado en otras partes del mundo. Tal fue el éxito de dicho título que se hizo la secuela de El ataúd del vampiro (1958) para continuar con ese relato y el mismo personaje.
El ascenso de Germán Robles, quien siempre dejó claro que él se hizo actor gracias a la educación que recibió en México, fue principalmente en el teatro. Si bien es cierto que tuvo más apariciones en cine con películas como Rapiña (1975), su espacio de brillo fue en los escenarios teatrales, sobre todo con la obra La dama de negro, una puesta en escena que hasta la fecha continúa presentándose con muy buena recepción del público.
Pese a que la filmografía mexicana cuenta con más vampiros -los actores Aldo Monti y Guillermo Murray, entre los más destacados-, el vampiro más querido y recordado por la gente es Germán Robles. No por nada sigue exhibiéndose El vampiro en festivales, además de ser objeto de estudio y análisis en la formación de cineastas.
El actor concedió una entrevista en vida al exfutbolista Roberto Gómez Junco para hablar de su pasión por el fútbol, sus memorias con Sporting de Gijón y su afición por Cruz Azul, equipo que adoptó como suyo. En esa conversación, siendo ya un hombre envejecido, reconoció que no hubiera llegado lejos en las canchas, es decir, que no se equivocó al renunciar al balón.
Con el paso del tiempo admitió que no tenía las condiciones o el rigor que otros muchachos poseían para trascender en el profesionalismo. En cambio, dijo estar agradecido por esa carrera trunca, pues fue el empujón para que encontrara la felicidad en la actuación.