Gracias, Ennio

Sevilla, 13 jul (EFE).- Sevilla, jueves 13 de julio de 2023. 30 grados y cielo despejado, con una ligera brisa del sur. Es importante soltar datos aparentemente superfluos para contar lo vivido esta noche en esta ciudad milenaria, porque dentro de muchos años, la gente que lo ha visto y oído, recordará lo que la rodeó el día en que Ennio Morricone volvió a sus vidas.

Puestos en situación, vamos a ello. Primero, los ingredientes de la noche: el programa del concierto lo dejó listo el mismo Morricone antes de decidir que su vida terrenal musical había terminado, y unió en cientos de partituras las creadas para películas como ‘El bueno, el feo y el malo’, ‘Cinema Paradiso’ o ‘La Misión’.

Enfaticemos que todo ello ha sonado el marco de un festival que “usa” como fondo de escenario y patio de butacas la Plaza de España de la capital del sur, el impresionante monumento al que le quedaba un año de obras cuando el compositor italiano vio la primera luz del día en Roma un 6 de julio de 1928.

Pasemos a la acción. El maestro creo en su mente ‘Ennio Morricone-The Official Concert Celebration’, y cuando Icónica Sevilla Fest presentó la programación de este año lo planteó como una de las estrellas de su cartel, entre otras cosas porque la música de sus pentagramas eternos la interpretaría la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, ROSS para los amigos, y el Coro Ziryab, bajo la batuta de propio hijo de Morricone, Andrea.

Una parada en el camino para destacar que en cualquier ciudad del mundo la ROSS debería tener un monumento a su nombre. Escuchar a un grupo de gente que hace que su música suene como un CD es algo reservado para quienes cuando nacieron traían una partitura bajo del brazo, y lo que esta orquesta aporta a la música algún día será reconocido como se debe, y ojalá no se la eche nunca de menos.

Y arrancó el concierto. En la pantalla gigante, un jovencísimo Kevin Costner dispara a diestro y siniestro mientras la orquesta interpreta la banda sonora de ‘Los intocables de Eliot Ness’, y el público contiene la respiración cuando esa brisa referida al principio les traslada las notas convertidas en el soliloquio musical que se va gestando desde el escenario.

Decía la nota de prensa emitida el día antes por el departamento de prensa de Icónica Sevilla Fest, que, por cierto, nombremos a los que están en la sombra para que otros se luzcan al sol, que lo de esta noche iba a ser de magia. Solo la magia puede explicar que en la noche sevillana un italiano hiciese saltar las lágrimas a gente a la que ni conoció ni falta que hizo, porque conocieron su legado, y ese legado quedará indeleble por los siglos de los siglos.

Y en esa magia no paraba. Y el tiempo se detenía al son de pieles de gallina cuando la ROSS daba vida otra vez a las notas de ‘La Misión’, con Robert De Niro y Jeremy Irons saludando desde la pantalla gigante a miles de pares de ojos y oídos que aguantaron como pudieron la visita posterior de Philippe Noiret y Jacques Perrin por las calles de Palazzo Adriano, donde Giuseppe Tornatore situó el cine más famoso del cine mundo, el de ‘Cinema Paradiso’.

Aquí debería terminar esta crónica, escrita sin cronología ni orden alguno, porque nada más volver el descanso se presentó en la pantalla gigante el croata Stjepan Hauser con su chelo, enmudeciendo a una Sevilla que ya se había entregado sin remisión al concierto en todos sus resquicios, y luego se pudo ver al compositor con Quentin Tarantino en los Abbey Road Studios de Londres preparando la banda sonora de ‘Los odiosos ocho’.

Ya era viernes cuando ha terminado el concierto. Que la ovación al genio, su hijo, la ROSS y el coro hubiese podido llegar al amanecer no es una forma de hablar. “Sin música, la vida sería un error”, decía Nietzsche. Y tenía toda la razón. Pero quién mejor pudo definir lo vivido esta noche en Sevilla es Hans Christian Andersen: “Donde las palabras fallan, la música habla”. The End.

Fermín Cabanillas

(c) Agencia EFE