La misteriosa desaparición de miles de chocolates Kit Kats que casi no hay en el mercado y que están valorados en 250.000 dólares

Kit Kats japoneses de venta en Gardena, California, el 1.° de noviembre de 2023. (Adam Amengual/The New York Times).
Kit Kats japoneses de venta en Gardena, California, el 1.° de noviembre de 2023. (Adam Amengual/The New York Times).

Los 55.000 Kit Kats de Danny Taing comenzaron su trayecto largo, sinuoso, y a ratos oscuro, en Japón.

Taing es el fundador de Bokksu, una empresa de Nueva York que vende golosinas japonesas en cajas de suscripción y se proponía hacer buen dinero vendiendo estos chocolates en Estados Unidos.

El embarque de Kit Kat, que incluía sabores tan solicitados como melón, matcha latte y daifuku mochi, había costado 110.000 dólares, pero Taing esperaba obtener unos 250.000 dólares de ingresos totales.

“Caben muchos Kit Kats en dos contenedores”, afirmó Taing.

Y son un negocio en auge. En Japón, los entusiastas claman por los sabores más raros, algunos de los cuales se venden solo durante unas semanas o únicamente en una región concreta. En Estados Unidos, los obsesionados adoran estas piezas de coleccionista, comparan reseñas en blogs japoneses sobre este tipo de bocadillos y se gastan el dinero en ediciones limitadas.

Estos Kit Kats en específico se convertirían en los componentes clave de una frustrante saga de cuentas de correo electrónico ficticias, transportistas fantasma, fraudes en la cadena de suministro y un transportista intermediario bastante desconcertado.

Las entrevistas y los correos electrónicos compartidos con The New York Times narran la historia de solo un ejemplo de “robo estratégico”, un creciente rincón del mundo criminal que según el FBI representa cerca de 30.000 millones en pérdidas al año.

Las valiosas golosinas llegaron a salvo a California y fueron transportadas en camiones 40 kilómetros por el condado de Los Ángeles hasta un almacén temporal en South El Monte, a cargo de una empresa llamada Japan Crate Acquisition.

Después de cruzar el océano Pacífico, solo tenían que recorrer el resto del trayecto hasta el almacén de Bokksu en Carlstadt, Nueva Jersey, y llegar a las manos de los ávidos fanáticos de estas golosinas.

Ahí es cuando entró en escena Shane Black.

Black, un transportista intermediario en Sarasota, Florida, es parte de un ejército invisible de profesionales de la industria del transporte que coordinan y organizan las flotas de camiones que recorren el país transportando desde pollos hasta teléfonos celulares. Por este trabajo, Bokksu le pagaría unos 13.000 dólares.

Black puso manos a la obra. Publicó el trabajo en un boletín de anuncios de camiones que es algo así como Craigslist para el transporte de mercancías. Un tal Tristan, de HCH Trucking, aceptó el trabajo (aunque utilizaba una cuenta de Gmail) y dijo que recogería el envío en breve.

El 9 de agosto, Tristan escribió un correo electrónico con el mensaje: “Oye, el primero está cargado y en marcha, mañana a primera hora recogeremos el segundo”.

“Nada fuera de lo normal”, relató Black en una entrevista.

La confesión

Cuando el cargamento no llegó a Nueva Jersey días después de que cualquier viaje a través del país debería haberse completado, Black comenzó a tener visiones de Kit Kats derretidos que supuraban de los remolques en el calor del verano.

“Por favor, dime que la carga está en buen estado y que ha estado refrigerada todo este tiempo”, suplicó en un correo electrónico a Tristan.

Tristan le respondió que uno de los camiones se había averiado en Washington, Pensilvania, una pequeña ciudad junto a la autopista interestatal 70, al suroeste de Pittsburgh. Tristan le aseguró que los Kit Kats estaban frescos e intactos, pero “si no se arregla hoy, tendremos que volver al cargador y descargarlos allí”.

Eso hizo sonar todas las alarmas para Black. Si el camión estaba en buenas condiciones para recorrer los 3000 kilómetros de vuelta a California, ¿por qué no podía recorrer menos de 400 kilómetros hasta Bokksu, en Nueva Jersey? Así que Black llamó a HCH Trucking.

“Fue entonces cuando todo comenzó a venirse abajo”, narró.

Cuando llegó a la sede de HCH en Jersey City, Nueva Jersey, escuchó el caos de fondo, sonidos de pánico. El representante le dijo que la información de la empresa parecía estar en peligro. Nunca había oído hablar de ningún Tristan.

Si Black no estaba tratando con HCH Trucking, ¿con quién estaba tratando? Y lo más importante, ¿dónde estaban los Kit Kats que valían seis cifras?

Al parecer, en el momento justo, Tristan intervino. “Es hora de confesar”, admitió. “En realidad soy un estafador y el dueño de HCH no tiene nada que ver con esto”.

Shane Black, quien dirige una empresa intermediaria de transporte, llamada Freight Rate Central, en su oficina en Sarasota, Florida, el 29 de octubre de 2023. (Octavio Jones/The New York Times).
Shane Black, quien dirige una empresa intermediaria de transporte, llamada Freight Rate Central, en su oficina en Sarasota, Florida, el 29 de octubre de 2023. (Octavio Jones/The New York Times).

Lo raro fue que Black nunca le dio un centavo a Tristan; se suponía que le pagaría al recibir el cargamento. Por suerte, Tristan incluyó las direcciones de dos almacenes de refrigeración, ambos al este de Los Ángeles, donde había dejado los cargamentos. Black no podía creer su suerte.

