El horario de verano y los caprichos presidenciales


DE TIEMPO Y CIRCUNSTANCIAS

El horario de verano vuelve a ser noticia. Ahora el personaje que inició la controversia, cuando Vicente Fox era presidente y decidió implementarlo, es quien quiere “desimplementar” el cambio de la hora.

Llama la atención la obsesión de AMLO por contrariar sus planteamientos anteriores hoy que es presidente, pues si bien en aquel entonces se opuso al cambio de horario, lo que quedó legalmente demostrado fue que los cambios del horario nacional no eran una facultad del presidente. Y eso es precisamente lo que quiere hacer, abrogarse la facultad de cambiarnos los hábitos de sueño y vigilia a todos los mexicanos. Pero hagamos un poco de historia y dejemos las contrariedades presidenciales para analizar las causas y efectos del cambio de horario.

La primera vez que se implementó el horario de verano en México fue en 1931, por una iniciativa del presidente Pascual Ortiz Rubio. El cambio no se estudió lo suficiente y trajo una serie de conflictos. Uno de ellos fue muy importante, pues el ferrocarril dependía del tiempo para transitar las vías y el cambio de horario creaba confusión en los sistemas de tránsito ferroviario.

Esto se solucionó dejando los trenes con el horario anterior, y en la Ciudad de México hubo entonces dos horarios, el de la ciudad y el del ferrocarril.

LOS DÍAS SON MÁS LARGOS QUE LAS NOCHES

El cambio de horario se da en función de que en el solsticio de verano los días son más largos que las noches y amanece más temprano. Uno de los primeros en sugerirlo fue el inglés William Willett, quien se percató de que, en Londres, durante el verano, amanecía mucho más temprano y se podían aprovechar esas horas de luz para hacer algo de provecho en vez de seguir durmiendo.

Pero los primeros en implementar un horario de verano fueron los alemanes durante la Primera Guerra Mundial y le llamaron “zummer zeit”.

La diferencia en el tiempo que dura el día se debe a la inclinación del eje de la tierra con respecto a la órbita solar. Esto lleva a que en las latitudes septentrionales o australes durante algunos meses no haya oscuridad o, en su defecto, no haya luz de día.

En el ecuador este efecto pasa desapercibido, pues entre los trópicos no hay una diferencia tan marcada. Y aquí hay un detalle importante: la Ciudad de México está entre el trópico de cáncer y el trópico de capricornio. Somos, como dice la samba de Jorge Ben Jor, un país tropical, bendecido por Dios y bonito por naturaleza.

Las diferencias horarias entre el amanecer y el anochecer en Ecuador, Tuxtla, la Ciudad de México y Nueva York en el solsticio de verano son:

horario de verano
horario de verano

En los solsticios en Quito, Ecuador, hay una diferencia de 7 minutos contra la media de 12 horas en el equinoccio. Esta diferencia se incrementa conforme subimos hacia el polo norte, en Tuxtla es 1h 09’; en la Ciudad de México, 2h 20’; y en Nueva York, 4h 18’.

UN HORARIO DE VERANO DEL PRESIDENTE

La diferencia en tiempo de luz justifica el tratar de aprovecharla al máximo y economizar energía eléctrica.

En Quito, Ecuador, es prácticamente imperceptible, pero en la Ciudad de México, 2h 20’’ significan un ahorro de energía eléctrica importante. Vistas así las cosas tiene sentido el horario de verano.

Ahora bien, desde el punto de vista económico, el hecho de que nuestra economía este inextricablemente ligada a la economía de Estados Unidos es una razón de peso para homologar los horarios de ambos países.

Sin embargo, desde tiempos de Plutarco Elías Calles una forma de exhibir el poder presidencial era cambiando la hora en que todos los mexicanos nos despertábamos, y nuestro presidente AMLO no se quiere quedar sin darse el gusto. Así, someterá atinadamente la iniciativa de cambio al Congreso.

Esto habrá de servirle de varias formas. La primera, como distractor de los problemas serios por los que surca el rumbo del país. Las demás razones palidecen contra la oportunidad de distraer al público de los dramáticos momentos por los que transita México y es más que suficiente para justificar esta nueva ocurrencia presidencial.

El cambio, si se hace, vendrá a sobrecargar las líneas eléctricas. Pero es muy probable que las plantas solares vuelvan al camino de desarrollo que se venía implementando, y esto permitirá algún descanso a la obsoleta planta de generación de la CFE.

Para usted y para mí no habrá ningún cambio real en nuestras vidas. Pero para el presidente será una victoria pírrica después de la derrota de la iniciativa de militarización del país, batalla a la que le falta transitar por varios asaltos más.

VAGÓN DE CABÚS

El Senado de México ha cobrado una importancia toral en el momento político que estamos viviendo. El impedir que la Guardia Nacional se supeditase al mando militar, al tiempo que fue una medida de sentido común, se apegó a lo que marca la Constitución.

La propuesta de estudiar la iniciativa y adaptarla a la realidad del país es, quizá, la solución más adecuada para salir del marasmo en que se ha metido al país, y comenzar a controlar el enorme vacío que hay en el manejo de la seguridad nacional.

Las medidas que tome el Senado habrán de afectar el desarrollo nacional. Es afortunado que en esta cámara aún haya la posibilidad de decirle ¡no! al presidente. N

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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.

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