Hedy Crilla, la austríaca que escapó de los nazis y de un matrimonio trágico para convertirse en maestra de actores argentinos
El 13 de febrero de 1940 atracaba en Buenos Aires el vapor Kerguelen, que había partido tiempo antes desde Francia cruzando el Atlántico, asediado por los submarinos nazis. A bordo viajaba una mujer de 42 años que había emprendido la travesía sola y que algún funcionario de Migraciones porteño se limitó a registrar a su llegada a la Argentina como “Divorciada. Artista. Alemana”. Se trataba de Hedy Crilla, una actriz austríaca que, tras actuar en numerosas obras de teatro en Alemania e incluso dar allí sus primeros pasos en el cine sonoro, se había visto obligada a huir del nazismo por ser judía.
L o que Hedy no podía imaginar es que en ese país tan distinto a su Austria natal, al sur de todo, donde pisó tierra un día de febrero en el que seguramente el calor hacía cantar a las chicharras, desarrollaría una fecunda trayectoria como maestra de actuación, dejando una profunda huella en grandes referentes del teatro argentino como Agustín Alezzo, Augusto Fernandes y Carlos Gandolfo. Sin embargo, a pesar de lo gravitante que fue su legado, y de que estudiaron junto a ella actores y actrices como Norma Aleandro, Dora Baret, Lito Cruz, Federico Luppi y Jorge Luz, no hay teatro, placa ni camarín que lleven su nombre, y su historia fue y sigue siendo desconocida para la mayoría de las personas. Algo que el documental Hedy Crilla, maestra de actores, busca subsanar.
Un olvido inexplicable
“Me preguntan seguido por qué y no puedo terminar de comprenderlo”, confesó en entrevista con LA NACION Luciana Murujosa, directora de la película que se estrena este jueves en el Cine Gaumont, al ser preguntada sobre este olvido. “Me parece que pasaron varias cosas. Por un lado, seguramente influyó el que fuera mujer. Antes había algo de ponerles un pie encima a las mujeres para que no sobresalieran, o de colocarlas en un segundo plano, lo que por suerte fue cambiando. Y hay también algo que es muy argentino. Así como tenemos muchos olvidos patrimoniales y no sabemos guardar nuestra historia, muchas veces tampoco les damos a las personas el lugar que se merecen”, señaló.
Otra posibilidad es pensar que su nombre quedó opacado por el de sus discípulos, los también maestros de actores Alezzo, Gandolfo y Fernandes. “Es probable que haya habido algo así –afirmó Murujosa, quien también escribió el guion de la película junto a Mónica Salerno–. Ella generó algo muy grande. Yo la veo como la semilla y el tronco de un inmenso árbol. Muchas veces, la copa tapa lo que está debajo. Pero tampoco deja de ser verdad que tanto Fernandes como Alezzo la mencionaban siempre”, añadió.
La bien documentada ópera prima de la directora reúne numerosos testimonios de quienes conocieron a la Crilla, como la llamaban sus discípulos, entre ellos Alezzo (1935-2020) y Fernandes (1937-2018), su biógrafa, la actriz e investigadora teatral Cora Roca, y actores como Pochi Ducasse, Pepe Novoa, Luisa Kuliok, Mónica Villa, Helena Tritek, Edgardo Moreira y Héctor Bidonde, además de material de archivo y algunas puestas teatrales elaboradas especialmente para la película, que se podrá ver también en el Centro Cultural San Martín a partir del jueves 12.
Según contó la directora, nacida en 1985, un año después de la muerte de Hedy, escuchó hablar por primera vez de ella en un cumpleaños en el que se encontraba el también director y docente teatral Julio Ordano, fallecido en 2021. La conversación giraba en torno a lo duras que podían ser las devoluciones de los maestros de teatro. “Mirá, la Crilla decía: ‘Si lloran es porque no sirven’”, recuerda que comentó Ordano. La frase le quedó grabada pero no podía ponerle significante a ese nombre. Hasta que ese mismo año, en 2017, después de completar su formación en Timbre 4, Murujosa comenzó a estudiar dirección de actores con Alezzo.
“Agustín hacía mención a su maestra en prácticamente todas las clases, hablaba de cómo ella lo había marcado. Ahí se me apareció la Crilla en todo su esplendor y tuve la revelación. Me di cuenta de que esta mujer fue fundamental para cómo actuamos hoy casi todos en la Argentina y yo nunca había escuchado su nombre en el medio teatral. Ese fue el puntapié inicial para proponerme hacer una película con esta mujer’”, señaló.
Del teatro en Viena al cine en Berlín
Hedy nació con el nombre de Hedwig Schlichter en Viena en 1898. Cuando terminó la escuela – en la que fue compañera de la futura esposa de Bertolt Brecht, Helene Weigel, lo que le permitió conocer al dramaturgo alemán-, descubrió que lo que más deseaba era ser actriz. Si bien su padre no estaba muy contento con la idea, la obligó a estudiar y así fue como se formó en el Conservatorio de Arte Escénico de Viena. La pasión de Hedy por la actuación era tan grande que solía perderse en la parte más solitaria de los bosques para ensayar sus textos preferidos.
