Heidelberg, la ciudad alemana perfecta para estudiar (y divertirte)
Pasar un año (o más) estudiando fuera de España es una muy buena idea para abrir la mente, conocer gente de todo el mundo y descubrir ciudades joviales con buen ambiente, buen transporte, una gran oferta de ocio y una amplia agenda de actividades culturales. La alemana Heidelberg es el modelo ideal, una ciudad sacada de un cuento donde el 25% de su población son estudiantes, lo que le garantiza una animada vida nocturna y mucha vitalidad.
Viendo la ciudad desde el monumental puente antiguo que cruza el Neckar, ese afluente del Rhin nacido en la Selva Negra a cuyas orillas se emplaza Heidelberg, ¿quién no quiere ser estudiante y quedarse a vivir en ella para siempre? Porque si la primera imagen es la que vale, esta no puede ser más bella. Para empezar a descubrirla hay que explorar su principal monumento, el castillo, que durante casi cinco siglos fue la residencia de los príncipes del Palatinado.
Arquetipo del romanticismo alemán, la fortaleza se sitúa en una impresionante ubicación, la ladera norte del monte Königstuhl, y más que un castillo parece a simple vista, es una preciosa ruina (la más bonita de Alemania), pero que tiene mucho que ver. Se puede llegar a él a pie, pero más cómodo y fácil en funicular hasta la estación Molkenkurn.
Una vez arriba, hay que contemplar las fachadas de los distintos palacios que se abren al gran patio, asomarse a sus terrazas, visitar el museo alemán de la Farmacia o la bodega, que guarda la barrica más grande del mundo, ¡fueron necesarios 90 robles para fabricarla! Para seguir disfrutando de magníficas vistas están los jardines que lo rodean.
Todavía con buen tiempo, después del castillo se pueden explorar las arboladas orillas del río, ya sea para comer en restaurantes como Das Bootshaus (dasbootshaus.com), tomar el sol entre los puentes Theodor-Heuss y Ernst-Waltz, montar en bicicleta, correr o hacer una excursión en barco para contemplar una nueva perspectiva de la ciudad y el impresionante castillo, visible desde todas las esquinas.
El precioso casco antiguo de Heildelberg se descubre a pie con calma o en bicicleta, como se mueven los estudiantes, con tiempo para sentarse en sus terrazas, como la de Heildelberg Kulturbrauerei (heidelberger-kulturbrauerei.de), una antigua fábrica cervecera, donde degustar algunas de sus cervezas artesanales y acompañar platos tan sabrosos como el lechón asado. Pero también entrando en las tiendas favoritas de los estudiantes universitarios, que llenan de alegría y vida esta ciudad antigua pero juvenil. Una inyección de vitalidad que le aportan los jóvenes que estudian en la universidad más antigua de Alemania, fundada por el Príncipe Ruperto I ¡en 1386!
Si hay un lugar animado en la ciudad es Haupstrasse, la calle principal del centro histórico (además de la calle peatonal más larga del país, con 1700 metros), por la que se pasará una y mil veces. Entre Bismarckplatz, centro de todos los transportes, hasta Karlstor, a un lado y a otro, hay tiendas para comprar todo lo que apetece. Por ella se llega a la Universitätsplatz, con el Aula Magna y el Museo de la Universidad, delante la Fuente del Lobo, y detrás, el callejón Augustinergrasse. Este el barrio de los Jesuitas, presidido por su iglesia atención a su iglesia, donde hay que detenerse en la fachada de la biblioteca, con decenas de bicis aparcadas delante de ella, y la iglesia de San Pedro, la más antigua de la ciudad.
Plazas imprescindibles hay muchas, pero la principal es Markplatz, la del mercado, en la que se levanta el Ayuntamiento, la Haus zum Ritter (la casa más bonita de la ciudad, hoy es un hotel) y Heiliggeistkirche, la iglesia del Espíritu Santo, protestante, con pequeños comercios adosados a ella y una torre de 38 metros de altura a la que se puede subir.
Otras plazas bonitas por las que hay que pasar son Kornmarkt y Karlsplatz, como también sus calles y callejuelas llenas de bares. En una de ellas está la cervecería Vetter, donde probar una cerveza de récord Guinness: la Vetter33, la más fuerte del mundo. Tiene 10,5 grados y sienta bien acompañada de unas salchichas, embutidos o quesos.
Y como hacen los universitarios, queda todavía un lugar especial donde conectar con la naturaleza de la ciudad, es el pintoresco sendero de los Filósofos, que si siempre fue un paseo inspirador para los eruditos, mucho más contemplar las perspectivas que regala a la hora de ponerse el sol. Por encima de él está el monte Heilingenberg, recorrido por caminos que llevan hasta las ruinas del monasterio de San Miguel, en la cima, o al anfiteatro Thingstätte.