La historia que Perón había pedido no contar, el “efecto Malvinas” y la mirada desafiante que sigue vigente a cuarenta años de su estreno
-”¿Ladislao, estás ahí?”
- “A tu lado, Camila”.
Pocos diálogos del cine argentino se imprimieron en la memoria colectiva de los espectadores como aquel del final de Camila, la película dirigida por María Luisa Bemberg y protagonizada por Susú Pecoraro e Imanol Arias que acaba de cumplir cuarenta años. Desde el 17 de mayo de 1984, cuando el film llegó a las salas, hasta hoy, la historia real del amor entre la joven de alcurnia Camila O’ Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez parece no haber perdido su vigencia. Lo saben Pecoraro y Arias, intérpretes de gran éxito y enormes personajes que aun son recordados por los amantes trágicos de la Buenos Aires de mitades del siglo XIX, esos Romeo y Julieta del Río de la Plata que supimos conseguir.
Las razones del suceso que atravesó décadas y generaciones son muchas, algunas tangibles como la acertada elección de sus protagonistas, el notable esfuerzo de la producción encabezada por Lita Stantic y el compromiso de Bemberg con su punto de vista, y otras que nacieron del espíritu de la época. Camila fue uno de los primeros films nacionales estrenados tras el regreso de la democracia y uno que hizo del librepensamiento y la libertad su bandera, en un tiempo en que la sociedad argentina estaba ávida de ambas nociones.
“Para ser libre, para vivir de acuerdo con uno mismo y no apartarse del camino que el destino nos ha trazado hace falta coraje. Mi película es sobre el coraje de Camila O’Gorman y Ladislao Gutiérrez ”, explicaba María Luisa Bemberg en las vísperas del lanzamiento de su tercera película como realizadora. Esa declaración de principios de la directora -que se lee ahora en una placa al comienzo de la versión restaurada del film disponible en Prime Video-, resumía también la valentía de Bemberg y su equipo al llevar al cine la historia ambientada en la Buenos Aires de Juan Manuel de Rosas.
El relato de amor y pérdida es un retrato romántico y, a la vez, una reflexión sobre los abusos del poder desde el punto de vista de su protagonista, una mirada feminista tan adelantada a su época como el resto de la filmografía de Bemberg. Claro que ni siquiera ella, acostumbrada a pelear contra las expectativas que la sociedad le tenía reservadas como hija de una de las familias más acaudaladas y tradicionales del país, podría haber anticipado que cuatro décadas después del debut del film, se seguiría hablando de él cómo lo harán esta tarde sus protagonistas, junto a Stantic, en el hall del Teatro San Martín. Allí, desde las 18.30, el ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires realizará un homenaje a esta producción con una charla abierta al público, una exhibición de elementos originales del film que pertenecen a la muestra estable del Museo del Cine y una proyección especial en la Sala Leopoldo Lugones.
Un tropezón que no fue caída
Los datos duros cuentan que en su recorrido por las salas Camila fue vista por más de dos millones y medios de espectadores, que fue nominada al Oscar como mejor película extranjera en 1985 -no lo ganó- y que ese mismo año Pecoraro se quedó con el premio a la mejor actriz en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, el galardón del público en Biarritz y dos estatuillas en la muestra cinematográfica de Karlovy Vary. Y que tras su camino internacional que incluyó una función especial con Fidel Castro organizada por Gabriel García Márquez, el presidente Raúl Alfonsín recibió en la Casa Rosada a Bemberg, Stantic, Pecoraro y otros integrantes del equipo como reconocimiento por su impacto en la cultura nacional .
Sin embargo, lo que no se sabía en aquellos tiempos era que el proyecto había comenzado bajo el signo de uno de los momentos más difíciles de la historia argentina. El 1° de abril de 1982, Señora de nadie, la segunda película de Bemberg, se había estrenado en los cines y esa noche la directora y su equipo habían acordado una reunión en el histórico restaurant El tropezón con la idea de esperar juntos la primera edición de los diarios que incluirían las críticas del film. Los matutinos que llegaron a su mesa esa madrugada hablaban d el desembarco del ejército argentino en las Islas Malvinas y, aunque la noticia no tuviera relación directa con el cine de Bemberg, sí anunciaba un cambio de época del que de alguna manera Camila formaría parte . Lo cierto es que aquella noche, según relata Stantic en el libro El asombro y la audacia. El cine de María Luisa Bemberg, compilado por Julia Kratje y Marcela Visconti y editado por el Festival de Mar del Plata, la discusión giraba en torno a cuál sería el siguiente proyecto del equipo y a las sugerencias de que la nueva película fuera distinta a sus obras anteriores.”Como las críticas de Señora de nadie decían que las películas de María Luisa descreían del amor, yo le dije: ‘Tenés que hacer una historia de amor, y qué mejor historia de amor que la de Camila’. Y así empezamos a prepararla”, contó la productora.