Pronto comenzó a actuar en teatros como la Volksbühne de Viena. Sin embargo, su hermano Víctor, que era violinista, le aconsejó mudarse al igual que él a Berlín, que por ese entonces florecía culturalmente al calor de la República de Weimar. Hedy llegó a la capital alemana en 1928 e interpretó sobre las tablas de sus teatros, como el Deutsches Theather, obras de William Shakespeare y de Henrik Ibsen. Era feliz, aunque a veces solo tomaba un café con leche y comía un par de tostadas en todo el día.
Por esa época llegaron también sus primeros papeles en el cine sonoro, el más destacado de los cuales fue el que tuvo en el clásico del cine lésbico de 1931 Mujeres de uniforme, de Leontine Sagan, y que casualmente la plataforma Mubi acaba de sumar a su programación en el marco del ciclo “Las chicas buenas se vuelven malas: películas de internados”. Considerada la primera película lésbica de la historia, giraba en torno a una huérfana recién llegada a un internado que se enamora perdidamente de una seductora institutriz (para gran escándalo de la directora del lugar pero no tanto de sus compañeras, que parecían estar igual de prendadas de la educadora). Dirigida por una mujer, no aparece un solo hombre. Del elenco netamente femenino también formaba parte la actriz y escritora Erika Mann, hija del célebre Nobel de Literatura de 1929 Thomas Mann.
Si bien Hedy no tuvo un protagónico, interpretó con solvencia su papel, el de una institutriz mucho mayor, obediente y solícita, aunque ella misma rondaba recién los 30 años. En 1958, este clásico de culto tuvo una remake con Romy Schneider en el papel de la alumna enamorada.
Una carrera trunca por el nazismo
A este papel le siguieron otros más pequeños en películas como Was wissen denn Männer (algo así como “¿Qué saben los hombres?”) y Morgenrot (Crepúsculo rojo), una película ambientada en la Primera Guerra Mundial y abrazada por los nazis por su corte nacionalista. Corría 1933, año en que Adolf Hitler fue nombrado canciller.
“Ella recién estaba empezando en el cine, su trabajo más importante fue en teatro. Como austríaca, tuvo que insertarse en Alemania. Hay que tener en cuenta que el cine sonoro comienza a desarrollarse alrededor del 30 y en 1933 se estrenan cinco películas en las que participó. Más allá de que eran papeles más bien secundarios, o como figurante, como en Morgenrot, donde aparece apenas un minuto, claramente la suya fue una carrera trunca por el nazismo, de eso no me quedan dudas”, señaló Murujosa.
Por ese entonces, Hedy se había enamorado y casado con Anton Crilla, descendiente de una familia aristocrática italiana, quien había llegado a Berlín con el deseo de convertirse en actor. Sin embargo, el joven aristócrata no se mostró muy solidario con ella cuando, ante la imposición de las leyes raciales nazis que no permitían los matrimonios mixtos, ella le preguntó qué iban a hacer y él se limitó a contestarle: “No es mi problema”.
Hedy, que estaba embarazada, sufrió un aborto espontáneo. Decidió huir a Francia, donde permaneció un tiempo, pero cuando Hitler invadió Polonia decidió que era hora de partir hacia Buenos Aires, donde ya se encontraba su hermano Víctor. Paradójicamente, fue el apellido de su desamorado marido, Crilla, el que le permitió escapar haciéndose pasar por católica. Aunque parezca increíble, Hedy logró perdonar a su exmarido y lo visitó en Alemania cuando regresó a ese país en la década del 60, e incluso mantuvo correspondencia con él a lo largo de los años.
Buenos Aires: nace la maestra de actores
Hedy ya tenía más de 40 años cuando llegó a la capital argentina, tercera escala de su agitada vida . Al principio trabajó en compañías de teatro alemán independiente y compañías francesas exiliadas, hasta que en 1947 la Sociedad Hebraica Argentina la contrató como profesora y directora artística de la Escuela de Arte Escénico para niños, adolescentes y adultos, por la que pasaron también grandes nombres como Sergio Renán (1933-2015), Zulema Katz (1931-1994) y David Stivel (1930-1992).
El 14 de mayo de 1948 se fundaba en Oriente Medio el Estado de Israel. La maestra de actores lo celebró dirigiendo en la Sociedad Hebraica Argentina Tres piezas cortas palestinas, en las que actuaba el grupo de niños y adolescentes de la escuela, y Esta tierra, de Arón Ashman, con el elenco de adultos, según recoge Cora Roca en su libro Días de teatro: Hedy Crilla. “La declaración de la independencia de Israel fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida– afirmaba Hedy según su biógrafa–. Nunca pertenecí a una raza, como vociferaba Hitler, porque las razas no existen. Tampoco soy religiosa. En Austria no me consideraban austríaca, ni en Berlín, alemana, y aquí no soy argentina; sin embargo, soy judía y tengo una historia, quizás la más triste de todos los pueblos”.
