Los hermanos Russo levantan ampollas con el discurso que más les conviene en su cambio de Marvel a Netflix

Los hermanos Russo, los responsables de taquillazos de Marvel como Vengadores: Endgame, regresan a nuestras pantallas con El agente invisible, producción de acción de $200 millones protagonizada por Ryan Gosling, Chris Evans y Ana de Armas que, tras dejarse ver de forma limitada en algunos cines, llega a Netflix este viernes 22 de julio.

Con motivo de su estreno, los directores han ofrecido entrevistas promocionales reflexionando sobre los cambios que está viviendo la industria, en especial, sobre este nuevo modelo de estrenos directos en plataformas que han traído servicios como Netflix y que desplazan a las salas de exhibición a un segundo plano. Los cineastas han sido muy partidarios de defender estos cambios intentando desromantizar el concepto de ver una película en una gran sala de cine. Sin embargo, su defensa férrea de las plataformas frente a la experiencia tradicional guarda una incongruencia enorme con su forma de proceder en la industria en años previos.

Los directores Anthony Russo y Joe Russo en la premiere de 'El agente invisible' de Netflix (Foto: Michael Kovac/Getty Images for Netflix)
Los directores Anthony Russo y Joe Russo en la premiere de 'El agente invisible' de Netflix (Foto: Michael Kovac/Getty Images for Netflix)

“Estamos en crisis en este momento porque todos están en guerra unos con otros”, dijo Joe Russo en una entrevista con The Hollywood Reporter. “Como personas que crecimos amando el cine, es triste de ver. Algo que hay que recordar, también, es que es una noción elitista lo de poder ir al cine. Es jodid****** caro. Entonces, esta idea que se creó, a la que nos aferramos, de que el cine es un espacio sagrado, es una mierda. Y rechaza la idea de permitir que todos entren bajo la carpa”, continuaba el director de El agente invisible con rotundidad.

En este sentido, Joe Russo matiza las muchas ventajas que ha aportado el modelo de streaming de Netflix al audiovisual, como el impulso de la diversidad, el valor de la distribución digital, el poder compartir cuentas o el poder acceder a muchos contenidos por el mismo precio mensual de lo que cuesta una sola entrada de cine. “Tener algún tipo de guerra cultural sobre si esto tiene valor o no es una pu** locura para nosotros”, afirmaba.

Por su parte, Anthony Russo trata de ser más comprensivo con ambos modelos de distribución y resalta la necesidad de una convivencia, señalando que esta última gran producción para Netflix la realizaron teniendo en mente que se trataba de una gran producción para la gran pantalla. “Así es cómo la grabamos, cómo la concebimos y, a nivel técnico, cómo la apoyamos”, señalaba el otro de los Russo. “Cuando trabajamos con Marvel, viajamos por el mundo durante una década. Esto te permite una compresión que va más allá del punto de vista centrado en Hollywood sobre cómo crear contenido”, continuaba. “Lo que podría hacer felices a todos es que Netflix comience a ofrecer ventanas de 45 días y tengan su plataforma de distribución digital gigante. Todo el mundo gana”.

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Sin embargo, es llamativo que ambos directores promulguen esta defensa de los nuevos modelos de exhibición cuando, antes de prestarse a plataformas como Apple o Netflix con películas como Cherry o El agente invisible, vivieron exclusivamente de los éxitos de Marvel en las salas de cine. Y con Marvel, para la que dirigieron la segunda y tercera entrega de Capitán América y las dos últimas cintas de los Vengadores, hablamos de un estudio que potencia más que ningún otro esta falta de diversidad en el cine comercial o este modelo abusivo de precios caros con formatos exclusivos.

No hay más que ver el acabado clónico de muchas de sus películas, el cómo cada estreno eclipsa al resto de títulos en cartelera o cómo se trata de motivar al público a pagar a salas de mayor precio y dimensiones como el IMAX. No obstante, dejada esta etapa atrás y viendo el filón económico que hay en los cheques en blanco de las grandes plataformas, los Russo han preferido dejar atrás cualquier ideal y hacer la pelota a quienes ahora les pagan su sueldo.

De hecho, de cara a defender las producciones tan puramente comerciales que buscan poco más que rellenar catálogo en las plataformas, defender los modelos de Netflix o incluso tratar de ser coherentes con su trabajo en el pasado en blockbusters como los de Marvel, ampliaron su discurso cargando contra el modelo de cine clásico y de autor, el promulgado por directores como Martin Scorsese o Francis Ford Coppola que ya cargaron contra las tendencias actuales y películas como las de superhéroes.

Ryan Gosling y Chris Evans en el póster de 'El agente invisible' de Netflix (Foto: Netflix)
Ryan Gosling y Chris Evans en el póster de 'El agente invisible' de Netflix (Foto: Netflix)

“El cine de autor tiene 50 años en este momento. Fue concebido en los años 70”, dijo Joe Russo. “Crecimos en eso. Éramos niños, era muy importante para nosotros. Pero también somos conscientes de que el mundo necesita cambiar y cuanto más tratamos de evitar que cambie, más caos creamos. No le corresponde a nadie rechazar las ideas de la próxima generación”. Y lo mismo señalaba su hermano y compañero profesional. “Nos encanta todo lo relacionado con el cine clásico, pero nunca hemos sido valiosos con eso de ninguna manera o forma. “¿Cómo te alejas de los viejos modelos? ¿Cómo llegas a audiencias que no han interactuado antes? Esas son las cosas más interesantes para nosotros”, continuaba Anthony Russo.

Y con estas palabras, van a conseguir poco más que levantar ampollas. Al final, no hacen más que demostrar que acomodan sus discursos acorde a lo que les viene bien en el momento, porque reclamar diversidad y convivencia y menospreciar la exhibición en cines y los modelos clásicos es sin duda incongruente. De hecho, si están haciendo una producción que costó $200 millones para Netflix es porque la exhibición en cines con Marvel les ha dado prestigio. No hay más que ver que tanto Cherry como El agente invisible, sus dos últimas producciones para plataformas, han sido destrozadas por la crítica. Y ponerse crítico ante el casi siempre admirado cine clásico desde esta posición es un sinsentido enorme.

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