No era la primera vez que alguien le sugería a Bemberg que se ocupara de la tragedia romántica nacional. Además de su lejano vínculo familiar con Felipe Elortondo y Palacios, deán de la Catedral de Buenos Aires y uno de los instigadores de la persecución rosista a la pareja, años atrás Graciela Borges había intentado convencerla de que era un relato que ella debía contar. En El asombro y la audacia. El cine de María Luisa Bemberg, la actriz cuenta que años antes de que Bemberg se decidiera a hacer su primera película, durante una reunión social ella empezó a contarle la historia de Camila O’Gorman. “ A María Luisa le impresionó la historia de esta mujer tan osada, que iba al puerto a buscar libros y que mantenía una relación tan fuerte con un sacerdote. Le insistimos mucho para que se animara a que fuera su ópera prima ”, recordaba Borges, que se había interiorizado con el relato porque iba a interpretar a Camila en una adaptación teatral del libro de Enrique Molina, Una sombra donde sueña Camila O’Gorman.
De hecho, la trágica historia que culminó con el fusilamiento de los amantes en 1848 ya había inspirado una de las primeras películas nacionales, Camila O’Gorman (1913), de Mario Gallo, una versión muda protagonizada por Blanca Podestá de la que no se conservan copias, y el film El destino (1971), de Juan Batlle Planas (hijo), con Julia Elena Dávalos como Camila y Lautaro Murúa como el padre Ladislao. Y hasta el director Julio César Amadori planeaba su propia Camila. Según Stantic, cuando le propuso a Zully Moreno el papel de la Perichona, la escandalosa abuela del personaje central, la legendaria actriz declinó el ofrecimiento pero le contó que durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón Amadori había querido filmar el derrotero de O’Gorman con ella como protagonista pero que el presidente le pidió que no siguiera adelante para no generar un nuevo conflicto con la Iglesia.
Buscando desesperadamente a Camila
Convencida de que el cuento trágico podía convertirse en su nueva película, Bemberg y su equipo comenzaron la preproducción del film que suponía un desafío para todos. Se trataba de una historia de época, un género que precisa tener un presupuesto elevado para hacerse bien que, además, según el guion escrito por la propia Bemberg junto a Beda Docampo Feijóo y Juan Bautista Stagnaro, planteaba una mirada feminista y cargaba con dureza contra la Iglesia y el poder político, unas temáticas sensibles para un país que empezaba a vislumbrar la democracia pero que todavía no la había conseguido . De todos modos, la directora siguió adelante, sumó un presupuesto de 370 mil dólares y estableció una de las primeras coproducciones entre Argentina y España que suponía importantes beneficios económicos y la garantía de que si la película tenía dificultades para estrenarse aquí al menos llegaría a las salas en España. Como parte del acuerdo, el cine español aportaba al protagonista masculino: un tal Imanol Arias que, como Ladislao era argentino, en el corte final del film fue doblado por el actor Lelio Incrocci, la voz local de Peter Parker y el Hombre Araña en la versión de la TV argentina de los dibujitos animados.
Claro que lo más importante para poder poner en marcha el film era encontrar a Camila. Y no fue nada fácil. Especialmente porque la actriz elegida se negaba a aceptar el papel. De hecho, ni siquiera quería leer el guion. “Yo estaba pasando por un muy buen momento profesional: hacía Compromiso por Canal 13, con Ricardo Darín, Ana María Picchio, Miguel Ángel Sola, Ana María Campoy, Marcos Zucker, Leonor Manso y Arturo Maly. Paralelamente al ciclo, con parte del elenco (más Juan Leyrado y Gerardo Romano) nos juntamos con Susana Torres Molina para hacer una creación colectiva sobre el tema Malvinas. En ese momento me llaman para hacer Camila y yo directamente me negué a leer el guion. De ninguna manera iba a dejar en banda al grupo de teatro. De hecho, tanto Miguel Ángel como yo ya le habíamos dicho que no a Pino Solanas, que nos había convocado para El exilio de Gardel. ¿Pero qué sucedió? Pino vuelve a llamar a Miguel Ángel y él finalmente termina diciendo que sí. Eso me quitaba algo de culpa a mí, en caso de querer filmar Camila, pero yo me mantuve en la posición de no leer el guion, hasta que la Picchio me insistió y me dijo: ‘Lo tenés que hacer, es el rol por el que todas las actrices matarían’. ¡Y tenía razón! Cuando finalmente leí el guion se me apareció de golpe toda la película. Y no pude parar de llorar ”, recordaba el año pasado en diálogo con LA NACIÓN.
Con el elenco armado, el rodaje comenzó el 10 de diciembre de 1983 en Chascomús, la localidad que había cumplido con casi todos los requisitos de la producción de la película salvo con uno: la iglesia en la que se tenían que filmar muchas de las escenas entre los personajes centrales. Finalmente, después de muchas negativas y pasos en falso, un párroco de Pilar dio el visto bueno para que se rodara en su iglesia y el film comenzó el camino que la llevaría a ser una de las películas más exitosas y recordadas del cine nacional.
Para agendar
Homenaje a Camila. Hoy, a las 18.30, en el hall del Teatro San Martín. A las 20, se proyectará el film en la Sala Leopoldo Lugones. Las entradas gratuitas se pueden retirar en el teatro desde las 18.