Si bien la Crilla también intentó insertarse en el cine en nuestro país, su marcado acento y su edad dificultaron estos planes. Su papel más importante fue en Tierra del fuego (1948), de Mario Soffici, donde interpretó a la madama del prostíbulo, al que le siguieron otros más pequeños en películas como Invasión (1969), de Hugo Santiago, Juan Lamaglia y señora (1970), de Raúl de la Torre, junto a Pepe Soriano o El pibe cabeza (1975), de Leopoldo Torre Nilson.
El encuentro clave: los jóvenes del teatro La máscara
Uno de los grandes hitos en la vida de esta mujer se produjo en 1958, cuando tenía casi 60 años y un grupo de actores de veintipocos del Teatro La máscara, atraídos por lo que estaba sucediendo con el Actors Studio en los Estados Unidos (entre ellos Alezzo, Gandolfo, Fernandes y Novoa), se le acercó para aprender el método Stanislavski. Según se rumoreaba, ella lo conocía bien por haberlo aprendido en Europa. De esa colaboración surgieron producciones exitosas como Cándida (1959), Una ardiente noche de verano (1960) y Espectros (1961). De esta forma, Hedy logró renovar a través de ellos el lenguaje actoral argentino, barriendo con el estilo más bien declamatorio que habían traído consigo las compañías españolas que habían llegado huyendo del franquismo.
“Era muy clara y muy concreta, y nunca mentía. Decía lo que pensaba. Siempre. Y siempre explicaba por qué le parecía eso”, dijo sobre ella Alezzo en el testimonio que prestó para Hedy Crilla, maestra de actores, antes de morir. La colaboración entre la austríaca y Alezzo duró 27 años: ella lo dirigió a él, él a ella y también codirigieron juntos.
Su biógrafa y amiga Cora Roca recuerda que conoció a Hedy cuando tenía apenas 20 años y soñaba con actuar. “Me inscribí en sus clases con temor, pues tenía fama de ser brava, y me encontré con una viejita vital, encantadora y audaz que usaba pantalones -en esa época y a esa edad- y camisolas mexicanas con coloridas flores. Por otra parte, no tenía problemas en tirarse al piso para enseñarnos un ejercicio”, escribió.
“Hedy tuvo muchísimos alumnos y con todos generó vínculos diferentes, por lo que todos tienen una visión diferente de ella. Pero estos discípulos no dejan de decir que era una mujer que, si bien tenía carácter, no era sencilla y podía ser muy severa, también daba, era generosa. También es verdad que ese vínculo no se generó con todos. Hubo personas a las que echó de las clases porque llegaban tarde, por ejemplo”, indicó Murujosa.
La docencia: ¿destino forzado o elección?
Quienes la conocieron afirman que a Hedy le gustaba mucho la naturaleza. Disfrutaba de los paseos por el bosque y nadar en el mar, por lo que pasaba largas temporadas en su casa en Pinamar, en la costa atlántica. No se sabe mucho de su vida privada tras su divorcio de Anton Crilla. “Hay gente que dice que era muy solitaria, y otra que dice que no era nada solitaria, ya que estaba siempre rodeada de sus alumnos”, apuntó Murujosa. “Era una mujer sola y lo llevaba bien”, añadió.
En 1981, a los 83 años, esta maestra de actores escribió: “A esta altura de mi vida, veo que tengo la suerte de pertenecer al número, por cierto no demasiado alto, de las personas que trabajan en lo que les gusta trabajar, obedeciendo a una vocación íntimamente arraigada dentro de mí desde mi niñez”. El texto, una reflexión sobre sus búsquedas como persona y como actriz, fue hallado por Alezzo casi de casualidad, escondido en el forro de uno de los libros de su maestra, después de que esta muriera.
Pero, ¿había llegado Hedy a realizarse? ¿Estaba conforme con lo que había logrado? ¿O quizá la docencia fue el camino al que se vio empujada lejos de su tierra pero, en el fondo, su gran sueño era ser una estrella de cine y teatro? Alezzo parece haberse hecho la misma pregunta y le regaló un protagónico en teatro con la puesta en escena de Solo 80, de Colin Higgins. La obra, basada en el guion que el australiano había escrito para la película de culto Harold y Maude, dirigida por Hal Ashby, contaba la historia de amor entre una mujer de 80 años y un joven de 20. Crilla la protagonizó junto a Norberto Díaz (1952-2010). Fue un éxito y estuvo en cartelera durante tres años.
“Es una linda pregunta. En el texto que encontró Alezzo dice que está muy contenta con ayudar a la gente a que encuentre su camino, pero también confiesa que sigue buscando su lugar como actriz”, apuntó Murujosa. “En el fondo ella fue siempre una actriz, y no poder ser la actriz que quizá quiso ser debe haber sido su gran dolor”.
PARA AGENDAR
Hedy Crilla, maestra de actores. Desde el jueves 5 hasta el miércoles 11, a las 14.15 y 20.15, en el Cine Gaumont. En el Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551, el jueves 12, a las 20; sábado 14, a las 19; sábado 21, a las 17; viernes 27, a las 20, y sábado 28, a las 19.