“Cuando nos enteramos de que había una instalación de almacenamiento en frío, yo estaba feliz”, recordó. “Pensé: ‘Bueno, tenemos la carga’”.

Fuera de servicio

Black actuó de inmediato. Según Tristan, una carga estaba en Inland Empire Cold Storage en Jurupa Valley, California. La otra estaba cerca, en Anytime Crossdock en Ontario, California (Tristan no dijo más ni respondió a los repetidos correos electrónicos de The New York Times en busca de comentarios).

Anytime Crossdock estaba en disposición de sacar la carga de su almacén, condicionado al pago de casi dos semanas de almacenamiento.

El saldo pendiente del almacenamiento era de 3830 dólares. Black dijo que pagó 2000 dólares de su propio bolsillo para asegurar la liberación de la carga, con la promesa de pagar el resto más tarde. (Anytime no respondió a las múltiples peticiones de comentarios del Times).

Desanimado pero decidido, Black volvió a empezar el proceso; de nuevo, publicó el trabajo en el boletín de transporte de carga. Esta vez le llamó Manny de MVK Transport Inc..

Black explicó que Manny recogió los Kit Kats. Al menos creía que la mitad del cargamento iba camino a Nueva Jersey. Sin embargo, unos días después, las comunicaciones se volvieron irregulares.

“Hace días que te escribo”, escribió en un correo electrónico Black unos días después. “Te llamé ayer y colgaste y ahora tu teléfono dice que está fuera de servicio”.

A la mañana siguiente, volvió a escribir, ahora furioso: “¿Cómo vas a ganar dinero con esto? ¿Vas a vender Kit Kats en las esquinas?”.

Lo habían vuelto a engañar. Esta vez, los Kit Kats habían desaparecido para siempre en las autopistas del sur de California (no hubo respuesta a las solicitudes de comentarios enviadas a MVK).

No podemos liberar la carga

Al menos Inland Cold Empire Storage todavía tenía la otra mitad de los Kit Kats, y Black, quien ahora estaba desesperado por recuperar lo que pudiera de las golosinas, seguía atento al caso.

“Nos robaron esta carga y se encuentra en su almacén”, le escribió a Inland el 21 de agosto. Inland contestó que su contrato era con un hombre llamado Harry Centa.

“No hay ningún ‘Harry’”, explicó Black, y agregó que Bokksu, que también aparecía como destinatario del correo electrónico, era el verdadero propietario. “‘Harry’ es un nombre falso”.

Sin embargo, Harry Centa no es un nombre falso. Harry Centa vive en Ohio y trabaja en la industria del transporte. Pero desconocía por completo todo el asunto de los Kit Kats. “Esto es un fraude absoluto y no soy yo”, dijo Centa en un correo electrónico al Times. “Buena suerte y espero que encuentren los Kit Kats. LOL”.

Sin embargo, el veredicto de Inland fue definitivo: “Sin prueba de que usted sea el verdadero propietario y sin el pago del almacenamiento no podemos liberar la carga”.

Black se puso en contacto con los departamentos del alguacil de los condados de Riverside y San Bernardino, pero le dijeron que por cuestiones de jurisdicción no podían intervenir y que no se había presentado ninguna denuncia.

También se dirigió al equipo de Bokksu. ¿Tenían algo que pudiera utilizar para demostrar su propiedad?

Pero, para entonces, Bokksu había despedido a Black, suspendido el pago de sus honorarios, presentado una denuncia ante la oficina del alguacil del condado de Los Ángeles a efectos del seguro y había decidido darle vuelta a la página. Bokksu se había olvidado de los Kit Kats.

Jugando al ajedrez

Los Kit Kats de Bokksu son solo un ejemplo de una forma de fraude cibernético cada vez más común que algunos expertos llaman “recogidas ficticias” o “robo estratégico”. Es en parte usurpación de identidad y en parte extorsión. La carga, a veces denominada “carga rehén”, puede desaparecer si no se cumplen las exigencias de la extorsión.

“Cuanto más se va uno adentrando en sus complejidades, peor se pone”, comentó Keith Lewis, vicepresidente de operaciones de CargoNet, que forma parte del proveedor mundial de análisis de datos y tecnología Verisk. Según Lewis, el robo estratégico de mercancías ha aumentado un 700 por ciento este año.

Para Bokksu, el responsable es Black. En su opinión, fue víctima de una estafa evidente y las direcciones de Gmail deberían haber sido una señal de advertencia.

Black comentó que los camioneros no siempre usan dominios de empresas. En última instancia, culpa a Japan Crate Acquisition, que le entregó los Kit Kats a “Tristan”.

“Obviamente no fue a un camión de HCH”, afirmó Black, y quien quiera que haya cargado el camión “debió sospechar”.

En lo que posiblemente sea el giro más extraño de la pista de los Kit Kats, Bokksu anunció en septiembre que había adquirido Japan Crate. Pero el Times descubrió que la adquisición se había completado en junio. Así que Bokksu, a través de una filial de su propiedad, había supervisado la carga de sus propios Kit Kats en los dos primeros camiones fraudulentos.

“Llevo más de dos décadas en esto y nunca me había encontrado con algo así, nada de esta magnitud", dijo Black. "Es más que una locura, de verdad. Porque no hay respuestas”.

“Claro que me siento engañado”, agregó. “Solo que no sé por quién”.

c.2023 The New York Times Company

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